Rechazó marchar al extranjero, porque deseaba dar su sangre por Cristo El claretiano Jacinto Blanch, que ya había visto arder su casa en la Semana Trágica de 1909, rechazó salir al extranjero en 1936 porque deseaba dar su sangre por Cristo


Siete mártires del siglo XX en España nacieron un 27 de abril: un carmelita cordobés, un sacerdote redentorista navarro, un claretiano burgalés y otro de Barcelona -quien antes y después de estallar la Revolución de 1936 manifestó que deseaba dar su sangre por Cristo-, un sacerdote dominico palentino, una hija de la Caridad navarra y un trapense leonés.
Cuatro carmelitas muertos con dinamita y rematados con arma blanca
Jaime Carretero Rojas, de 25 años y natural de Villaviciosa (Córdoba), era un carmelita ordenado de menores (diácono según algunas fuentes), uno de los cuatro asesinados el 22 de julio de 1936 y beatificados en 2013. Los otros carmelitas fueron fray José María Mateos Carballido (prior de la comunidad), fray Eliseo María Durán Cintas y fray Ramón Pérez Sousa, de 34, 29 y 33 años de edad respectivamente. Dos hermanos de esa comunidad, fray Romeo Perea (corista) y fray Franco Jiménez, se habían puesto a salvo cuando el prior les advirtió: “Señores, estamos por presentarnos delante del Tribunal de Dios, ¡preparémonos!”. Los cuatro que se quedaron en el convento permanecieron, la noche del 19 al 20 de julio y la siguiente, en oración en la capilla. En la madrugada del 21, cuando el convento fue asaltado, los encontraron allí orando con los brazos en cruz y los llevaron a la cárcel de El Charco, parte del antiguo convento carmelita.

La documentación sobre Montoro en el legajo 1044, expediente 4, de la Causa General, señala los nombres de 43 personas asesinadas “en la cárcel” el 22 de julio, entre ellas el sacerdote Pedro Luque Cano, de 63 años (en cambio falta en la lista el prior de los carmelitas). La explicación del suceso, firmada el 30 de septiembre de 1941 por el alcalde y el secretario del ayuntamiento de Montoro, es que “sobre las 15 horas los dirigentes destacados criminales, tienen noticias de las proximidades de las Tropas Nacionales, procedentes de Córdoba y ante el temor de que la población fuera liberada, se dirigen a la Cárcel donde se hallaban 53 personas detenidas por los mismos, entre ellos un joven de 14 años, personas destacadas todas en la población por su solvencia y honradez, las que fueron vilmente asesinadas con petardos de dinamita y rematados con arma blanca las que con vida quedaron. De ellos en principio se salvaron 8 perforando un tabique a la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen que es contigua a la prisión y dos arrojándose por una ventana, falleciendo uno instantáneamente por la mucha elevación y el otro, Sr. Vegas Rojas, providencialmente se salvó fracturándose la pierna izquierda y recogido a las 22 horas siendo conducido al Hospital en calidad de detenido”. Cinco de los fugados habrían sobrevivido a la guerra y la iglesia que usaron para escapar sería saqueada dos días más tarde. Antes de esa matanza, habían sido asesinados dos jornaleros el día 19 por “mineros de Jaén y guardias de Asalto” y un labrador al día siguiente, a manos de “Lucio Domenech y Manuel Colomina”. Como autores de la matanza del día 22 se señala a “mineros de la provincia de Jaén”, más el citado Domenech y otras 12 personas, todas las cuales habían sido ya ejecutadas en el momento de escribirse ese informe, salvo uno, Antonio Castillo Benavides, que estaba en la cárcel en Córdoba.

Miguel Goñi Ariz, de 34 años y oriundo de Imárcoain (Navarra), fue asesinado en Cuenca el 31 de julio de 1936, junto con su compañero sacerdote redentorista Ciriaco Olarte Pérez, también con él beatificado en 2013, como se cuenta en el artículo del 8 de febrero.

Pedro García Bernal, de 25 años y natural de Santa Cruz de Salceda (Burgos), alumno de teología claretiano, fue uno de los 20 religiosos de esa congregación fusilados en Barbastro el 13 de agosto de 1936 y beatificados en 1992 (ver artículo del 30 de marzo).

Si los sacerdotes nos vamos, ¿quién cuidará de los fieles de Barcelona?
Jacinto Blanch Ferrer, sacerdote claretiano nacido el 27 de abril de 1868 en Vilanona de Sau (Barcelona), tenía 68 años cuando lo mataron en Barcelona el 21 de agosto de 1936. Fue beatificado en la misma ciudad el 21 de octubre de 2017.

La casa e iglesia que atendía en el barrio de Gracia ya fueron destruidas durante la Semana Trágica de 1909, aunque a él aquella revolución le sorprendió en Sabadell y supo capearla, según la biografía de la beatificación:

Le sorprendió dirigiendo ejercicios espirituales a las Capuchinas de la Divina Pastora en Sabadell, en cuyo convento se hospedaba porque el convento de los Misioneros había sido ocupado por los revolucionarios incendiarios. El Padre daba tranquilidad a las religiosas y vistiendo una blusa salía del convento a enterarse de lo que pasaba, visitando a religiosas refugiadas en casas particulares e, incluso, mezclándose con los incendiarios para disuadirles de dar fuego a alguna iglesia fingiendo ser uno de ellos.

