Seis mártires del siglo XX en España nacieron un 4 de marzo: un sacerdote secular tarraconense, un coadjutor salesiano salmantino, un leonés miembro de la orden seglar dominicana, más un marista madrileño, otro burgalés y otro palentino.
Lo descubrieron en el balcón, le obligaron a bajar y lo mataron en el portal
Lluís Janer Riba, sacerdote de 56 años y natural de Pontils (Tarragona), tenía el cargo de «monje sacristán de la catedral de Tarragona», ciudad donde fue asesinado el 23 de julio de 1936 y beatificado en 2013. Es el primer mártir beatificado que murió en dicha provincia. Según Francesc Basco Graciá, “vivía en una casa de la plaza del Fórum. Tres milicianos lo descubrieron en el balcón, le obligaron a bajar a la calle y a quitarse la sotana. Le dispararon a quemarropa y cayó en el portal de su casa. Ensotanado y ensangrentado, arrastraron sus restos hasta un montón de escombros para que se lo llevara el carro de la basura”.
Basilio Nicolás de la Torre Merino, de 44 años y natural de Béjar (Salamanca), era salesiano coadjutor de la comunidad del colegio de San Juan Bautista de Estrecho o Cuatro Caminos en Madrid, fue asesinado el 8 de agosto de 1936 y beatificado en 2007. Huérfano de madre a los cuatro años, fue acogido como niño pobre en el recién fundado colegio salesiano de San Francisco de Sales de Béjar. De allí pasó al colegio de Sarriá (Barcelona), a la escuela de Aprendices de Oficios, pues deseaba ser zapatero. En Sarriá, como maestro de oficios, se hizo hermano coadjutor salesiano. Es el segundo de los cuatro salesianos asesinados de la comunidad de Estrecho, después de Sabino Hernández, que lo fue el 28 de julio.
Por tener una hija monja
Antero Mateo García, de 61 años y natural de Valdevimbre (León), fue asesinado en Barcelona el 8 de agosto de 1936 y beatificado en 2007. Era el mayor de nueve hermanos, se casó en 1902 y emigró con su famila a Barcelona en 1916, trabajando en el ferrocarril. Uno de sus ocho hijos fue dominico y una hija carmelita descalza. Él y su mujer eran de la orden seglar dominicana. El 6 de agosto de 1936 fue a la estación de Francia a recoger a su mujer y la hija carmelita, que llegaban de Valencia con otras dos religiosas. Aunque dejaron marchar a sus familiares y a él lo mandaron incorporarse a su trabajo en la estación del Norte, el 8 de agosto no volvió a casa: al anochecer, un grupo de milicianos lo sacó de su lugar de trabajo y lo condujo a Sant Andreu de Palomar, donde lo mataron bajo el puente llamado del Dragón.
No tenían valor para matar a uno de los suyos
Casimiro González García (hermano Crisanto), marista de 39 años natural de Torrelaguna (Madrid), fue asesinado el 27 de agosto de 1936 en Mas del Pastor (Fontdepou, Lleida) y beatificado en 2013. Era el encargado de los juniores en el centro de formación marista en Les Avellanes (Lleida). Tomó el hábito en 1915, trabajando en varias escuelas hasta que en 1935 le confiaron la formación de los aspirantes, a los que en agosto de 1936 puso el comité revolucionario de Balaguer en residencia vigilada, en casas de familias y granjas en Tartareu. El hermano Crisanto tenía que presentarse dos veces al día a firmar en el ayuntamiento de Tartareu, cuyos habitantes, profundamente cristianos, acogieron con simpatía a los maristas. Un aspirante recuerda del hermano Crisanto: “En las conversaciones nos decía: Me van a matar, y llorando nos abrazaba. Rezad mucho por mí; ya han firmado mi sentencia de muerte. Notábamos que cada día que pasaba las manifestaciones de cariño para con nosotros eran más fuertes”. Un mozo del pueblo le propuso un escondite seguro, a lo que repuso: “Te lo agradezco; si es necesario, entregaré gozosamente mi vida para salvar a mis niños”.
