Tres mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el 24 de octubre de 1936: en Barcelona las Hijas de la Caridad Dorinda Sotelo Rodríguez
y Toribia Marticorena Sola, más el sacerdote paúl Amado García Sánchez, que confesó a 300 presos y fue condenado a muerte por celebrar misa en Gijón.
Puesto que estos tres mártires ya están biografiados en las páginas señaladas, dedico el resto de esta entrada al mártir anónimo de Siétamo, al que me referí de nuevo al saberse que la foto que supuestamente le hizo antes de morir el fotógrafo Juan Guzmán no ha salido a la luz y que la foto que se publicó con ese pie de foto correspondía a un miliciano.
En Yemen se conmemora al mártir san Aretas y sus compañeros (523); en Alemania y Bélgica al obispo san Evergislo (593); en Vietnam, al mártir laico san José Le Dang Thi (1860). En Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado a dos sacerdotes mártires de este día de 1918: Filareto Velikanov y Alejandro Grivsky.
Definitivamente, NO es Martín Martínez Pascual y tampoco es mártir
Aunque muchos lo han confundido con él, y yo mismo di por válida esa interpretación en el libro Holocausto católico, la persona retratada no puede ser Martín Martínez Pascual, porque éste fue asesinado en Valdealgorfa (Teruel) y el de la foto en Siétamo (Huesca). El fotógrafo republicano tomó otras muchas fotos en Siétamo (consta el paso de Gutmann por Sariñena -con fotos que, como las de Siétamo, llevan la fecha genérica de 1 de agosto- y Bujaraloz -el 14 de agosto, con Durruti-, pero no por Valdealgorfa). Tampoco pudo hacer una broma, ya que a pesar de haber matado a muchos miles de personas por el hecho de ser católicos, el resto de sus compañeros del bando republicano se cuidaron mucho de no publicar una foto con el pie siguiente: «Sacerdote capturado por las fuerzas republicanas, instantes antes de ser fusilado«.
Posiblemente, algún atractivo tuvo que ver en esa persona, para decir una verdad que tantos callaron, incluso él mismo y en esa misma localidad, ya que hay una serie de fotografías en cuyos pies afirma que «milicianos y campesinos arrastran por las calles de la localidad un ataúd con los restos de un guardia civil», callándose que no se trata de un entierro sino de la exhumación del cadáver de uno que se defendió durante el largo sitio a que los republicanos sometieron al pueblo, y al que, para deshonrarlo, quemaron (según Ernest Alós, era el padre del futuro cardenal Javierre). El que no publicara una verdad que podía ser vergonzosa, sugiere que no está bromeando cuando reconoce otra que lo es aún más, por tratarse de una víctima inocente (en la lógica bélica, quien se ha resistido por las armas sí es culpable, o al menos no merecería tanto respeto -mostrado al desvelar la verdad- como un inocente).
La comparación fotográfica no resiste el hecho de que Martín Martínez Pascual tenía unos grandes ojos negros, y el mártir de la foto los tiene claros; y de que los rasgos faciales tampoco coincidan.
Después de estudiar los sacerdotes asesinados en las cercanías de Siétamo, parece haber dos candidatos a ser el mártir cuya foto nunca fue publicada: Julio Bescós Torres, párroco de Antillón, de 27 años, fue asesinado el 24 de agosto en la carretera de esta localidad a Pertusa, km 1,3, partida conocida como «el Olivar Mayor«. Según Peñart, en esa localidad mataron también al párroco de Peralta de Alcofea, Mariano Naval, aparte de a cinco laicos de Bespén y dos de Laluenga (pero el Estado 2 -muertos de fuera- de la localidad, firmado el 15 de octubre de 1940 dice que no mataron a ningún no residente). Suponiendo que la foto se hiciera en la curva anterior al lugar donde está el monolito, desde ella se ve así el Gratal. En caso de que fuera una de las personas allí asesinadas, tendría que ser Bescós, ya que Mariano Naval parece demasiado mayor: según el Estado 1 de la Causa general en esa localidad, tenía 56 años (y fue asesinado el 23 de agosto en Antillón). La comparación con el horizonte de la foto, que puede verse en este vídeo, no resulta tan parecida como la de Siétamo (el pico más alto, que allí es el Gratal, aquí desaparece para confundirse con las brumas nubosas).
La segunda opción posible entre los sacerdotes asesinados de la diócesis de Huesca, por edad y lugar del martirio, hubiera sido Antonio Vilellas Juste, ecónomo de la parroquia de San Juan Bautista de Lecina (Peñart le da el nombre de Domingo y edad de 24 años), del municipio de Bárcabo: parece que huyó y fue visto en Barbastro. Según el párroco José María Cabrero Bastaras, que puso en la sacristía la supuesta foto del mártir de Siétamo, la familia de Vilellas, que vive en Barcelona, le aseguró que no es él (dato que no sirve para nada una vez que sabemos que el de la fotografía publicada con ese pie de foto no es el sacerdote). En Bárcabo, el presidente del comité, José Mata Castillo (pariente lejano mío, no es broma), organizó varias batidas para cazar curas, que dieron como resultado el asesinato de cuatro sacerdotes: Rogelio Olivera (5 de agosto), Lorenzo Lacambra (63 años, 13 de agosto), Leopoldo Nadal (58 años, 13 de agosto), Ángel Sanmartín (64 años, 26 de agosto).
El hecho de que este mártir permanezca sin identificar, más que una desgracia parece un símbolo de la realidad de que buena parte de los mártires víctimas de la Revolución española seguirán siendo, probablemente hasta el día del juicio final, anónimos.
Más sobre el tema en la entrada del 8 de abril.
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