Autor de Holocausto católico: sigue habiendo odio a la religión Publico esta entrevista sobre Holocausto católico de 2013, para resaltar que los mártires son ejemplo para la reconciliación y el perdón frente al odio


El mártir Juan Huguet con su familia.
El mártir Juan Huguet con su familia.

Recupero esta entrevista que publicó Hispania Martyr  sobre Holocausto católico (salvo lo relativo a la foto de portada), para resaltar que los mártires son el mejor antídoto contra el odio y ejemplo de perdón y reconciliación.

Santiago Mata, doctor en Historia y periodista, acaba de publicar Holocausto católico (La Esfera de los Libros), donde recoge la historia personal de cientos de ellos: sus orígenes, su vocación, su muerte ejemplar. Pero sólo -precisa- de aquellos que «después de la ceremonia del 13 de octubre, habrán sido beatificados: son 1.523».

-Y algunos, de antes de la Guerra Civil…
-De ellos, 13 fueron asesinados en la Revolución de 1934 (mal llamada de Asturias: uno fue asesinado en Palencia y otro en Cataluña) y 1.510 en la Revolución de 1936, es decir, durante la Guerra Civil Española. Naturalmente, hubo muchos más mártires que los que han sido beatificados.

-¿Quiénes fueron los primeros?
-Entre los beatificados, el más tempranamente asesinado fue el marista Plácido Fábrega Juliá (hermano Bernardo), al que mataron en un pueblo de Palencia el 6 de octubre de 1934. Los primeros de la Guerra Civil son nueve religiosos asesinados el 20 de julio de 1936: tres carmelitas descalzos en Barcelona; dos dominicos, un hermano de La Salle y dos hermanas de la caridad en Madrid, más un salesiano en Sevilla.

-¿Y los últimos?
-El obispo de Teruel, Anselmo Polanco, y su vicario general, Felipe Ripoll Morata, ejecutados el 7 de febrero de 1939.

-Sorprende la rapidez con la que comienzan las masacres…
-Los primeros martirios son inmediatos al estallido de la violencia revolucionaria -sea la de 1934 o la de 1936-, ya que el odio a la religión era parte de su sustancia, y solo termina con el fin de la Guerra. En consecuencia, a mayor virulencia revolucionaria, más martirios, y por eso el mayor número tiene lugar dentro del año 1936: en los primeros meses, con el goteo de redadas y asesinatos a manos de patrullas policiales, en los últimos, con las sacas masivas.

-¡Es fuerte hablar de «holocausto», como el título de la obra…!
-Empleo ese término en un sentido religioso, que nada tiene que ver con sucesos posteriores de tipo ideológico-político o racista, como es en concreto el holocausto de los nazis contra los judíos.

-¿Puede explicar ese sentido religioso del término?
-En primer lugar, holocausto en griego significa «todo quemado» y eso se pretendió en la Revolución española: borrar todo rastro de la religión católica, lo cual se manifestó no solo por medio de los asesinatos, sino por el fuego.

-Templos quemados, archivos y obras de arte…
-La expresión «lo quemaron todo» aparece literalmente en cientos, por no decir miles, de documentos que relatan lo sucedido en las iglesias. En segundo lugar, desde el punto de vista subjetivo, el mártir se ofrece a Dios «en holocausto» o sea como sacrificio, para expiar sus pecados y los de los demás, incluidos los que le matan.

-¿Ellos lo veían así también?
-Algunos utilizan ese término en sus cartas de despedida, por ejemplo el hermano Aurelio Ángel Boix Cosials, que con otros 17 benedictinos de El Pueyo será beatificado este domingo, escribió a sus padres: «Considero una gracia especialísima dar mi vida en holocausto por una causa tan sagrada, por el único delito de ser religioso». O sea que no están copiando a los judíos ni a nada de lo que sucederá posteriormente, no es una expresión política, racial, etc, es vocabulario religioso.

-El sacrificio…
-Personalmente, y este es el tercer punto, pienso que se puede hablar particularmente de Holocausto en el caso de los mártires del siglo XX en España porque, al igual que las víctimas de los holocaustos de la Antigua Ley, para las que Dios exigía que fuera un cordero «sin mancha» (perfecto: quedaba inservible un corderillo por ser moteado o tener una pata lastimada), no valía cualquier animal; pues para ser beatificados, en este caso, no vale cualquier mártir, sino un tipo de mártir muy especial: aquellos que no tuvieran ni una mota por la cual se les pudiera acusar, siquiera como sospecha, de haber tomado parte en la guerra, ya sea activamente, o por haber manifestado adhesión a los nacionales, etc.