El 25 de agosto, fue a visitar a los hermanos, que también le propusieron esconderse y huir, lo que también rechazó: “He dado mi palabra, he prometido presentarme todos los días ante el Comité, y así lo haré. No huiré, aunque vengan para matarme. Tengo la obligación de acompañar a estos jóvenes que los superiores me han confiado. Por otra parte, no quiero comprometer a esta gente que nos ha acogido tan generosamente. Si me matan será por el único motivo de ser religioso marista y por cumplir con mi deber. ¡Si así acontece me considero feliz! ¡Cómo voy a abandonar a mis queridos aspirantes! Mientras viva, y con la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen, cuidaré de todos ellos”.
El día 27, hacia mediodía, un grupo de milicianos denominados por los testigos “extranjeros” entró en Tartareu. El informe (“estado 1”) que firman para la Causa General el alcalde Domingo Garrós y el secretario José Pilós el 15 de noviembre de 1938 dice “que dijeron ser del Comité que actuó en Estopiñán y Alguaire”, es decir, los que el 11 de agosto mataron a los fugados hermanos Emiliano, Andrés y Timoteo. La gente del lugar avisó al hermano Crisanto para que se escondiese. Respondió que no podía separarse de los jóvenes aspirantes y de inmediato fue al puesto de policía donde los milicianos del comité “extranjero” lo estaban esperando. Ante ellos imploró por su vida: “Por el amor de Dios, no me matéis, dejadme estar al cuidado de mis jóvenes”. Los forasteros obligaron a los milicianos del pueblo a retirarse, según recuerda un testigo: “Al saber que yo tenía una camioneta me ordenaron que la pusiese a su disposición. Poco después, el hermano Crisanto, regresó acompañado por milicianos anarquistas y por tres miembros del comité local. El hermano, sonriente y tranquilo, decía adiós a las personas más cercanas. El pueblo estaba afligido pensando que el hermano había caído en manos de semejantes salvajes. El jefe de los milicianos extranjeros, dándose cuenta de ello, amenazó a la población con su fusil y dio orden de manera brutal a toda la población de volver a sus casas.
Llegados a una distancia de trescientos metros más allá del Mas del Pastor, los milicianos condujeron al hermano Crisanto hacia un barranco y luego invitaron a los tres miembros del Comité de Tartareu a que disparasen. Estos rehusaron, diciendo que no tenían valor para matar a uno de los suyos. Inmediatamente, se oyeron unos disparos, mientras nosotros volvíamos la espalda para no presenciar el asesinato. Cuando regresaron, los asesinos nos enseñaron los objetos que habían tomado al Servidor de Dios, un reloj, una pluma y algunas monedas”. Asesinado al final de la mañana, el hermano Crisanto es enterrado en el pueblo por la tarde. Los milicianos obligaron a los labradores del lugar a hacerlo, amenazándoles con el mismo castigo si no lo hacían. Estos labradores observaron que la mano derecha del hermano Crisanto apretaba un trocito de madera que con los dedos tenía forma de cruz. Exhumado en 1940 y en 1967, la mano, que sujetaba todavía entre los dedos el trocito de madera, seguía intacta, cubierta de piel y de pelo. Tras dispararle siete u ocho tiros, quienes le fusilaron volvieron a disparar, según dijeron, “¡para que no se nos escape!”. Quienes sí escaparon fueron los aspirantes que estaban a su cargo, así como los novicios, que el 5 de octubre pasaron a Francia conducidos por el hermano Moisés Félix, el colaborador más cercano del hermano Crisanto.
Dos de los maristas cuyo rescate se gastó en armas el honorable Tarradellas, asesinados el 8 de octubre de 1936 en el cementerio de Montcada i Reixac (Barcelona) y beatificados en 2007, cumplían años el 4 de marzo: Néstor Vivar Valdivielso (hermano Alberto María), de 26 años y natural de Estépar (Burgos), y Lucio Izquierdo López (hermano Ángel Andrés), de 37 años y natural de Dueñas (Palencia).
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