Tras leer algo sobre el posible milagro eucarístico allí sucedido, he confirmado con la documentación de la Causa General que en el pueblo madrileño de Moraleja de Enmedio no mataron a nadie durante la guerra. Adjunto además algunas referencias sobre los tres mártires de la guerra nacidos un 31 de enero.
Nadie murió «de mano airada»
Como podrá ver el lector en el artículo al que remito desde la página de Moraleja de Enmedio en Wiki Martyres, la última vez que se celebró misa en ese pueblo antes de la Guerra fue el 16 de julio de 1936, y las formas que entonces se consagraron sufrieron diversas vicisitudes y estuvieron expuestas a la intemperie durante meses, pero aunque se pudrió el paño que las cubría y se oxidó el copón que las contenía, las formas han llegado hasta hoy intactas.
Este suceso extraordinario al que muchos califican de milagro, posiblemente fue previsto por el párroco Roberto García Trejo, que antes de morir en 1935 dijo haber visto un «milagro en la iglesia y gente peregrinando a ver el milagro». La gente del pueblo asocia el fenómeno al hecho de que no muriera nadie en Moraleja durante la guerra, según el relato del obispo de Getafe transcrito por Francisco Delgado-Iribarren Cruz:
El obispo Joaquín María López de Andújar explica la importancia de este hecho en la vida del pueblo: “Los habitantes de Moraleja han asociado este hecho extraordinario a una protección especial del Señor durante la contienda civil y han transmitido de hijos a nietos que, por haber custodiado y protegido la Eucaristía durante los duros años de la Guerra, el Señor les protegió a ellos especialmente».
¿Qué dice la Causa General?
La investigación de posguerra sobre crímenes en zona republicana, llamada Causa general y que puede consultarse en el archivo PARES en internet (basta con escribir «Moraleja de Enmedio» en la búsqueda sencilla, y luego clicar en Archivo Histórico Nacional – Fiscalía del Tribunal Supremo, y en el icono de cámara fotográfica que lleva al legajo 1509, expediente 3) corrobora que no murió nadie. Los daños causados por «los rojos» parecen mínimos. La única declaración conservada (y probablemente única hecha) es la del alcalde (folio 160), que comunicó la pérdida de dos mulas, dos cerdos, 27 gallinas y 8 conejos. Pero en conjunto se evalúan (folio 161) en 75.000 pesetas los daños a la iglesia y en 179.097 los daños a particulares.
Mártires del 31 de enero: «Que me dé la muerte antes que ofenderle»
La primera mártir en morir, de los tres nacidos un 31 de enero, es María Dolores (de San Francisco Javier) Vidal Cervera, de 41 años, que había nacido en Valencia en 1895, era carmelita dVe la Caridad de la comunidad de Cullera y en la misma ciudad, playa de El Saler, fue asesinada el 19 de agosto de 1936, mientras cantaba «al Amor de los amores» –como ya he relatado– con sus ocho compañeras Vedrunas, con las que también fue beatificada en 2001.
Salvio (hermano Onofre) Tolosa Alsina, de 56 años y gerundense de Cassá de la Selva, hizo el noviciado mayor lasaliano en 1896, pasando luego por varias escuelas hasta ser director de la de Arenys de Mar. En 1922 fue subdirector en Manlleu y luego director en Roquetas hasta 1926 y de Las Corts hasta 1930, teniendo luego que reposar por problemas de salud. Por último, estuvo en el Colegio de la Bonanova de Barcelona, ayudando en las tareas de contabilidad. Cuando estalló la guerra, fue a refugiarse a su pueblo natal con su hermano, y luego a Llagostera, en casa de su abuela. El comité de ese pueblo lo reconoció nada más verlo, lo detuvo y lo fusiló en la carretera a Vidreres. Fue beatificado en 2007.
Pedro Artolozaga Mellique, de 23 años, había nacido en 1913 en Astrabudua-Erandio (Vizcaya), era seminarista salesiano en Carabanchel Alto, fue asesinado el 2 de octubre de 1936 en la carretera de Andalucía (Madrid) y beatificado en 2007 con otros 62 salesianos.
Habiéndose trasladado la familia a Santander, entró en el colegio salesiano de esta ciudad. Siguiendo su vocación, desde 1926 estuvo un año como aspirante en el seminario salesiano de Astudillo (Palencia) y tres años más en el colegio San Miguel Arcángel del Paseo de Extremadura, en Madrid. Hizo el noviciado en Mohernando (Guadalajara), donde profesó como salesiano en 1931. En 1933 fue destinado al colegio María Auxiliadora de Salamanca para realizar las prácticas pedagógicas, que acabó al empezar el verano de 1936. Destinado, entonces, a Carabanchel Alto, donde en otoño debía empezar los estudios de teología, desde el 20 de julio de 1936 sufrió la persecución con los salesianos de dicha comunidad.
Estaba refugiado en la pensión Nofuentes de la calle Puebla, 17, junto con don Carmelo Pérez y los primos Mata, también mártires. Allí les detuvieron dos milicianos el 1 de octubre de 1936 por ser religiosos. A don Pedro le condujeron primero al Ateneo libertario de la calle San Roque, 9, y luego a la checa de Fomento. Como era costumbre en la checa, el detenido compareció ante un tribunal y fue interrogado. Después nada se supo de él. Su cadáver apareció el 3 de octubre en la carretera de Andalucía. Había dejado escrito en sus apuntes espirituales del noviciado: “Pedía al Señor me diese la muerte antes de ofenderle”.
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