Los hospitalarios de Carabanchel no se quisieron separar ni al pie de la fosa Entre los cinco mártires nacidos un 10 de febrero está uno de los hospitalarios que no se quisieron separar de su comunidad de Carabanchel para salvar la vida


Cinco mártires del siglo XX en España nacieron un 10 de febrero: un lasaliano, un hospitalario y un vicenciano burgaleses, más un marista y un agustino palentinos. Me detendré especialmente en el martirio de los 12 hospitalarios de Carabanchel Alto.

Guillermo Álvarez Quemada (hermano Oseas), lasaliano de 46 años -nació en 1890 en Santa Cruz de la Salceda (Burgos), fue asesinado en la Casa de Campo madrileña el 30 de julio de 1936 -como ya mencioné al hablar de los mártires de la Editorial Bruño– y beatificado en 2013.

Amando Noriega Núñez (hermano marista Félix Amancio), de 24 años -nació en 1912 en Aguilar de Campoo (Palencia)-, fue fusilado con sus compañeros en la Puerta del Cambrón de Toledo el 23 de agosto de 1936 y beatificado en 2013.

El superior no quiso un salvoconducto solo para él
Guillermo Tomás Rubio Alonso (hermano Dositeo), de 67 años -nació en 1869 en Madrigalejo (Burgos)- era hermano profeso de la orden hospitalaria de los hermanos de San Juan de Dios (hospitalarios) del instituto-asilo San José de Carabanchel Alto, fue asesinado el 1 de septiembre de 1936 en el Charco Cabrera (Boadilla del Monte, Madrid) y beatificado en 1992. Se había hecho hospitaliario con 25 años, pasando por 10 residencias a lo largo de su vida.

Dositeo y otros 11 hermanos hospitalarios pertenecían a la comunidad del instituto-asilo San José, de Carabanchel Alto, de enfermos epilépticos, en la que radicaba la Escolanía Apostólica. Situado en un extenso pinar, en las afueras de Madrid, mantuvo cierta normalidad hasta que el 29 de julio un grupo de milicianos rodeó la casa y exigió a los religiosos permanecer en una sala, mientras hacían un registro de tres horas buscando armas. No aparecieron, así que se marcharon, exigiendo que cesara todo acto de culto o manifestación religiosa, que se quitaran de la iglesia todas las imágenes, de modo que los hermanos se reunían en el ropero del sótano para rezar.

Así estuvieron un mes entero, sin dejar de atender a los enfermos. Pero el 29 de agosto llegó el alcalde de Carabanchel con el secretario y varias personas armadas, comunicaron a los hermanos que cesaban en la dirección del instituto, les exigieron la entrega de los libros de la administración y el dinero, y avisaron a los hermanos que deberían marcharse pero que ellos les dirían cuándo.