-No hay «contaminación» política…
-No hablamos de mártires «normales», aquí se ha hecho una criba, cediendo a las exigencias del «qué dirán» en el mejor de los sentidos (para no herir sensibilidades), beatificando solo a una parte muy pequeña de los que se podría beatificar.

-Que son ¿cuántos?
-No tiene sentido hacer estadísticas sobre los 1523 beatificados si no sabemos en qué medida sus proporciones se corresponden con las de los mártires. De 13 obispos que fueron asesinados (doce más un administrador apostólico), están beatificados 9 (casi el 70%), de 286 religiosas, están beatificadas 157 (54%), y de 2.373 religiosos, están beatificados 1.139 (48%); pero de 4.087 sacerdotes seculares asesinados durante la Revolución, solo están beatificados 161, que no suponen ni el 4%… Y solo hay 60 laicos beatificados, lo que, si suponemos que como mínimo fueran mártires 10.000, supondría el 0,6%.

-¡Una llamativa divergencia!
-Las cifras que se suelen dar para la persecución religiosa se limitan a los 2.659 religiosos (de ambos sexos) y 4.100 clérigos seculares (obispos, sacerdotes y seminaristas) asesinados, que suman 6.759 personas consagradas, según el cálculo presentado en 2001 por Ángel David Martín Rubio, corrigiendo ligeramente el dato de 6.832 presentado en 1961 por Antonio Montero.

-¿Quiere decir que hay muchos más?
-La parte del león, los laicos, siguen siendo ignorados casi por completo, a punto de cumplirse ochenta años del comienzo de la Revolución. Y eso que, para Pío XI, según escribió en la encíclica Divini Redemptoris del 19 de marzo de 1937, lo más llamativo era que el furor comunista no se había limitado a matar a obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, buscando de un modo particular a aquellos y a aquellas que precisamente trabajaban con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, además, había matado a un gran número de seglares de toda clase y condición «asesinados en masa» -dice el Papa- «por el mero hecho de ser cristianos».

-Pero no han seguido el mismo proceso que los demás…
-Casi nadie ha hecho caso al Papa, como no sea, en cierta medida, la diócesis de Valencia en la beatificación de 2001 [habría que añadir a la de Tarragona con la beatificación de 2013 y la de Almería con la de 2017].

-Pasemos a los responsables directos de las matanzas. ¿Quiénes fueron?
-Todos los partidos del Frente Popular participaron en la violencia revolucionaria, aunque las ejecuciones correspondan mayoritariamente a los grupos con más arraigo popular: la CNT (que no era un partido, y cuyas siglas suelen ir asociadas a la FAI) y la UGT (que aunque dependiera orgánica e ideológicamente del PSOE, era entonces mucho más activa y conocida que el partido).

-¿Tenían el control de la situación?
-Con tal de no perder el poder, y una vez decidido que fueran fuerzas partidistas y no el ejército profesional quien defendiera al gobierno, todos se subieron al carro de aplaudir al más sangriento. En Madrid todos los partidos tenían sus patrullas y checas, y querían participar en el festín de los asesinatos…y sobre todo en el festín de las incautaciones.

-¿También había un móvil económico?
-Se organizaba desde la Checa de Bellas Artes-Fomento, y el organizador de todo el cotarro, el director general de Seguridad, era Manuel Muñoz, militar y consejero nacional de Izquierda Republicana, el partido de Azaña.

-Eso, en Madrid. ¿Y en Barcelona?
-En Barcelona, si bien los matarifes eran generalmente anarquistas, cuando la FAI arrestó a 107 maristas que ya les habían pagado un rescate para salir hacia Francia en barco (el 7 de octubre de 1936, 46 asesinados esa misma noche son ya beatos), los 200.000 francos franceses que le dieron a Aurelio Fernández (consejero de Seguridad de la Generalitat, de la CNT) fueron entregados al hoy oficialmente honorable ex presidente de la Generalitat y entonces consejero de Finanzas, Josep Tarradellas.

-¿Con qué fin?
-Tarradellas no dudó en dar 100.000 al anarquista José Asens, para que comprara armas en Suiza. Cuando la policía suiza detuvo a Asens, se organizó en Barcelona la extorsión a los ciudadanos suizos, hasta que Asens pudo regresar libremente (y entonces inmediatamente los suizos fueron liberados).

-Pero entonces hay una planificación, las matanzas no son cosas de «incontrolados»…
-Todo el mundo consentía y participaba en la violencia revolucionaria -aunque luego hayan tratado de presentarlo como un fenómeno descontrolado- y todo el mundo compartía -al menos formalmente- el afán persecutorio contra la religión.

