Cinco mártires del siglo XX en España nacieron un 3 de marzo: un dominico leonés que murió pidiendo por la paz en España, un marista ilerdense y otro navarro, un claretiano barcelonés y una laica valenciana.
El asalto a la basílica de Atocha
José María López Tascón, de 40 años y natural de Aviados (León), era sacerdote dominico del convento de Atocha en Madrid, fue herido de bala cuando profanaron el convento el 20 de julio de 1936 y murió el día 25, de resultas de las heridas, en un hospital de la calle Navas de Tolosa.
Hacia mediodía, habría que situar la muerte de dos de los dominicos del convento de Atocha, dado que el convento y la basílica fueron asaltados como preparación al asalto del adyacente cuartel de María Cristina, sede del regimiento de Infantería de Wad-Ras nº 1. Las circunstancias de la rendición de este regimiento aparecen en los relatos de varios protagonistas, recogidos por la Causa General (la investigación de la justicia franquista en la posguerra sobre crímenes cometidos en el bando republicano) en el legajo 1517, expediente 8. Así, el capitán de dicho regimiento Rafael Maceres Maya, en una declaración firmada el 17 de mayo de 1940, deja claro que en la tarde del 19 de julio las fuerzas de dicho regimiento no tomaron posiciones en la Basílica y convento de Atocha:
“Por la noche se envían secciones a las casas fronteras al Cuartel y se oye fuego de fusilería lejano. Se monta también una estación de radio en el patio sin que se consiguiera obtener noticias por las interferencias que seguramente produce la Dirección General de Seguridad, de la que se supone también ha intervenido los teléfonos.
En la madrugada del 20 vuelan aviones sobre el Cuartel, [por lo] que [se] montan ametralladoras en dispositivo antiaéreo en previsión de un ataque. Llegan noticias de la actitud dudosa y vacilante de los Cuarteles del Pacífico y la absoluta oposición del de Abtao, de fuerzas de Asalto. Se intensifica el fuego de fusilería contra el Cuartel teniéndose la primera baja, un soldado muerto, en una casa frontera al Cuartel, poco después pasa un coche haciendo fuego, que es repelido ocasionando a los atacantes cinco muertos y dos heridos que, recogidos, metieron en el Cuartel.
Del Ministerio de la Guerra llaman al coronel preguntándole por la actitud del regimiento y contesta con ambages y rodeos. Sobre las 10 de la mañana se intensifica el fuego proveyéndose a la tropa de cascos de acero, siendo atacados desde la torre de la Basílica de Atocha y del edificio en construcción de la División desde donde les baten de flanco todos los patios.
En el Ministerio de la Guerra les piden por teléfono municiones y anuncian irá a recogerlas por orden escrita el comandante de carabineros Vizcaíno. En el curso de la mañana aumenta el fuego estableciéndose por la parte del Retiro hasta cuatro escuadrones de Asalto teniendo que emplazar una ametralladora en la ventana del Pabellón del Músico Mayor, logrando así detener a los escuadrones, combatiendo uno de ellos por lo menos pie a tierra. Serían las 11 o las 12 de la mañana y cuando más arreciaba el fuego por todas partes y la aviación constantemente les visitaba, actuando sobre los aparatos las ametralladoras al tiempo que aparecía ante el Cuartel la avalancha de turbas procedentes del Cuartel de la Montaña se reciben requerimientos de rendición por teléfono de la Dirección General de Seguridad primero y del Jefe de Asalto del Cuartel de Abtao, Sr. Torres, después, y que les dicen que ya se ha rendido toda la guarnición y que son los únicos que siguen resistiendo, el coronel pide al comandante Torres que para comprobar la certeza de la rendición les traiga un oficial del Cuartel de la Montaña o permita la salida de uno del Cuartel a lo que no contesta concretamente, insistiendo que se rindan. El comandante Vizcaíno, ante la imposibilidad de acercarse al Cuartel por el intenso tiroteo que había llamó al coronel desde el vecino Cuartel de Intendencia dándose la orden de suspensión del fuego, por el coronel, y una vez que el comandante Vizcaíno consigue entrar en el Cuartel tiene que salir hasta dos veces el citado comandante para conseguir que también suspendan el fuego las fuerzas atacantes.