El día 1 de septiembre estaban los hermanos en las enfermerías disponiendo la comida de los enfermos cuando llegó otro grupo de hombres armados para llevárselos. Los religiosos fueron arrestados, cacheados y obligados a subir a un autocar que tomó la carretera de Boadilla del Monte al llamado Charco Cabrera. Aquí se les hizo bajar del autocar y se les alineó, fueron seguidamente fusilados y arrojados a una fosa. Cuando los hermanos vieron que se les iba a matar gritaron vivas a Cristo Rey. Los 11 compañeros del hermano Dositeo eran:
Miguel (hermano Cristino) Roca Huguet, de 37 años; tuvo dos hermanos hospitalarios -uno de ellos, Constancio, mártir en Calafell el 30 de julio-, ingresó de niño en la Escolanía Hospitalaria de Ciempozuelos y se ordenó sacerdote el año 1926. Fue capellán del Hospital de San Rafael de Madrid, maestro de novicios en Calafell y era director de la Escolanía Apostólica de Carabanchel Alto.
Joaquín (hermano Proceso) Ruiz Cascales, de 48 años, tras ser hermitaño en La Fuensanta, ingresó en la Orden Hospitalaria en 1915. Era el superior en Carabanchel Alto. En agosto de 1936 le visitó un hermano suyo, acompañado de un jefe miliciano, y le hizo entrega de un salvoconducto, pero él no quiso aceptarlo si no se les daba a los demás hermanos.
Nicolás (Eutimio) Aramendia García, de 57 años, ingresó con 15 años en la orden. Diplomado en medicina y cirugía, fue enfermero mayor en diversos hospitales: Barcelona, San Baudilio de Llobregat, Madrid, Murcia, Santa Águeda, Palencia, Pamplona, Bogotá y Pasto en Colombia, y por último Carabanchel Alto, de cuya comunidad era vicesuperior. No quiso aceptar marcharse con sus familiares para no dejar a sus hermanos de comunidad.
José (Canuto) Franco Gómez, de 64 años, fue carmelita y desde 1893 hospitalario. Padecía sordera y era delicado de salud, por lo que solo pudo ser sacristán, además de pintor por su fina sensiblidad artística.
Mariano (Cesáreo) Niño Pérez, de 58 años, había vivido en tres comunidades. Era de baja estatura. Cuando se disponían a fusilar a los demás religiosos, le dijeron que podía irse y buscarse la vida pero él insistió en quedarse con sus hermanos. Un miliciano entonces le dio tres tiros, y así cayó a la fosa.
Alejandro (Benjamín) Cobos Celada, de 49 años, ingresó en la orden a los 14 años y por ser practicante tuvo el oficio de enfermero en los seis hospitales en los que trabajó.
Isidro (Carmelo) Gil Arano, de 57 años, llevaba 30 en la orden y había sido enfermero en cinco hospitales. Aunque al estallar la guerra pareció dispuesto a marchar, decidió por fin quedarse con los hermanos y enfrentar el martirio si fuera preciso.
Simeón Isidoro Joaquín (Cosme) Brun Arará, de 41 años, con 16 años se hizo criado en el seminario de Girona, y atendió al obispo Pol hasta su muerte. Ingresó en 1917 en la Orden de San Juan de Dios.
Enrique (Cecilio) López López, de 35 años, ingresó en la orden con 15. Tuvo que suspender los estudios para sacerdote a causa de la tuberculosis. Enviado a Colombia, se repuso, y destacó como enfermero y practicante, habiéndosele ofrecido un futuro brillante en el mundo si dejaba la vida religiosa. Vuelto a España en marzo de 1935 fue destinado a Carabanchel Alto. Cuando lo arrestaron, se dio cuenta de que iban a matarles y se despidió de los enfermos con un “hasta el cielo”.
Crescencio (Rufino) Lasheras Aizcorbe, de 36 años, se hizo hospitalario a los 27.
Antonio (Faustino) Villanueva Igual, de 23 años. Huérfano y educado por su abuela, ingresó en la Escuela Apostólica de Ciempozuelos a los 10 años. Volvió a su casa en 1930 por enfermedad, pero una vez repuesto regresó como novicio a la comunidad de Carabanchel Alto.
Además de los mártires, en las «refriegas» en torno a la ocupación del asilo por los nacionales el 6 de noviembre (dicen sin más precisar los hospitalarios) murieron 14 enfermeros, si no mártires desde luego héroes de la dedicación a los enfermos.
Los otros dos mártires nacidos un 10 de febrero son: José Noriega González, alumno de teología agustino de 21 años -nacido en 1915 en Barriosuso de Valdavia (Palencia)-, asesinado en Paracuellos el 30 de noviembre de 1936 y beatificado en 2007; e Ireneo Rodríguez González, sacerdote de la Congregación de la Misión de 57 años -nacido en Los Balbases (Burgos) en 1879, asesinado en la cárcel de Guadalajara el 6 de diciembre de 1936 (es uno de los 11 mártires beatificados entre los 303 presos ejecutados ese día) y beatificado en 2013.

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