-¿Algún ejemplo más?
-Basta ver algunos de los santos y seña de la Dirección General de Seguridad para Madrid en verano de 1936, publicados por el británico Julius Ruiz: «Exterminio» (2 de agosto), «a por los frailazos» (6 de agosto), «preparaos a morir, sacristanes» (8 de agosto). Son consignas enviadas a las comisarías para circular por la noche, por lo que, como dice Ruiz, «no estamos hablando de anarquistas descontrolados, sino de policías. Son consignas del Estado, ese ambiente anticlerical es compartido por todas las organizaciones del Frente Popular».

-¿Cuáles fueron las matanzas más numerosas?
-Yo no he tratado de evaluar cuántas víctimas hubo en tales o cuales matanzas, sino quiénes son los beatificados.

-¿Pues dentro de ellos?
-Los mayores grupos corresponden a matanzas en Paracuellos de Jarama, de ahí que el día elegido por la Iglesia para celebrar cada año la memoria de los mártires del siglo XX en España sea el 6 de noviembre, fecha de la huida del gobierno republicano de Madrid y comienzo de las sacas masivas. Pero, curiosamente, no hay todavía ningún beato que fuera asesinado ese día.

-¿Cuándo empiezan?
-Hay 46 beatos fusilados en Paracuellos el día 28, y 65 el día 30 de noviembre. En total hay 130 beatos cuyos restos descansan en Paracuellos, mientras que en Montcada i Reixac (donde fueron asesinados los maristas cuyo «rescate» se quedó Tarradellas) hay 66. En las calles de Madrid murieron otros 130 beatos, mientras que 81 lo fueron en las de Barcelona, en Barbastro (Huesca) lo fueron 70, en el picadero del cuartel de Paterna (Valencia) 56, mientras que en otras calles y playas de Valencia murieron 25; en las de Tarragona 27; en las calles de Toledo 32; en el cementerio madrileño de Vicálvaro, 24.

-¿Y en la matanza del llamado «tren de la muerte», que estudió usted en una obra anterior?
-Sí, el 12 de agosto de 1936 tuvo lugar en Vallecas (Madrid) el mayor fusilamiento público de la Guerra Civil, presenciado por más de un millar de personas, y de los 196 allí asesinados se beatifica ahora a dos personas: el obispo de Jaén y su vicario.

-¿Más casos masivos?
-El 6 de diciembre de 1936 fueron asesinadas 303 personas en las cárceles de Guadalajara, y de ellos han sido beatificados 11 religiosos. De las 70 personas asesinadas en los barcos prisión de Bilbao el 25 de septiembre de 1936, se beatifica ahora a un único religioso. También hay un único beato, esta vez laico -el valenciano José María Corbín Ferrer-, de las 156 personas asesinadas el 27 de diciembre de 1936 en el barco prisión Alfonso Pérez, en Santander. De los 74 sacerdotes y religiosos fusilados el 20 de agosto de 1936 en la prisión de Lérida, solo 8 han sido beatificados. Y así sucesivamente.

-¿Cuál era la actitud de los mártires en el momento de ser detenidos?
-Todos los que han sido beatificados confesaron, en el momento de su detención, su condición de católico, clérigo o religioso.

-¿Y en el momento de la muerte?
-También la aceptaron como la voluntad de Dios, uniéndose al sacrificio de Cristo. Esto que, para cualquiera en el momento de la muerte, le supone merecer el cielo, a ellos, por ser la causa de su muerte el odio a la fe, les da el título de mártires.

-¿Qué hacían los asesinos ante esa actitud?
-Esa resignación y valentía les impresionaba muchas veces. Sin ir más lejos, el del primer beato asesinado en Menorca, el joven sacerdote Juan Huguet, al que beatifican ahora en Tarragona, dijo antes de morir: «No puedo apartar de mi mente a aquel joven sacerdote que yo maté».

-Es decir, algunos se arrepintieron de lo que habían hecho…
-La admiración no siempre implica arrepentimiento, por ejemplo un miliciano de Fuenlabrada contó: «Hemos matado a los frailes de Griñón, pero han sido más valientes que jabatos, pues les mandamos dar un viva a Rusia y nos han contestado: “¡Viva Cristo Rey!”. Eso solo bastaba para que los hubiésemos matado». Algo semejante sucedió con dos mercedarios de El Olivar (Teruel), de quienes sus asesinos dijeron: «Los dos legos que hemos matado, los hemos matado porque eran estúpidos, porque no querían renegar de la fe y no querían blasfemar de Dios como nosotros les exigíamos y ellos respondieron con un ¡Viva Cristo rey! y esto repetidas veces. No hay Dios, pero si hubiese estos son dos santos».