El padre Jacinto Blanch.En 1915 fundó la Unión Mariana de sufragios y desde 1916 fue postulador de la causa de beatificación de su fundador, Antonio María Claret y del primer mártir claretiano, Francisco Crusats. La Revolución de 1936 le llegó estando en la comunidad de la calle Ripoll, pero no le sorprendió, ya que se había anticipado pidiendo la gracia del martirio:

No sólo esto, sino que, como manifiestan los testimonios, él predicaba su deseo de dar la sangre por Cristo. Pedía la gracia del martirio, estaba dispuesto a ello y persuadido de que sería mártir. Esta preparación interior le llevó a vivir con tranquilidad los acontecimientos.

A los dos días de estallar la revolución se refugió en casa de D. Eugenio Bofill, donde estuvo hasta el 19 de agosto, un mes. Allí celebraba los actos de ministerio, la santa misa hasta el día 17, con unción y piedad, e incluso fue a otras casas a celebrarla, llevado por su celo apostólico. Allí también recibió visitas de otros claretianos y se confesó. Además empleaba el tiempo en rezar el santo rosario y en instruir a los niños de la familia, pero también salía de casa a enterarse de lo que pasaba. En estos paseos oía muchas blasfemias, cosa frecuente, a las que protestaba gritando alabado sea Dios.

El día 6 o 7 de agosto estuvo con su hermano Antonio, quien le propuso salir de la zona roja con él o con otros compañeros, a lo que respondió:

Si todos los sacerdotes nos vamos, ¿quién cuidará de los fieles de Barcelona, en su mayoría escondidos en sus casas?

Decía a los Bofill que deseaba dar su sangre por Cristo, por lo cual rehusó su ofrecimiento de facilitarle la huida al extranjero.

17 de agosto. El temor a un registro de los milicianos en la casa Bofill hacía difícil la situación y era necesario buscar otro refugio. Fue a otro domicilio, pero aquí ya había habido un registro y detenido a tres religiosas. Así, la noche del 17 de agosto la pasó en la Jefatura de Policía, a donde acudían a dormir vagos, maleantes y otros que estaban como el P. Jacinto. Este ejerció allí también su ministerio con los que se encontraban como él. Al día siguiente fue al refugio donde se encontraba su hermano, el P. Agustín, y después de comer se dirigió al antiguo refugio donde pasó todo el día.

Al día siguiente, 19 de agosto, el Sr. Bofill salió a buscar un refugio seguro pero en las escaleras se encontró a los milicianos que iban a hacer un registro en su casa. Le preguntaron cómo se llamaba y al responderles Me llamo Bofill le obligaron a volver al piso. En la escalera antes de entrar le preguntaron quién había en la casa y él les dijo: Mis familiares y un profesor de mis hijos.

Llamó a la puerta, y la muchacha, al mirar por la mirilla y verle al dueño, abrió sin recelo la puerta, entrando con él dos patrulleros con sus pistolas en la mano. Estos cerraron la puerta del piso con llave y se quedaron con ella para que nadie pudiera salir. El registro fue minucioso y duró de las 11,30 hasta las 14, las dos de la tarde. Recorrieron las habitaciones. Y en una de ellas encontraron al P. Jacinto instruyendo a los niños. Los milicianos preguntaron al Padre cómo se llamaba y qué oficio tenía. Él les mostró una tarjeta en que constaba como empleado de una imprenta editorial y ellos no se lo creyeron. Continuaron el registro en busca del tesoro.

El P. Blanch no dudaba de que había llegado su hora, pues en un descuido dispuso que su reloj fuera entregado a su hermano Agustín y ocultó la estilográfica en el repliegue de la banqueta donde estaba sentado, y por otra él no habría negado su condición de religioso. Preguntaron a los Srs. Bofill por el tesoro que los claretianos tienen en las misiones de Fernando Poo, en realidad buscaban al P. Pous, y con grosería le dijeron al Padre: Ya nos explicarás algunas cosas que sabes.

Al Padre se lo llevaron detenido entre insultos, pero antes de salir le cachearon los bolsillos encontrándole un rosario, entonces le apostrofaron a placer. ¿Por qué te escondías esto, cobarde? Y como callara porque no era tiempo de responder a despropósitos como ese, se lo colgaron al cuello para escarnio, como el inri. Entonces la dueña de la casa hizo un último intento por salvarlo y les dijo a los patrulleros: ¿Os lleváis a un pobre viejo y enfermo? Contestaron ellos: Os lo hacen creer a vosotras que son pobres.

No se sabe a dónde le llevaron, quizá a una de las prisiones particulares, ni a qué torturas le sometieron. La familia Bofill y sus amigos practicaron diligencias ante la policía para averiguar su paradero y obtener su libertad, pero la respuesta lacónica fue: si se tratase de un paisano aún … pero tratándose de un sacerdote, no hay recurso.

