El martirio de Narciso Estenaga y la revolución en Ciudad Real
El 21 de octubre de 2017, en la homilía de la beatificación de 109 claretianos, el cardenal Angelo Amato señaló por una parte que la historia de la persecución religiosa española “es la historia del amor que vence al odio” y por otra que la sangre de los mártires es “la savia vital para el dinamismo de la Iglesia española actual”.
Desde esta doble perspectiva me gustaría enmarcar este breve estudio sobre el martirio del obispo Narciso Estenaga Echevarría y la revolución en Ciudad Real. Es decir, se trata de saber si lo sucedido con la Iglesia en Ciudad Real, y particularmente con la persona de su obispo, constituye un testimonio notable de vivencia del cristianismo y si, en consecuencia, es importante para la vida y dinamismo de la Iglesia actual, es decir, para esa audacia y creatividad que se espera de los cristianos en todo momento, pero particularmente en el actual.
Para responder a la primera pregunta, la Iglesia nos ha ayudado al beatificar a algunos de los fieles que cayeron víctimas de aquella persecución. En concreto, hasta hoy son 90 las personas beatificadas como mártires que nacieron o murieron en la provincia de Ciudad Real, por lo tanto, suponen casi el 5% de los 1.815 mártires hasta el momento beatificados. Por su estado, de esos 90 mártires era religiosos 84 (el 93%), pertenecían al clero secular 5 y solo uno era laico. Salta a la vista, por tanto, que el martirologio canónico no nos da una idea completa de la persecución, en cuanto a los números, si bien el hecho de que esté beatificado quien presidía la Iglesia en esa diócesis sea un hito fundamental, punto al que me volveré a referir.
Respecto a la pregunta acerca de cómo se refleja en Ciudad Real que la savia vital para el dinamismo de la Iglesia sea la sangre de los mártires, la respuesta exige un conocimiento de la realidad de esa diócesis que se me escapa, así que solo desde la fe y en concreto desde la Comunión de los Santos, dando por buena la afirmación del cardenal Amato, tengo que suponer que, se vea o no –como la savia de los árboles, que no se ve-, y se manifieste o no en la promoción del culto y la devoción a los mártires, hay que suponer que estos, con su intercesión, sustentan la vida de aquella diócesis.
Qué nos dice la documentación
Vuelvo ahora sobre el martirio del obispo, para tratar de responder a la cuestión de sirve para comprender la revolución, y me resulta fácil afirmar que la relación del martirio del obispo de Ciudad Real con los sucesos revolucionarios de 1936 en esa provincia se refleja desde los primeros documentos sobre la persecución religiosa.
Me permito aquí una digresión que no sabría si calificar de propagandística, en el buen sentido de la palabra. Es una llamada a consultar la documentación sobre la persecución religiosa existente en la llamada Causa General, que para la provincia de Ciudad Real he colgado en la página de internet centroeu.com y que, como trataré de mostrar, arroja luz sobre el tema que trato, y que, con una sencilla regla de tres, pienso que podría ser utilísima para cuantos quieran conocer el fenómeno martirial de la España de los años 30.
La documentación sobre la persecución religiosa en Ciudad Real, que he sintetizado en un mapa interactivo, contiene una carpeta específica en la que enseguida encontramos un documento esclarecedor. Se trata de la respuesta que, el 6 de mayo de 1939, envía el vicario general de la diócesis al auditor militar de la Causa General en Ciudad Real agradeciéndole que se interese por investigar la persecución religiosa.
El vicario general en la sede vacante, D. Mariano Martínez Sanz, establece una regla de tres, en la cual la importancia que el martirio del obispo tiene en el conjunto de la persecución religiosa es similar a la importancia que tiene la persecución religiosa para entender y evitar en el futuro el conjunto de sucesos revolucionarios.
Mariano Martínez Sanz falleció el 8 de febrero de 1943, curiosamente el mismo día que el Maestro de Ceremonias y Sagradas Rubricas de la Catedral, D. Raimundo Muñoz y Martínez. Para entonces ya había sido nombrado monseñor Emeterio Echeverría y Barrena como nuevo prelado de Ciudad Real y prior de las Órdenes Militares, el 29 de diciembre de 1942, aunque no fue consagrado obispo hasta el 28 de marzo de 1943. El 13 de abril hacía su entrada en la sede que hasta 1980 llevó el incorrecto nombre de Prelatura Cluniacense.