-¿Existen notas escritas dejadas por los mártires antes de morir?
-Muy pocos tuvieron ocasión de escribir, pero quienes lo hicieron se despidieron de sus familiares, seres queridos o compañeros de congregación.

-¿Puede leernos algún pasaje?
-Un ejemplo es el del laico Francisco de Paula Castelló Aleu, en Lérida, que escribió a su novia: «¡Pobre Mariona mía! Me acontece una cosa extraña. No puedo sentir aflicción alguna por mi muerte. Una alegría extraña, interna, intensa, fuerte, me invade todo. Me siento envuelto en ideas alegres como un presentimiento de la Gloria. Quisiera hablarte de lo mucho que te he amado y de la ternura que te reservaba, de lo felices que hubiéramos sido. Pero para mí todo eso es secundario. He de dar un gran paso. Una sola cosa he de decirte: cásate si puedes. Yo desde el Cielo bendeciré tu unión y tus hijos. No quiero que llores, no lo quiero. Debes estar orgullosa de mí. Te amo».

-¿Se les torturó para que abjurasen?
-Torturas hubo todas las imaginables -y cuando digo todas, es todas-, a veces exigiendo una blasfemia, lo cual no implica que, en caso de blasfemar, la persona fuera a quedar en libertad, pues el odio era tal que de todos modos los iban a matar. Pero lo cierto es que ninguno de los beatificados -lógicamente- blasfemó.

-¿Quiere destacar alguna historia en particular?
-Un ejemplo es el calvario sufrido por Miguel Beato Sánchez, de veinticinco años, coadjutor de La Villa de Don Fadrique (Toledo), que, iInvitado a blasfemar, respondió: «Viva Cristo Rey». Con la túnica de Jesús Nazareno y un trozo de columna en los hombros, le llevaron haciendo el viacrucis por la iglesia. Le apalearon, le encerraron en una pocilga para hacerle renegar y, exasperados, decían: “¿Va a poder él más que nosotros?”. No conseguían que pisara un crucifijo y le cortaron la lengua. Un amigo se acercó a decirle: «Miguelillo, di lo que te dicen, si no, te van a matar, lo dices con los labios aunque Dios sabe que tú no lo dices de verdad, Él no te lo tomará en cuenta». Miguel alzó su vista al cielo y dijo: «No puedo». Los verdugos dirán que ellos querían salvarle, pero que se ganó la muerte por no ceder. Hasta 17 personas intervinieron en las torturas, que se alargaron durante tres días.

-Hoy parece imposible que se repitan aquellas circunstancias…
-Al contrario, la Iglesia siempre estará perseguida -ciertamente, no en todas partes y con esa virulencia-, de modo que lo primero es pedir la gracia de estar dispuestos a tener esa fortaleza en la fe.

-¿Es ése el mensaje de los mártires?
-El mensaje es siempre que lo que no puede la debilidad humana, lo puede la gracia de Dios si se pide con humildad. Y, entre las cosas difíciles, la más difícil no es dejarse matar, sino perdonar al que te odia. Y eso, odio a la religión, sigue habiendo mucho, pero que mucho, en España.

-¿Cuál de los mártires que ha estudiado le impactó más?
-Todos en conjunto, porque ningún santo tiene todas las virtudes cristianas, pero cuantos más conoces, más efectos diversos de la gracia ves. Por así decirlo, cada santo refleja el rostro de Cristo, pero cada uno desde una distinta perspectiva. El mismo Cristo no tiene una conducta monótona, ni sus virtudes se muestran de la misma forma.

-¿A qué se refiere?
-Ejerce una ira santa al fustigar a los vendedores del templo, pero se muere de miedo en el Huerto de los Olivos. Y es el mismo Dios y la misma Persona. De algún modo cada mártir es una tesela de un mosaico, en el que ves reflejado el rostro de Cristo y comprendes cómo seguirle en mil circunstancias distintas. Por supuesto, cada cual puede tener devoción a un único mártir, el que más le acerque a Cristo, o a varios.

-Y hay donde elegir…
-Pero yo creo que cuantos más se conozcan mejor, porque la gracia no actúa nunca de forma monótona. Por eso no pienso que 522 beatos -o los 1523 del total- sean muchos, y me parece que dejar de interesarse por ellos es renunciar a unas gracias que Dios nos quiere dar por intercesión de estos mártires.

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