Llegó el comandante Vizcaíno, acompañado del médico Palacios y un sujeto argentino que se decía capitán retirado de Artillería del Ejército Español; habló el comandante con el coronel dándole cuenta de la total rendición de los Cuarteles que se habían sublevado y le da un plazo preventorio, cree que de una hora, para que se decida. Por teléfono se comunica con personal civil afecto y se comprueba la rendición de la Montaña. El coronel reúne a la oficialidad y, dada cuenta de la situación, esta calla, y el comandante mayor, Sr. Marzal, dice: Hemos jugado y hemos perido, de caballeros es pagar. Se acepta tácitamente esta propuesta en atención a las familias de los que viven en pabellones y en ese momento se abre la puerta del Cuartel sin que se haya conseguido saber con certeza quién la abrió, si bien se sospecha pudiera haber sido el teniente coronel Perol, que no sabe por qué causa no asistía a la reunión, o bien coincidiendo con la entrada de los servicios sanitarios que en una camioneta venían a recoger las bajas, penetrando la milicianada quedando un grupo de jefes y oficiales detenidos en el Salón de Actos y custodiados por fuerzas de Guardia Civil y de Asalto para evitar su evasión y que al propio tiempo les libran de las iras del pueblo. Pocos momentos antes y gracias a la diligencia y valentía de la hija del coronel Srta. María Teresa López, se da salida por los pabellones a los jefes, oficiales y falangistas que con ellos habían estado. Por la noche, el grupo de jefes y oficiales detenidos es conducido a la Cárcel Modelo.”
De esta forma se evitó una masacre en el Cuartel de María Cristina, pero no tuvieron esa suerte los dominicos Luis Furones Furones y Jacinto García Riesco, de 43 y 41 años de edad respectivamente. El primero, nacido en Abraveses de Tera (Zamora) cambió su hombre (Abraham) por Luis al tomar el hábito, pero era conocido por el apellido Arenas, de su abuelo paterno. Hizo su profesión solemne en 1914 y desde 1917 era sacerdote. Fue misionero en Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica; fue superior de la casa de Santa Ana, en El Salvador (1929-1931), de donde pasó al convento de Santo Domingo de San Salvador (1931-1934). Intenso predicador de misiones populares, fue presidente delegado de la junta nacional para la coronación de la Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica. Regresó a España en 1935 con idea de volver a Centroamérica, pero en julio fue elegido prior de Atocha y tuvo que quedarse. El 20 de julio de 1936 había dejado a los religiosos en libertad para que tomaran la resolución que mejor les pareciera en aquellos momentos críticos. Durante el asalto, profanación e incendio del convento y la Basílica, al salir los religiosos fueron insultados y amenazados de muerte. Al pasar por la calle de Granada hirieron gravemente al padre José Tascón y asesinaron a fray Jacinto García. Furones fue gravemente herido y quedó en plena calle varias horas hasta que expiró, tras una agonía larga entre insultos y mofas.
Fray Jacinto, había nacido en Calvillas, Somiedo (Asturias), y profesó como hermano cooperador dominico en Corias (Asturias) en 1921; saliendo dos años más tarde para las misiones de Urubamba y Madre de Dios (Perú) con el padre Gerardo Fernández; estuvo en Quillabamba, Maldonado y Patiacolla; de 1927 a 1932 en el santuario de Santa Rosa en Lima. Debilitado por una enfermedad, tuvo que regresar a España. En 1933 estaba en San Esteban de Salamanca, después lo destinaron a Atocha. Su oficio estaba en la portería y cocina, destacando por su caridad con los pobres. Consta que murió perdonando a sus ejecutores.
Tascón Había profesado en 1914 y era sacerdote desde 1921. Le dieron un balazo con entrada en la región epigástrica y salida en la región lumbar. Mientras decía “Dios os perdone como yo os perdono”, herido y sangrando, fue con el resto de religiosos conducidos al cuartel de Abtao y a la Dirección General de Seguridad (DGS). Allí se desangraba y perdía el conocimiento. La Cruz Roja, lo condujo el día 21 de julio a un hospital en la calle Navas de Tolosa, donde lo atendió una dominica de la Anunciata, la hermana Dolores Robinat, y le administró los sacramentos el dominico Nicanor Menéndez. Murió ofreciendo su vida por Dios, por la paz en España y la conversión de sus perseguidores, y rezando repetidamente la Salve y la antífona O, spem miram, a Santo Domingo.
Ramón Mill Arán (hermano Vulfrano), marista de 27 años, natural de Castellserà (Lleida), asesinado el 8 de octubre de 1936 en el cementerio de Montcada i Reixac (Barcelona), es uno de aquellos cuyo rescate se gastó en armas Tarradellas.
El también marista Martín Erro Ripa (hermano Teófilo Martín), de 22 años y natural de Viscarret (Navarra), fue asesinado en el Monte Saja (Cantabria) el 23 de octubre de 1936 y beatificado en 2013. Como conté en la entrada del 6 de enero, había sido compañero del primer mártir de la Revolución (1934).
Federico Vila Bartrolí, de 52 años y natural de Brull (Barcelona), claretiano de la comunidad de Tarragona, fue asesinado en Torredembarra (Tarragona) el 11 de noviembre de 1936 y beatificado en 2013. Es uno de los 14 beatos de los asesinados ese día entre los presos del barco Río Segre. En 1924 había publicado en Barcelona una Reseña histórica, científica y literaria de la Universidad de Cervera.
María Luisa Montesinos Orduña, laica de 35 años natural de Valencia, fue fusilada con su padre, sus tres hermanos y su tío, el 28 de enero de 1937 en Picassent y beatificada en 2001; como conté en la entrada del aniversario.
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