Del 4 de enero de 1937 está beatificado un mártir marista muerto en la madrileña prisión de Porlier: el hermano Euquerio Llanillo García, de 22 años, ejemplo de que para ser mártir no hay que haber muerto violentamente, basta que el odio a la religión haya acortado notablemente la duración de la vida.
Arrestado por religioso, confinado por enfermo en un sótano húmedo
Llanillo trabajaba (como los hermanos Benigno José y Adrián, asesinados el 11 de agosto) en el “externato Chamberí” de la calle Cisne (hoy Eduardo Dato). Euquerio se refugió en un hotel con un familar suyo (tuvo dos hermanos que eran también maristas: José -hermano Fidel-, fallecido en 1988 en Sigüenza, y Ananías, que fue director del colegio Cervantes de Córdoba), hasta que el 30 de agosto unos policías llamaron al director del hotel para verificar una lista de nombres y a continuación lo arrestaron a él y a los maristas. Los llevaron a la Dirección General de Seguridad y de ahí a Porlier. El superviviente contó que “de milagro, escapamos a varias redadas y salvamos la vida. Alrededor de Navidad de 1936, mi hermano cayó gravemente enfermo por causa de las privaciones. Un médico, que también estaba detenido, le diagnosticó una grave enfermedad, pero no se podía hacer nada. Por miedo a contagio, al médico y a mí, para cuidar a mi hermano, nos trasladaron a un sótano húmedo. Sin comida, sin medicamentos, sin ropa, mi hermano deliraba, y deliró hasta alrededor de las nueve, perdió conocimiento y murió sin recibir atención médica alguna”.
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