La gente recogía piedras con su sangre para conservarlas La devoción a Antonio Capdevila, mártir claretiano, empezó justo tras su ejecución, cuando la gente recogió piedras con su sangre


Seis mártires del siglo XX en España nacieron un 27 de febrero: un claretiano ilerdense, una carmelita misionera gerundense, dos párrocos almerienses, una hermana de la Caridad cacereña y un marista burgalés.

Pidió que le dejaran rezar para prepararse a morir

Antonio Capdevila Balcells, claretiano de la comunidad de La Selva del Camp (Tarragona), tenía 42 años (nació en 1894 en L’Espluga Calba, Lleida), fue asesinado el 24 de julio de 1936 en Vimbodí y beatificado en 2013 en Tarragona. Fue el primero en morir de los claretianos beatificados hasta 2017, cuando fue beatificado Federico Codina Picasso, a quien mataron el 21 de julio.

Había sido sastre en el colegio de Cervera y profesor en otros centros claretianos. El 23 de julio, llevó al anciano y enfermo hermano Ramón Garcés al Asilo de las Hermanitas de Reus. Al regresar, con el propósito de ir hasta Mollerusa, fue detenido el día 24 en la estación de Vimbodí. Lo pasearon por las calles hasta el Comité, le robaron el dinero que llevaba y a eso del mediodía lo condujeron hasta el lugar llamado el Puntarró, unos 500 metros en dirección a Lleida. Pidió el Hermano que le dieran un tiempo para prepararse a bien morir; se descubrió con toda naturalidad la cabeza y oró breves instantes encomendando su alma a Dios. Cuando hubo terminado, con la misma calma, avisó a sus verdugos. Una ráfaga de disparos lo abatió por tierra. Gentes del lugar recogieron y guardaron con veneración pequeñas piedras salpicadas con la sangre de quien consideraban mártir.

Las cuatro mártires carmelitas misioneras
Teresa Subirá Sanjaume (hermana Esperanza de la Cruz), carmelita misionera de 61 años (nació en 1875 en Ventolá, Girona), fue asesinada el 31 de julio de 1936 en L’Arrabassada (Barcelona) y beatificada en 2007 junto con sus tres compañeras de congregación mártires.

Las carmelitas misioneras de Barcelona eran Vicenta Achurra Gogenola (Daniela de San Bernabé), de 46 años; Francisca Pons Sardá (Gabriela de San Juan de la Cruz), de 56; María (del Refugio de San Angelo) Roqueta Serra, de 58; y la hermana Esperanza de la Cruz.

La hermana Daniela había profesado sus votos perpetuos en 1921 y trabajó en Las Corts, el Seminario de la Diócesis de Barcelona, el Asilo de Badalona, la asistencia a los invidentes en el Amparo de Santa Lucía (Barcelona) y finalmente en la Casa Madre de Gracia-Barcelona, desde donde asistía a enfermos a domicilio, particularmente a una enferma grave en Pedralbes, adonde viajaba en tranvía. Precisamente en un tranvía, viajando con la hermana Gabriela, fue denunciada por un empleado de los tranvías azules. Las detuvieron y fusilaron en L’Arrabassada (Barcelona). La hermana Gabriela, que había emitido sus votos perpetuos en 1913, decía a los familiares que le proponían volver a casa, ante el clima de violencia anticlerical: “que estaba dispuesta a dar la vida y a morir con las Hermanas; que si Dios la tenía destinada al martirio, Él le daría la gracia necesaria”. Trabajó en el Hospital de Tárrega, el Asilo de Invidentes de Santa Lucía (Barcelona), Santa Coloma de Queralt, el Seminario Diocesano (Barcelona), Las Corts (Frenopático); estuvo unos años en Villa Mercedes (Argentina) y finalmente, en 1936 en la Casa Madre de Gracia-Barcelona, destinada a la enfermería a domicilio, junto con la hermana Daniela.

El mismo día, y supuestamente por el mismo comité, fueron detenidas la superiora de la Casa-Colegio de Vilarrodona, hermana Esperanza de la Cruz -había hecho sus votos perpetuos en 1902; trabajó con enfermos en Tàrrega y de Alayor (Baleares), y en la enseñanza en Sans y Vilarrodona (Tarragona)- y la hermana María del Refugio, que había hecho su profesión solemne en 1904 y trabajado en varias casas de Barcelona y Vilarrodona, donde fue vicaria del colegio; y donde las duras experiencias le hicieron pasar de ser “temerosa y acobardada ante el peligro de martirio, pero dispuesta a lo que Dios quisiera” a “desear morir por Él y pasar martirio”. Ambas fueron fusiladas también en L’Arrabassada.

Miguel Morano Sáez, natural de Purchena y párroco de Félix, tenía 41 años cuando lo mataron, el 31 de agosto de 1936, en el Pozo de la Lagarta (Tabernas) y fue beatificado el 25 de marzo de 2017 en Roquetas de Mar (siempre en Almería).

Andrea Calle González, hermana de la Caridad de 32 años (nació en Plasencia, Cáceres, en 1904), fue asesinada en Vallecas el 3 de septiembre de 1936 y beatificada en 2013 con sus dos compañeras mártires que también habían sido expulsadas de la Casa de Misericordia de Albacete, como relato en el post del 10 de enero.

Bartolomé Caparrós García, natural de Vera y párroco de Santa María de Albox, tenía 64 años cuando lo mataron en Almería el 12 de octubre de 1936, momento en que se encomendó a la Virgen, según recuerda la biografía de la beatificación (que fue también en Roquetas de Mar):

Muy odiado por los laicistas, nada más iniciarse la Persecución Religiosa celebró la Santa Misa en la capilla de la Milagrosa y consumió el Santísimo. El veintiséis de julio, tras obligarlo a desnudarse, lo apresaron. Como las milicianas buscaron su muerte, dejaron que se refugiara en Fiñana y volvieron a detenerle. Sufrió cárcel y tortura en Almería, hasta que fue martirizado en el cementerio de la ciudad a sus sesenta y cuatro años.

Don Damián Granados contaba que: « Cuando fue sacado para quitarle la vida, con toda entereza se despidió de su pariente que le acompañaba, encomendado la eterna salvación de ambos a la Santísima Virgen.»

Baldomero Arribas Arnáiz (hermano Narciso), marista de 59 años (nació en Santibáñez de Esgueva, Burgos, en 1877), fue asesinado en Santander el 1 de enero de 1937, junto con tres compañeros (ver post del aniversario) y beatificado en 2013.

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