Josep Colom fundó la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña.

Un lustro antes que Kolbe, se ofreció a cambio de un preso al que iban a matar El sacerdote Josep Colom, fundador de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, se ofreció a morir en lugar de otro preso que esperaba un hijo


De los 14 mártires del siglo XX en España beatificados entre las personas asesinadas el martes 4 de agosto de 1936, siete lo fueron en la provincia de Valencia: cuatro maristas -uno de ellos francés- en la checa de la calle Sagunto, un postulante –Antonio Arrué Peiró– y un sacerdote –Ricardo Gil Barcelón– de la pequeña obra de la Divina Providencia en El Saler, más el párroco de La Pobla Llarga –Vicente Gregorio Rubiols Castelló, fusilado por personas a las que había bautizado-; a ellos hay que sumar un sacerdote y dos coadjutores salesianos en Barcelona; en Tarragona el vicario de Montblanc y el párroco de Barberà –Francesc Mercader Randé-; más un religioso hospitalario en Madrid y el laico adorador nocturno almeriense Luis Quintas Durán.

En Croacia, es aniversario del martirio del obispo San Rainero de Split (1180); en las islas británicas, del cartujo William Horne, los laicos Robert Bird y Giles Heron, el hermano carmelita Lawrence Cook, el monje benedictino Dom Thomas Epson y el sacerdote secular William Bird (1540); en Polonia del beato Enrique Krzysztofik, martirizado por los nazis en Dachau (1942); en Rusia de los sacerdotes Miguel Nakaryakov (1918) y Alejo Ilinsky (1931), glorificados como mártires por la Iglesia ortodoxa.

Se ofreció en lugar de un hombre casado
El vicario de Montblanc, Josep Colom Alsina, de 30 años y oriundo de Súria (Barcelona), se había ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1931. Fue vicario de Alforja antes que de Montblanc. Junto con el párroco Dalmau Llebaria i Torné (asesinado el 22 de agosto) fundó la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña y en 1935 publicó un libro de meditaciones titulado El Crist místic o la veu del Mestre. En la noche del 20 al 21 de diciembre, ambos tuvieron que empeñarse para apagar, con las pilas de agua bendita, el fuego encendido con gasolina en las puertas de la iglesia parroquial de Santa María. Luego retiraron el Santísimo y celebraron, con las puertas cerradas, misa por última vez. Antes de medianoche estaban ambos en prisión, donde Colom redactaría un poema, titulado El templo llameante, en recuerdo del incendio. El 22 ingresaba en la misma prisión el sacerdote Josep Roselló, el 23 el cardenal Vidal i Barraquer y el 24 su obispo auxiliar, Manuel Borràs, a quien se encargó de auxiliar Colom. A primera hora del 4 de agosto, una patrulla vino a llevarse a tres miembros del somatén. Supuestamente de acuerdo con el comité de Montblanc, Colom se ofreció en lugar del cabo del somatén de Montblanc, porque este era padre de familia, y, además, su esposa esperaba un hijo, diciendo: «A mí no me importa dar la vida, y, en cambio el señor Foraster tiene hijos y familia». Antes de salir, Colom y Mario, cabo del somatén de la comarca, se confesaron con Llebaria. Colom dio su breviario a Sebastià Trèmol diciéndole: «Toma, guárdalo y que no te lo encuentren». Dentro estaba la poesía del incendio y un papel con estas palabras: «Estoy muy contento de que se cumpla en mí la voluntad divina, y, por ello, acepto lo que Dios Nuestro Señor quiera, incluso la muerte del modo y en el tiempo que Él quiera. Estad contentos. ¡Hasta el Cielo!». Se despidió de los otros presos diciendo: «Adiós a todos», y salió con el cabo comarcal. En el patio interior de la cárcel se encontraron con el cabo de Solivella, los ataron con cuerdas y les condujeron hasta Vallmoll (Baix Camp), en la carretera de la Masó. En el lugar conocido por Masía del Bordell, ante un murete a unos diez metros de la carretera, fueron fusilados.

Asesinado en la esquina de Velázquez con María de Molina
El hermano Gonzalo GonzaloGonzalo Gonzalo Gonzalo —sus padres eran primos hermanos—, de 27 años y natural de Conquezuela (Soria), ingresó en la Orden Hospitalaria a los 21 y en 1933 fue destinado a la comunidad del asilo-hospital de San Rafael de Madrid, de la que era limosnero a comienzos de 1936. Al estallar la guerra, la comunidad, compuesta por treinta y cinco hermanos, suspendió por un tiempo la petición de limosnas, pero tuvo que reanudarla porque era su único medio de vida. El día 4 de agosto fray Gonzalo salió a pedir y fue apedreado en una casa. En otra de la calle María de Molina fue denunciado a los milicianos, que le arrestaron y procedieron a asesinarlo junto a la checa, en la esquina de Velázquez con María de Molina. Su cadáver estuvo un tiempo abandonado en el suelo.

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