Excursos aparte, vuelvo sobre las reflexiones con las que Mariano Martínez respondía al fiscal de la Causa General en un documento fechado el (legajo 1033, expediente 3, folio 3):
“Mucho le agradezco el interés que demuestra su actuación por conocer, en conjunto y en detalle, este aspecto particular, acaso el más interesante, de la horrible tragedia que acabamos de vivir; ofreciéndole a este respecto mi solícita y entusiasta colaboración, ya que ha de resultar positiva utilidad y notorio provecho para la Religión y para la Patria, el transmitir a la posteridad una lección tan impresionante como esta, que tenga a la presente y a las futuras generaciones siempre en guardia contra los partidos extremistas y principios disolventes, que desencadenaron sobre España la magna catástrofe.
Siento, sin embargo, no poder darle en el momento más que una idea general de la fobia anticristiana, que culminó en esta Diócesis con el vil asesinato de nuestro querido y llorado Sr. Obispo, Dr. Don Narciso de Estenaga y Echevarría, seguido de 95 sacerdotes seculares también asesinados por la horda marxista y un centenar de Religiosos”.
Pasaron casi 20 meses antes de que, el 23 de diciembre de 1940, el mismo vicario general enviara (folio 7) la lista “de asesinatos perpetrados por los rojos, que suman casi el 50% de las personas directamente dedicadas a los ministerios sagrados”, de la que “se deduce claramente su fobia anticatólica, que no se conformaba con menos que con la extinción radical del culto religioso y arrancar la fe divina de todos los corazones”.
La relación (folios 9 al 16) incluye a 97 miembros del clero secular y 124 del regular: 95 sacerdotes diocesanos (más dos seminaristas asesinados en Santander), cuatro jesuitas, 27 claretianos, ocho marianistas, 29 dominicos, nueve franciscanos, seis trinitarios, cinco mercedarios y otros tantos lasalianos, dos maristas, 27 pasionistas y dos escolapios.
Por último, afirma Mariano Martínez que “el número de fieles asesinados asciende a 2.420”, pero “por referencias fidedignas puede asegurarse que son muchos más: acaso lleguen a 5.000”, considerando como mártires a “bastantes” y en particular a 12 de ellos:
“De estos, bastantes fueron asesinados sin más causa que haberse distinguido por su fe y adhesión a la Iglesia. Entre estos merecen especial mención seis jóvenes de Acción Católica de La Solana; Antonio Santos, Presidente de la Adoración Nocturna y Sebastián Ramos, vocal de la Directiva de Acción Católica de Alcázar de San Juan; toda la Junta Directiva, compuesta de seis jóvenes entre los 16 y 20 años, de Criptana; José Varela y Marcelina Vélez, Presidente y Presidenta, respectivamente, de Acción Católica de Santa Cruz de Mudela; José Martín Gil, de Daimiel, cristiano ejemplar y jefe de una familia cristianísima; Don Aureliano Martín, de Malagón, que declaró ante el Comité que estaba dispuesto a morir por sus creencias y se negó a blasfemar como le exigían, exhortando a morir por Dios a los encarcelados con él, y en el momento del sacrificio dijo que perdonaba a sus enemigos y murió gritando “Viva Cristo Rey”; Don Joaquín Simancas, también de Malagón, fue asimismo asesinado por su ideal religioso y animó a su propio padre, también detenido, a morir por Dios. Y lo mismo puede decirse de D. Ángel Gil del Castillo, que murió dando pruebas inequívocas de fe cristiana. Don Felicidad León, de Calzada de Calatrava, que el día anterior a su martirio dijo a un sacerdote que si moría lo hacía muy a gusto por la Religión, la Patria y el Sacerdocio.”
Completando esta información, el obispado enviará el 11 de julio de 1946 una lista de 85 “sacerdotes seculares supervivientes de las matanzas rojas” (folios 341-342). Por su parte, la autoridad civil que recopiló la información resumió el dato de víctimas mortales en el obispo, 93 miembros del clero secular, 94 del regular, 58 religiosos estudiantes, hermanos y novicios, más una hermana de la Caridad.
La documentación disponible deja claro el inmenso trabajo pendiente para comprender en su conjunto la persecución religiosa y hacer que sea conocida por los católicos, sobre todo si nos atenemos al dato de que solo han sido beatificados 84 religiosos (de un total que la diócesis estimaba en 124 y la Causa General en 153, por tanto habrían sido beatificados entre dos tercios y el 55%), 5 clérigos seculares (de un total que ronda un centenar) y solo uno de los más de 2.400 fieles laicos asesinados.
