El párroco de Cebreros precedió en su martirio a otros 64 masacrados José Moro, párroco de Cebreros, fue asesinado el 24 de julio, otros 64 feligreses lo fueron el 3 de octubre en Pelayos de la Presa


Entre los 27 mártires que fueron asesinados el viernes 24 de julio de 1936, el grupo más numeroso es el de los siete oblatos de María Inmaculada -y el mártir que fue concejal de Madrid– en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón, destacando también las tres carmelitas de Guadalajara. También mataron ese día en Madrid a los dos primeros mártires agustinos, un lasaliano y dos maristas.

Los dos primeros agustinos -asesinados en Leganés y Madrid, beatificados en 2007- eran José Joaquín Esnaola Urteaga -sacerdote guipuzcoano de 38 años- y Antonio María Arriaga Anduiza, estudiante de teología vizcaíno de 32 años.

El hermano RogacianoEl lasaliano era Ignacio González Calzada (hermano Rogaciano), de 51 años y natural de Terrazos de Bureba (Burgos). Según su congregación, «pasó los dos años últimos de su vida en la comunidad de Las Peñuelas, barrio obrero madrileño, como el de Puente Vallecas. En 1936 fueron varias veces insultados y groseramente maltratados en las calles por pobres gentes ganadas por el marxismo. La situación empeoró después de las elecciones de Febrero. La persecución estaba en el ambiente cuando el movimiento revolucionario estalló en España. Los Hermanos de Peñuelas fueron atacados sin piedad. Se afirma que el Hno. Rogaciano fue asesinado al momento de ser detenido, el 24 de julio de 1936».

Los maristas, como el anterior burgaleses y beatificados en 2013, eran Braulio Álvarez Palacín (hermano Camerino, 36 años, de Villamedianilla) y Pablo Martínez Esteban (hermano Gaspar, 38 años, de Los Balbases, ver artículos del 24 y 27 de marzo).

Rector del Carmelo israelita y traductor de Santa Teresa de Lisieux
Jaime de Santa TeresaEn Barcelona fueron asesinados, en sitios distintos, dos carmelitas descalzos beatificados en 2007. Se trata de Jaime de Santa Teresa Gascón Bordás, de 50 años y oriundo de Forcall (Castellón), y José (Romualdo de Santa Catalina) Guillamí Rodóy, septuagenario de Llançà (Girona; ver artículo de 3 de febrero). El primero murió en el Hospital de resultas de las heridas que sufrió al ser golpeado y arrastrado al salir del convento de los carmelitas de la diagonal el 20 de julio. Tras profesar en el Desierto de las Palmas en 1903, fue ordenado sacerdote en Zaragoza en 1909. Llevaba en Barcelona desde 1918; era diabético y de salud delicada.

Padre Romualdo de Santa CatalinaEl padre Romualdo de Santa Catalina, en cambio, logró salir del convento y se refugió en casa de sus padres, donde lo arrestaron dos días más tarde unos milicianos que hacían un registro. Probablemente fue asesinado en l’Arrabassada. Había profesado en 1882 en el Desierto de las Palmas y era sacerdote desde 1890. Tres años más tarde, era rector de la comunidad del Monte Carmelo en Israel y párroco de Haifa. Regresó a Barcelona en 1905, ejerciendo cargos diversos y fomentando, además de traducir, las obras de Santa Teresa de Lisieux.

Se interesó por su hermano religioso, que también fue mártir
Miguel PeiróTambién ese día murió en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) uno de los laicos beatificados, Miguel Peiró Victorí, de 49 años, de Aiguafreda (Barcelona) y beatificado en 2007. Responsable de una fábrica textil, casado desde 1915 y miembro de la orden seglar dominicana; tenía un hijo estudiante dominico, fray José, que murió en 1938, y un hermano, Ramón, que moriría mártir. Para interesarse por su hermano bajó el 24 de julio a Barcelona. Regresó al atardecer y rezó el rosario en familia. Hacia las 11 de la noche, lo apresaron en su casa. Se despidió de su esposa con un “hasta el cielo”. Poco después se oyeron unos disparos. Su mujer exigió que en el ataúd se colocara el crucifijo.

