Cinco trapenses ahogados y el mártir que rezaba el Vía Crucis Cinco trapenses ahogados son los mártires del 4 de diciembre de 1936. Es además aniversario de nacimiento de cuatro mártires del siglo XX en España.


El 4 de diciembre de 1936 fueron asesinados, ahogándoles en la Bahía de Santander, cinco trapenses de la abadía de Cóbreces, cuyos martirios fueron reseñados al hablar de sus compañeros el 3 de diciembre. En Wiki Martyres puede leerse la página sobre esta causa. Los cinco del día de hoy son (todos religiosos profesos, menos el que comparte apellido con el autor de esta noticia, que era novicio): Ezequiel Álvaro de la Fuente, Eulogio Álvarez López, Robustiano (fray Bienvenido) Mata Ubierna, Jacinto (fray Eustaquio) García Chicote, Francisco (fray Ángel) de la Vega González.

Además, cuatro mártires nacieron un 4 de diciembre: un sacerdote diocesano, Rafael Martí Figueras (regente de Cabra del Camp, Tarragona), el marista estellés Félix Ayúcar Eraso (hermano Félix León), el sacerdote agustino Nicolás de Mier y el claretiano Joaquín Gelada.

Todos lo tenían por santo
Martí, beatificado el 13 de octubre de 2013, había nacido en Tarragona en 1878. Contaba por tanto 57 años en el momento de su martirio, el 30 de julio de 1936. Se había ordenado en 1902. Cuando le decían que se ahorrara el esfuerzo que ponía en los actos litúrgicos -todas las tardes hacía el Via Crucis-, dado que asistía poca gente, contestaba: “Sólo cumplo con mi deber”. Pasaba muchas horas ante el Santísimo y todos lo tenían por santo. Al estallar la guerra, el comité le mandó salir del pueblo, indicando que le llevarían donde quisiera. Eligió la casa de la familia Batet en Tarragona, calle de Augusto número 8, y allí le dejaron. Pero algún vecino debió delatarlo, pues fueron a detenerle y lo mataron.

El hermano Félix León, de 24 años, y su hermano menor Feliciano (hermano Ramón Alberto, de 20 años), fueron dos de los 46 beatos maristas martirizados en la madrugada del 8 de octubre en Montcada i Reixac, cuyo rescate se quedó Tarradellas (después de que la CNT-FAI los capturara rompiendo lo estipulado). Fueron beatificados el 28 de octubre de 2007.

Nicolás de Mier Francisco, Palentino de Redondo, contaba 32 años cuando lo fusilaron el 21 de septiembre de 1936 en la tapia del cementerio de Cuenca, junto con el también sacerdote agustino Jacinto Martínez Ayuela, de 54 años y palentino de Celadilla del Río.

Joaquín Gelada Hugas, sacerdote claretiano de 54 años y natural de Olot (Gerona), fue asesinado con otros dos claretianos (Isaac Carrascal y Félix Barrio) en Torrelavega (Cantabria) el 14 de octubre de 1936 y beatificado en Barcelona el 21 de octubre de 2017, ocasión en que se relató así su martirio:

El día 22 de julio de 1936 se refugió en el asilo de las Siervas de Jesús, en la casa que ocupaba el hortelano, donde ya estaba el P. Carrascal. Al mes siguiente se les unió el H. Barrio. Después de unos días se instalaron en un edificio separado del asilo, llamado “La Providencia”, empleado para albergar niñas cuando eran muy numerosas. Aquí seguían haciendo vida religiosa con las prácticas propias del convento, con sus horario, silencio, ayunos y vida austera. Incluso practicaron los Ejercicios Espirituales previstos, con aislamiento total, sin recibir noticias, como si estuvieran en otro mundo. Y no estaban ociosos. El P. Gelada con escoba y trapo se dedicaba a hacer limpieza. Allí se sentía feliz y deseaba padecer. Este tiempo fue empleado para una preparación inmediata al martirio.

El día 13 de octubre celebró la última misa. Hacia las 11 de la mañana vinieron a prender a los Padres y Hermano muchos milicianos, capitaneados por los cabecillas Segundo Doval, Antonio Fernández, Manuel Rodríguez, (a) el novelista, Aurelio Ortiz, (a) el hijo de la madre, y José (a) el chicharrillo, para lo cual acordonaron toda la finca del asilo. Dos de ellos subieron al recibidor, enseñando sus carnets de policías, y preguntaron por los tres Religiosos por sus propios nombres. Al ver esto los Misioneros se deslizaron por una senda hasta la casa del hortelano. Hasta allí fueron los milicianos pistola en mano por el miedo que tenían. El P. Gelada pidió que le dejaran subir a coger ropa. Ellos se resistían, pero él les dijo:

Palabra de honor que vuelvo en seguida. Y le dejaron subir.

Entonces las religiosas fueron al recibidor y las dio la absolución. El P. Gelada fue a donde estaban los otros dos y los milicianos hicieron un registro minucioso del asilo. Cuando prendieron a los tres Misioneros hicieron tres disparos y el Noval desde el coro de la iglesia del asilo dijo:

Ya hemos cazado a los tres pájaros.

Se los llevaron con los brazos en alto acompañados de un tropel de gente. Les condujeron a la cárcel, instalada en el convento de las Monjas Clarisas, a las que habían expulsado, y los metieron en el coro de la iglesia.

El día 14 de octubre de 1936, a eso de la una de la madrugada, D. Antonio Martínez Arizmendi, mecánico, fue obligado a conducir el coche en el que estaban los tres religiosos y otros tantos milicianos. Estos, durante el trayecto que duró una hora, no dejaron de insultar e incluso llegaron a golpear a los prisioneros, que lo soportaban todo con humildad y en silencio. También repetidas veces intentaron hacerles cambiar de vida, apostatar de su condición por lo cual podrían volver a sus casas. Uno de ellos [el padre Carrascal, supone el relato] respondió en nombre de todos:

Eso jamás. Antes morir que hacer lo que se nos pide.

Después de tan pesado viaje llegaron a la ermita de Jesús del Monte. Los milicianos hicieron descender a los tres religiosos y al chófer le mandaron que diera la vuelta al coche en dirección a Santander. Avanzó unos cuatrocientos metros y escuchó una serie de disparos. Cuando al volver tomó a los milicianos estos le amenazaron de muerte si revelaba algo de lo sucedido. Lo que ocurrió fue que los prisioneros fueron entregados a otro grupo de milicianos que los fusilaron cerca de Torrelavega, pues sus cadáveres fueron encontrados en el km. 4 de la carretera de Sierrapando a La Cavada, dentro del término municipal de Torrelavega.

El P. Gelada no llevaba documentación por lo cual le hicieron una fotografía que fue unida al acta de defunción. Su cadáver fue identificado porque llevaba la ropa marcada con el n. 5. En un bolsillo le encontraron un rosario corriente de madera, un lápiz pequeño corriente, pañuelos de bolsillo también marcados con el n. 5 y pendiente del cuello tenía un crucifijo colgado con una cadena de metal blanco. Fue enterrado en el cementerio de Torrelavega.

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