El martirio de Estenaga
Sobre el caso más relevante, el del obispo Narciso Estenaga Echevarría, beatificado en 2007, disponemos de una monografía de 188 páginas escrita por don Francisco del Campo Real, Delegado Diocesano para Las Causas de los Santos desde 2001, en la que lo retrata junto a otros diez diocesanos mártires: su capellán Julio Melgar y los otros tres sacerdotes beatificados, el laico Álvaro Cejudo, y los cinco lasalianos de Santa Cruz de Mudela. Estos textos –salvo los referidos a los lasalianos- están disponibles en la tienda Kindle de Amazon.
Como datos más relevantes de la vida del obispo, entresaco de lo publicado por don Francisco del Campo Real, que tenía 53 años en el momento de su muerte, ya que había nacido en Logroño en 1882. Vuelta su madre viuda a Vitoria, al quedar huérfano con 11 años ingresó en el seminario de Aguirre para niños pobres, tutelado por las Siervas de Jesús, que lo trasladaron a Toledo -acogido al colegio de huérfanos de la Inmaculada, obra del beato Joaquín de la Madrid, martirizado el 27 de julio de 1936-, donde se ordenó sacerdote en 1907. Pronto fue nombrado canónigo y en 1922 elegido obispo de Ciudad Real. A mediados de julio de 1936, algunos amigos le ofrecieron salir de la ciudad, a lo que el obispo contestó: “mi puesto está aquí”. Lo mismo dijo empezada la guerra.
El 5 de agosto, un grupo de milicianos registró el obispado, y Estenaga defendió el sagrario frente a una eventual profanación. En un momento dado amenazaron con matarle y él dijo: “matadme”, pero no lo hicieron. El 12 de agosto lo echaron de su residencia, y permaneció con una familia amiga hasta el 22, en compañía de su capellán, Julio Melgar, de 36 años, que con 10 había ingresado en el seminario de Valladolid y conoció allí al futuro obispo de Ciudad Real, que lo ordenó sacerdote en 1924 y lo nombró su secretario.
Pasados diez días, los milicianos asaltaron la casa donde les acogían, y se los llevaron sin que opusieran resistencia. En las cercanías de Peralvillo del Monte, a orillas del Guadiana y a ocho kilómetros de Ciudad Real, los fusilaron. Al día siguiente sus cadáveres fueron vistos por un testigo, que los reconoció. Llevados al depósito del cementerio, los colocaron en dos sencillas cajas de madera y los trasportaron a la sepultura del Cabildo, donde quedaron hasta 1940.
La consulta de la documentación de la causa general me permite exponer la posibilidad de que el martirio de Estenaga no tuviera lugar el 22 de agosto de 1936, como hasta ahora se ha mantenido, sino el 23. Dos documentos aportan esta fecha. El primero es el llamado Estado 1 del ayuntamiento de Ciudad Real (folio 12 del expediente 1 del legajo 1027) y el segundo es el relato de uno de los testigos (en el legajo 1033, expediente 3, folios 192 y 193), tomado de las páginas 203 y siguientes del libro titulado La Virgen del Prado a través de la Historia, publicado en 1940 por José Balcázar y Sabariegos, después de mencionar que don Julio Melgar “rechazando la libertad que le ofrecían, quiso quedarse al lado de su señor”:
Parecía natural que después de lo ocurrido hubiese quedado en paz [el obispo], que por nadie volviera a ser molestado. Nada más lejos de esta verdad. Era táctica de aquellos monstruos. Mientras se les daba dinero y había posibilidad de obtener más, olvidaban el asesinato, pero cuando se convencían de que eran inútiles sus intentos de atraco, lo quitaban de en medio. Un refinamiento de nefalismo. El día 22, Octava de la Virgen, lo pasó el Señor Estenaga muy preocupado. Por la noche rogó a la niña María del Prado Sánchez Izquierdo que pidiera por él, “que lo veía todo muy negro”. Todos estos datos y fechas me los ha proporcionado mi distinguida camarada María Teresa Sánchez-Izquierdo, Delegada de la Sección Femenina de FET y de las JONS e hija de D. Saturnino Sánchez Izquierdo, que presenció el martirio sufrido por el Sr. Estenaga hasta que salió de su casa en la mañana del 23 en que fue asesinado. Madrugó más que de ordinario. Dijo misa y sus corazonadas se cumplieron. A las diez y media, dos coches con milicianos ocuparon las puertas de la casa. El que se detuvo en la calle de la Azucena llevaba dinamita para volar la casa si no se entregaba al Prelado. Los que entraron por la calle del Camarín reclamaron su presencia.
