Cruz de la beata Cecilia Cendoya.

La salesa mártir que escapó del fusilamiento y volvió a entregarse El 23 de noviembre es el día del martirio de María Felicitas Cendoya, que volvió a entregarse tras haber salido indemne del fusilamiento de sus compañeras


Dos mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el 23 de noviembre de 1936: María Felicitas Cendoya, la salesa que escapó de su fusilamiento el día 18, cuando mataron a sus seis compañeras. Ese día también martirizaron al capuchino Jaume Nàjera Gherna (fray Alexandre de Barcelona), quien escribió a su madre que se alegrara si tenía un hijo mártir.

El 23 de noviembre se conmemora el martirio en Roma del papa san Clemente I (101); en Corea el de la viuda octogenaria santa Cecilia Yu-So-sa (1839); en México el del beato sacerdote Miguel Agustín Pro Juárez (1927). En Rusia, la Iglesia ortodoxa conmemora en este día a 18 mártires; un grupo lo forman el arzobispo Agustín Belyaev, el diácono Boris Semenov, el monje sacerdote Nifonte Vyblov, los laicos Olga Maslennikova, Ana Ostroglazov, Teoctista Chentsova, Miguel Arefyev, Nicolás Smirnov, Alejo Gorbachov y Alejandro Medem, el archimandrita Juanicio Dimitriev, el sacerdote Juan Speransky, más el salmista Apolonio Babichev; otro grupo lo forman el arzobispo Procopio Titov más el sacerdote Juan Skadovsky. Los demás glorificados son el monje sacerdote Serafín Guschin, el arcipreste Pedro Pavlushkov y el sacerdote Dionisio Shchegolev.


La séptima salesa
La más joven compañera de las seis salesas reales de Santa Engracia (orden de la Visitación) fusiladas hacia las 19 horas del 18 de noviembre en los Altos del Hipódromo (frente a Nuevos Minidsterios) en Madrid, sor María Cecilia (María Felicitas Cendoya y Araquistain, de 26 años), al ver que caía sin vida la hermana que la llevaba de la mano, se echó a correr muy nerviosa y, por la oscuridad de la noche, pudo escapar de la masacre hasta que, al darse cuenta de lo sucedido, se entregó a unos guardias diciendo: “Soy religiosa”.

Estuvo detenida tres días en la checa de Buenavista. Allí confió a una de las 12 detenidas con ella en una húmeda habitación con un solo banco para sentarse: «Estábamos siete Religiosas en un piso aquí en Madrid, somos Salesas, vinieron a por nosotras, nos metieron en un coche y nos llevaron a un sitio oscuro donde había barrotes, era como un solar, pero no sé dónde es porque no conozco Madrid. Yo me bajé del coche de la mano de otra Hermana, éramos las dos últimas, y al notar que se caía muerta, no sé lo que me pasó, eché a correr y no sabía lo que hacía”.

De la checa la llevaron a una cárcel, probablemente la de Porlier. Permaneció allí poco tiempo: en la madrugada del 23 de noviembre se encontró su cuerpo acribillado por balas junto a las tapias del cementerio de Vallecas.

La hermana María Cecilia (nacida en Azpeitia en 1910) pudo irse con su familia antes de la guerra, pero «siempre dijo con tesón que no quería marcharse por nada del mundo». Había hecho los votos solemnes el 27 de septiembre de 1935.

El hallazgo de la Cruz
Don Jorge López Teulón describe así la despedida de la hermana María Cecilia en la checa: «A sus compañeras de calabozo las alienta a sufrir por Dios, las edifica a todas con su paciencia y unión a la Voluntad Divina, siempre la ven rezan­do, siempre en oración… Poco a poco van llamando a las detenidas a declarar. A unas las dejan en libertad, a otras las fusilan. La Hna. María Cecilia se va despidiendo de ellas con tristeza. Teme quedarse sola. Les asegura que cuando le llegue su turno no ocultará que es Religiosa. Y es consciente de lo que esa afirmación supone en esos precisos momentos. En efecto, una marca roja aparece junto a su firma en la declaración que hace en la cárcel. Es la señal de los condenados a muerte».

Los cadáveres de las otras seis salesas fueron localizados en el cementerio de la Almudena y trasladados a la cripta del monasterio, donde se veneran. El de la hermana María Cecilia fue localizado gracias al testimonio de una mujer que, buscando el cadáver de su marido, había visto en el juzgado de Vallecas una cruz atravesada por una bala idéntica a la de las salesas.

Un comentarista desde Argentina escribe: «Tuve la gracia de visitar el altar donde se veneran las reliquias de estas siete mártires, y de tener la cruz perforada por la bala en mis manos… Fue un día que nunca olvidaré».

En el registro del cementerio de Vallecas (Causa general, legajo 1508, expediente 3, folio 66, aparece una mujer de 30 años cuyo cadáver apareció el 23 de noviembre, y al que «se le encontró dos crucifijos, un escapulario, un rosario, una faltriquera conteniendo una bolsa con unos peines».

El fraile que dijo a su madre que se alegrara

Jaume Nàjera Gherna (fray Alexandre de Barcelona), sacerdote capuchino barcelonés de 26 años, del convento de Manresa, fue detenido el 23 de noviembre de 1936 y tras pasar por la checa de San Elías, ejecutado en el cementerio de Montcada (la información publicada antes de la beatificación, como se ve en la imagen, señala el 24 como día de su muerte, no obstante lo incluyo aquí porque en el resto de citas se supone que lo mataron el mismo día de la detención). La frase que escribió a su madre de que se alegrara por tener un hijo mártir fue citada por el cardenal Angelo Amato en la beatificación.

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