Uno de los tópicos más repetidos sobre la guerra civil es el de que la Iglesia la consideró como una cruzada. En la Carta Colectiva que fecharon el 1 de julio de 1937, sin embargo, los obispos españoles rechazaron esa denominación. Aquí el párrafo en cuestión.
La Carta Colectiva de los obispos de España
Tras las intervenciones pontificias, este parece que debería ser el texto más estudiado para saber cómo interpretaba la Iglesia el contexto en el que sucedieron las matanzas de cristianos: La guerra, la revolución, la persecución religiosa. Aquí va el texto con el ruego de que, antes de juzgarlo, lo lean.
Y como ejemplo de hasta qué punto se juzga sin leer, aquí va el párrafo sobre las cruzadas (las negritas las he puesto yo):
“Y es tal la condición humana y tal el orden de la Providencia- sin que hasta ahora haya sido posible hallarle sustitutivo- que siendo la guerra uno de los azotes más tremendos de la humanidad, es a veces el remedio heroico, único, para centrar las cosas en el quicio de la justicia y volverlas al reinado de la paz. Por esto la Iglesia, aun siendo hija del Príncipe de la Paz, bendice los emblemas de la guerra, ha fundado las Ordenes Militares y ha organizado Cruzadas contra los enemigos de la fe.
No es este nuestro caso. La Iglesia no ha querido esta guerra ni la buscó, y no creemos necesario vindicarla de la nota de beligerante con que en periódicos extranjeros se ha censurado a la Iglesia en España. Cierto que miles de hijos suyos, obedeciendo a los dictados de su conciencia y de su patriotismo, y bajo su responsabilidad personal, [se] alzaron en armas para salvar los principios de religión y justicia cristiana que secularmente habían informado la vida de la Nación; pero quien la acuse de haber provocado esta guerra, o de haber conspirado para ella, y aun de no haber hecho cuanto en su mano estuvo para evitarla, desconoce o falsea la realidad.
Esta es la posición del Episcopado español, de la Iglesia española, frente al hecho de la guerra actual. Se la vejó y persiguió antes de que estallara; ha sido víctima principal de la furia de una de las partes contendientes; y no ha cesado de trabajar, con su plegaria, con sus exhortaciones, con su influencia, para aminorar sus daños y abreviar los días de prueba.
Y si hoy, colectivamente, formulamos nuestro veredicto en la cuestión complejísima de la guerra de España, es, primero, porque, aun cuando la guerra fuese de carácter político o social, ha sido tan grave su represión de orden religioso, y ha aparecido tan claro, desde sus comienzos, que una de las partes beligerantes iba a la eliminación de la religión católica en España, que nosotros, Obispos católicos no podíamos inhibirnos sin dejar abandonados los intereses de nuestro Señor Jesucristo y sin incurrir [en] el tremendo apelativo de canes muti, con que el Profeta censura a quienes, debiendo hablar, callan ante la injusticia; y luego, porque la posición de la Iglesia española ante la lucha, es decir, del Episcopado español, ha sido torcidamente interpretada en el extranjero: mientras un político muy destacado, en una revista católica extranjera la achaca poco menos que a la ofuscación mental de los Arzobispos españoles, a los que califica de ancianos que [se] deben al régimen monárquico y que han arrastrado por razones de disciplina y obediencia a los demás Obispos en un sentido favorable al movimiento nacional, otros nos acusan de temerarios al exponer a las contingencias de un régimen absorbente y tiránico el orden espiritual de la Iglesia, cuya libertad tenemos obligación de defender”.
Pienso que la lectura de este texto es oportuna precisamente hoy, cuando la Conferencia Episcopal va a presentar los actos en torno a la beatificación de mártires de la guerra civil (“del siglo XX”). Me despido como siempre pidiendo a esos mártires y a su Reina que nos echen una mano para aprender de su ejemplo en vez de perder tiempo y fuerzas en discusiones basadas en buena medida en la ignorancia.
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Pues es claro que dicen es una cruzada, gracias a Dios eran heroicos hasta el martirio.