Los mataron al identificarse como frailes
En Lérida, fueron asesinados el sacerdote carmelita Juan de Jesús Vilaregut Farré -de 28 años y natural de Vic (Barcelona) y el religioso de la misma congregación Josep Olivé Vivó (Bartomeu de la Pasión), de 41 años y natural de Pla de Cabra (Tarragona), ambos beatificados en 2013. Según el obispado de Lérida -que retrasa la muerte al día 25, aquí doy por buena la fecha del buscador de la Conferencia Episcopal, los primeros días se escondieron en las huertas cercanas al convento, asistidos por algunos amigos y valedores. Después de haber buscado un refugio para el Santísimo y comunicado su escondite, decidieron buscar un refugio más seguro, y se encaminaron hacia el vecino pueblo de Alcarràs. Poco después de haber comenzado el camino se encontraron con una partida armada, que les pidió que se identificaran, y al confesar que eran los frailes de Santa Teresita, les dispararon inmediatamente.

Precedió a las 64 víctimas de la matanza de Cebreros
En la localidad abulense de Cebreros fue inmolado la víspera del patrón de España el párroco José Máximo Moro Briz, de 54 años y natural de Santibáñez de Béjar (Salamanca), hijo de un matrimonio salmantino que contará entre sus siete vástagos a dos sacerdotes -uno de ellos, Santos, ya entonces obispo de Ávila- y una monja, Modesta, que será asesinada el 30 de octubre. El que durante 10 años fuera párroco de Cebreros, fue detenido a mediodía del 24 por una veintena de milicianos de la FAI, que se lo llevaron en una camioneta. Se detuvieron en el puente de Valmoscoso, apenas a un kilómetro del centro del pueblo, en la carretera a El Tiemblo (AV-512 hoy). En la cuneta, se disparó un tiro que hirió mortalmente a un miliciano, al que Moro absolvió, al igual que perdonaba al resto mientras lo acribillaban. Eran casi las 16.30 horas. Su coadjutor desde 1928, Zacarías Cecilio Martín y Martín, sería sacado de Cebreros con otros 71 habitantes, ante la inminente entrada de los nacionales, y fusilado en Pelayos de la Presa (Madrid) el 3 de octubre, junto al puente de San Juan sobre el Alberche. Tenía 52 años y su cuerpo, como el de 44 víctimas de esa matanza el día 3, fue rociado con gasolina y quemado. Otras 19 fueron asesinadas al día siguiente en el cruce de la carretera de San Martín de Valdeiglesias con la de Extremadura y cerca del ferrocarril de vía estrecha, en Alcorcón.

El 24 de julio presenció los asesinatos de dos salesianos –Antonio Dionisio Torrero Luque, de 47 años y oriundo de Villafranca de Córdoba, y Antonio Enrique Canut Isús, de 62 años y natural de Llessui (Lleida)- en Ronda (Málaga, ver artículo del 17 de febrero); del sacerdote regente de Solivella (Tarragona), Jaume Sanromà Solé, de 56 años y natural de Vilaverd (Tarragona); en la misma provincia del claretiano Antoni Capdevila Balcells, de 42 años y nacido en L’Espluga Calba (Lleida, ver artículo del 27 de febrero); y del hermano lasaliano Marcos Morón Casas, de 37 años y natural de Noguera (Teruel), en Barcelona (ver artículo del 25 de abril).

La sublevación de civiles tradicionalistas en Solivella
En Solivella (Tarragona), los afiliados al Requeté patrullaron armados las calles del pueblo al atardecer del 18 de julio. El 19, llegaron de Tarragona dos representantes del tradicionalismo, apellidados Recasens y Virgili, pidiendo auxilio para el alzamiento, por lo que cinco vecinos marcharon a pie hacia la capital, siendo detenidos en un control de milicianos en Valls, e internados en un barco prisión donde serían asesinados el 28 de agosto. Los tradicionalistas, no obstante un bando para que se retiraran a sus casas, continuaron patrullando las calles de Solivella hasta el día 21. Siempre según la documentación del legajo 1446, expediente 24 de la Causa General, en una reunión del día 22 se decidió “casi por unanimidad” deponer las armas, pero los carlistas Tomás Español Saperas y Alfonso Iglesias Creus lograron revertir la decisión argumentando, respectivamente, que “el marxismo unicamente había triunfado en Rusia y caso de triunfar en España lo sería momentáneamente” y “que los marxistas tenía una lista en la que figuraban muchos elementos de orden, los cuales tenían que ser detenidos y asesinados”.