Por referencias, testimonios, se sabe que lo llevaron a Pedralbes y allí lo fusilaron el 21 de agosto, pues su cadáver ingresó en el Hospital Clínico a las 13. El día 22 fue reconocido el cadáver por la muchacha de servicio de la casa Bofill y el médico Dr. Puig de Fábregas y el 24 inhumado en un nicho de la familia Bofill en el cementerio de Sants. Posteriormente el encargado del cementerio, sin aviso previo a la familia, arrojó los restos mortales a una fosa común, haciendo imposible su identificación.

De misioneros en China, a mártires en el barrio de la China
Pedro Ibañez Alonso, de 44 años y oriundo de Fuentes de Nava (Palencia), fue uno de los dos sacerdotes dominicos asesinados el 27 de agosto de 1936 en el barrio de la China (entonces Vallecas, hoy Entrevías, Madrid) y beatificados en 2007. El otro era José María López Carrillo, también de 44 años. El barrio recibió su nombre de la primera depuradora instalada en Madrid a orillas del Manzanares (hoy frente a la Caja Mágica) en el extremo noroccidental del municipio de Vallecas (hoy en el distrito de Entrevías). López Carrillo profesó en 1911, pasó a Estados Unidos y de allí a Manila, donde se ordenó sacerdote en 1919. Destinado a las misiones de China (Fokién, hoy Fujian) desplegó gran celo apostólico por muchos años (1919-1935) en Hai-San, donde edificó una iglesia y amparó a muchas huérfanas, y en Pingtakieh. Debido a una grave enfermedad, regresó en 1935 al convento de Ocaña. Estaba de paso en Madrid cuando fue asaltado el convento del Rosario, y buscó refugio con el padre Ibáñez, con el que fue detenido. Al tomarle declaración en la comisaría del barrio, dijo que era “misionero de la China”, lo cual fue interpretado como burla por parte de un miliciano que lo empujó al calabozo.

Ibáñez había profesado en Ocaña en 1909, también estudió en Ávila, Nueva Orleáns y Manila, donde se ordenó sacerdote en 1917. Fue misionero en China, en las prefecturas de Hing-Hoa y Kamna, y desde 1922 en Filipinas. Trabajó dos años en la iglesia de Santo Domingo de Manila y 10 más en el colegio seminario de San Jacinto, de Tuguegarao (Norte de Luzón), hasta 1934, en que volvió a España y continuó dedicado a la enseñanza en el colegio de Santa María de Nieva (Segovia). También se hallaba accidentalmente en Madrid cuando fue asaltado el convento del Rosario, buscó refugio en varios lugares hasta que lo descubrieron en la pensión Torio, con el padre López Carrillo, cinco agustinos y dos escolapios. Llevaban una vida ejemplar y todos fueron arrestados el 26 de agosto. Al padre Ibáñez le oyeron confesar que era católico, apostólico, romano y dominico hasta la muerte. Con López Carrillo fue a parar a la checa de Fomento.

Álvaro González López, clérigo profeso trapense de 21 años (monje de coro, profeso de votos temporales). Hizo su noviciado y profesó en circunstancias muy difíciles para la comunidad, dados los acontecimientos; pero manifestó siempre una gran entereza de carácter y constancia en sus propósitos de entregarse plenamente a su vocación. Era natural de Noceda del Bierzo (León), fue ahogado en la bahía de Santander tras estar detenido en la checa del socialista Neila, el 3 de diciembre de 1936 con otros cinco trapenses, con los que también fue beatificado el 3 de octubre de 2015 en la catedral de esa misma ciudad.

La beata Toribia Marticorena.Toribia Marticorena Sola, nacida el 27 de abril de 1882 en Murugarren (Navarra), tenía 54 años cuando la mataron el 24 de octubre de 1936 en Barcelona, ciudad donde también fue beatificada el 11 de noviembre de 2017.

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2 comentarios

  1. Hola Santiago. Soy Julián, el antiguo comentarista de tu blog de La gaceta, con aquel reducido grupo en que estaba el legendario morkanar. Ya veo que tienes este blog y el otro cultural. Me ha comprado mi señora tu libro que sacaste por aquella época de intereconomía, el del tren de la muerte. Se lo dije que me lo comprara porque es curioso que con todos los que tengo y no llegué a comprarlo, y bueno, pues me hacía ilusión, porque creo que debe ser bueno y me daría pena no tenerlo porque veo que se va agotando. Como está comprado con la cuenta de mi mujer, pues no te escribí allí esto, así que te lo escribo aquí. Si lees esto y te acuerdas puedes dedicarlo, discretamente. Es el libro que va a Moralzarzal.
    Ya visitaré tus entradas en estos blogs tuyos, aunque he echado un vistazo y hay muchas cosas que me suenan, pues creo que son antiguas. Otras son de actualidad, claro, como el tema que nos tiene atenazados. Espero que te encuentres bien, así como tu gente allegada. Un saludo.

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