Dos monjas mártires en represalia por un bombardeo El 13 de enero de 1937 fueron asesinadas en Jaén dos mártires en represalia por un bombardeo


Las dos mártires beatificadas del 13 de enero de 1937 fueron asesinadas en Casillas de Martos (Jaén) en represalia por un bombardeo: Se trata de la superiora del colegio y casa de las religiosas de la Divina Pastora en Martos, Francisca Inés (Victoria de Jesús) Valverde González, de 48 años, natural de Vicálvaro y beatificada en 2013; y de María Francisca (Francisca de la Encarnación) Espejo y Martos, hermana profesa en el monasterio de la Santísima Trinidad de Martos, de 63 años, natural de esa localidad jienense y beatificada en 2007.

Con otra monja más y medio centenar de laicos
Las dos religiosas fueron asesinadas junto con medio centenar de personas, elegidas por sus ideas políticas de derechas o por su carácter religioso, en represalia por un bombardeo de la aviación franquista que tuvo lugar dos días antes. Entre las elegidas debían estar las superioras de las tres comunidades religiosas femeninas de Martos. A sor Francisca de la Encarnación la confundieron con la priora de su convento, y se la llevaron los milicianos el día 12 de la casa familiar junto con su tía sor Rosario, de más de 80 años. Cuando llegaron a la plaza, una joven, hermana de otra monja trinitaria, se encaró con los milicianos, diciéndoles: “¿Qué hacéis? ¿Creéis que matando a este elemento vais a ganar la guerra?”. Los milicianos se quedaron mirando a la anciana monja, congestionada, con las piernas hinchadas, y finalmente le dijeron que se volviera a casa de su sobrino. Ambas monjas se abrazaron, llorando, según los testimonios consultados por Pedro Aliaga.

Francisca de la Encarnación fue encerrada en los calabozos del Ayuntamiento, linderos con su convento. Allí coincidió con la superiora del colegio de la Divina Pastora, y con sor María de los Ángeles, religiosa trinitaria, que sobrevivió a los hechos y contó: “nos animábamos unas a otras, pensando que pronto seríamos llevadas al cielo. Nuestras conversaciones eran recordar a los mártires de las catacumbas. Rezábamos el santo rosario para que la Santísima Virgen nos sostuviera en la próxima lucha, y al terminar de rezar me dijo: Te van a ver el rosario, y yo intrépida dije: Me lo lío en las ligas, y no creo lo encuentren ahí.” La tercera religiosa asesinada fue la madre Isabel, abadesa de las clarisas (no beatificada). El resto de presos eran varones. Los llevaron en camiones de madrugada a la aldea de Casillas de Martos y en su cementerio los fusilaron. De las tres monjas, a dos las llevaron a las verjas del cementerio, tratando de abusar de ellas. Ellas se resistieron, abrazándose a las verjas, y allí mismo fueron fusiladas. A Sor Francisca se la llevó un miliciano a una hondonada cercana, para abusar de ella, sin lograrlo, porque se resistió con todas las fuerzas, provocando la ira del agresor, que la mató a fuerza de golpes en la cabeza, con la culata del fusil, como se pudo comprobar al exhumar el cadáver. Una vez muerta, la llevó arrastrando hasta echarla a una de las tres fosas que habían cavado en el cementerio, en que yacían ya los hombres recién fusilados.

Respecto a la tercera monja asesinada -y aún no beatificada-, la Madre Isabel de San Rafael (Clarisa del Monasterio de la Santa Cruz de Martos), me escribe el jienense Santiago D. que «le tengo devoción y de ella conservo una preciosa reliquia, un pequeñísimo pedazo incorrupto, de tendón de su mano derecha (mano con la cual se agarró a la verja del cementerio para evitar la arrastraran y violasen) una vez fusilada allí mismo, le tuvieron que cortar el brazo para poder separarla de la reja y enterrarla en la fosa.
El cuerpo de la mártir, exhumado dos años más tarde, estaba incorrupto y seguía sangrando.
La mano se conserva en el real convento de Santa Clara de Jaén, pues el de Martos, fue clausurado.
Como dato anecdótico personal, me gustaría comentarle que soy sobrino-nieto de Fray Francisco Rafael Ortega, el único hospitalario que por ser médico salió vivo del hospital de Ciempozuelos, testigo de los martirios y de las mentiras que los milicianos inventaron, diciendo que los frailes se habían suicidado ahorcandose como en el caso del Beato Jacinto de Ciempozuelos, cuando la verdad es que fueron matados por odio a la Fe».

Los hospitalarios mártires de la comunidad de Ciempozuelos ya beatificados -aparte de los siete colombianos asesinados en Barcelona- a los que me he referido en otras entradas son: Gaudencio Íñiguez, Tobías Borrás, Francisco Arias, Flavio Argüeso, 15 asesinados en Paracuellos el 28 de noviembre de 1936 (Mariano Adradas, Guillermo Llop, Pedro María Alcalde Negredo, Pedro de Alcántara Bernalte, Juan Alcalde Alcalde, Isidoro Martínez IzquierdoEduardo Bautista JiménezClemente Díez Sahagún, Lázaro Múgica, el padre Antonio Meléndez, Julián Plazaola, Hilario Delgado, Ángel Sastre, el padre José Mora Velasco y José Ruiz Cuesta), más seis de los siete asesinados en Paracuellos el 7 de noviembre de 1936: Antonio Martínez Gil Leonis, Jesús Gesta de Piquer, Arturo Donoso, Miguel RuedasRomán Touceda y Diego de Cádiz García Molina.

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