En la tarde del 23, llegó a Solivella “el primer camión cargado de elementos rojos”, que fueron en busca de los derechistas parapetados. Dos vecinos que iban con los atacantes resultaron muertos, por lo que “los rojos se retiraron precipitadamente, marchando todos a las afueras de la población y algunos de ellos salieron a pedir refuerzos por los pueblos de la comarca, especialmente a Montblanch”. A las pocas horas llegó “un crecido número de camiones de elementos marxistas entre los que figuraban guardias de Asalto y guardias republicanos calculándose aproximadamente en unos 3.000 los atacantes”.

Al amanecer del 24, asaltaron el pueblo “con nutrido fuego de fusilería y bombas de mano sin que por esto cesaran la resistencia y decayera el ánimo” de los cercados. Al sufrir bajas, los atacantes “se retiraron de las calles” y volvieron por los tejados, pero al no conseguir cercar las casas de los resistentes, “hicieron correr el rumor de que venía la aviación roja a bombardear dicha localidad, por cuyo motivo obligaron a los vecinos a evacuar el pueblo, circunstancia esta que aprovecharon para asesinar al cura párroco de la localidad, don Jaime Sanromá y al vecino afiliado al Requeté Jesús Tarrago Castro; viendo que a pesar de todo eso no se rendían cogieron al vecino y compañero de partido Matías Ribas y lo cargaron de bombas de mano y amenazándole con los fusiles le obligaron a que fuese a tirar dichas bombas a las casas donde se encontraban haciendose fuertes sus demás compañeros”, pero al decirle estos que le dispararían, “emprendió la fuga en dirección al campo en medio de un nutrido fuego de fusilería por parte de los marxistas, no siendo tocado por ningún proyectil; acto seguido hicieron repetir la misma hazaña al vecino Brino Torres, sufriendo este dos heridas por parte de sus mismos compañeros sitiados, a pesar de encontrarse herido, los marxistas no desistieron de su actitud y le obligaron a que llegara a la casa donde se encontraban los defensores y a grandes gritos y a la vez desangrándose les dijo que se rindieran que no les pasaría nada o de lo contrario asesinarían a todos sus familiares, contestándole los sitiados que no se rendirían y además le intimidaron para que no les tirase a ellos las bombas”, por lo que el herido se retiró y, aunque hubo un amago de asesinarlo, lo llevaron al hospital de Montblanc. Entonces los atacantes “obligaron a las mujeres de los de derechas a pasearse por delante de los edificios donde se encontraban los sitiados, haciendolo bajo un nutrido fuego (por ambas partes) y en vista de ello y en evitación de que pudieran morir las mujeres determinaron unos la rendición y otros el darse a la fuga antes que entregarse, consiguiéndolo estos con pleno éxito.

Los que se rindieron lo hicieron el día 24 de julio del año 1936, sobre las 16 horas, estos inmediatamente fueron conducidos a una casa que los dirigentes marxistas habían habilitado como cuartel general rojo, allí los ataron de pies y manos y después de atropellados bárbaramente asesinados.”. En su escrito fechado el 20 de enero de 1941, el comandante del puesto de la Guardia Civil en Sarreal, Francisco Gordo González, estimaba en 40 los que se sumaron a la sublevación. En lista nominal -que firma el mismo comandante el 18 de febrero-, aparecen 27 que fueron asesinados, dos fallecidos de muerte natural y 22 supervivientes, lo que hace un total de 51. El estado 1 hace responsable de la muerte del sacerdote por “disparo de arma de fuego” a Andrés Pinén March y Antonio Montañola Ribera, fugados al extranjero.

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