La familia de Sánchez Izquierdo hizo lo posible para evitarlo; forcejearon todos durante 35 minutos y, cuando ya iban a volar el edificio, acertó a pasar por la calle uno de los jefes marxistas y, enterado del propósito, exclamó: “quietos. Todo menos eso, ¿no comprendéis que esta casa es una fortaleza y nos puede ser muy útil?” Y logró que desistieran de sus diabólicas intenciones.
A todo esto aumentó el escándalo de los milicianos que había dentro; daban en las puertas con las culatas de sus pistolas, proferían denuestos y blasfemias, hasta que por fin, salió de sus habitaciones el Sr. Estenaga diciendo: “Sea lo que Dios quiera. Vamos donde queráis”, y bendiciendo a la familia de Sánchez Izquierdo que, llorosa, le despedía, montó en el coche con su buen familiar.
Otros puntos relevantes de la documentación
Me permito señalar un ejemplo de hasta qué punto una somera consulta de documentos de la Causa General puede resolver supuestos enigmas que probablemente bloquean la posibilidad de que algunos mártires sean beatificados por falta de pruebas. El caso al que me refiero es el del marianista Bonifacio Lafuente Gómez, que el 18 de julio salió de Ciudad Real con dirección a Jerez de la Frontera. Lo último que se recibió de Lafuente fue un mensaje el 25 de julio desde Andújar (Jaén), en el que decía que estaba detenido desde el 19 de julio.
Algunos –en concreto Antonio Gascón en la Historia General de la Compañía de María-Marianistas, página 306- suponen erróneamente que fue fusilado en la expedición del llamado Tren de la Muerte, el 12 de agosto en Vallecas. La Causa General permite despejar la duda, ya que el estado 2 de Andújar dice (legajo 1007, expediente 1, folio 31) que su cadáver se halló el 30 de julio en la calle Naranjos de esa localidad con un disparo.
Otro punto que descubrí consultando esta documentación es que en la provincia de Ciudad Real tuvo lugar el 19 de abril de 1933 el asesinato, en Alhambra, del sacerdote Julián García Torrijos, al tratar de ocupar la finca Llanito del Santo, que pertenecía a la Iglesia. Quizá un estudio más profundo de este asunto podría determinar si nos encontramos ante uno de los primeros martirios en la España de los años 30, o de un simple brote de violencia social.
Termino mencionando no un documento, sino un lugar martirial decisivo no solo en la historia de la persecución religiosa en Ciudad Real, que me atrevería a decir incluso que puede ser, quizá después del Camposanto de Paracuellos de Jarama, el lugar que conserva mayor número de restos de mártires en España: el pozo-noria y las dos fosas del cementerio de Carrión de Calatrava, en el que los testigos que lo citan en la documentación consideran que fueron arrojadas o enterradas entre 600 y 800 víctimas de la represión en la retaguardia republicana.
Cerca de Carrión está la mina de Camuñas, ya en la provincia de Toledo, donde por iniciativa de la Postulación de las Causas de los Santos de Toledo, se hizo una excavación a cargo del catedrático Francisco Etxeberria Gabilondo. Respecto a Carrión, el mismo catedrático me escribía el 22 de octubre de 2017 que “seguro que no se ha realizado una excavación de ese pozo”. Por eso me parece que, aunque pasados 80 seguramente no servirá para identificar nominalmente a las víctimas, seguramente sería una sabia iniciativa que la Iglesia se propusiera encargar un estudio científico-arqueológico de los restos que siguen allí sepultados, como forma de honrar a los mártires que son “savia vital para el dinamismo de la Iglesia española actual”.
Leganés, 27 de octubre de 2017.
Breve cronología de la revolución
Para terminar, presento algunos datos sobre las fechas de la persecución religiosa, tomados de esta documentación de la Causa General:
El 18 de julio salió de Ciudad Real el marianista Bonifacio Lafuente Gómez (sobre el que se habla más arriba).
20 de julio: Reclusión de los mercedarios de Herencia, posteriormente encerrados en el ayuntamiento y abandonados el día 25 en el monte con documentación que especificaba que eran religiosos. Dos de ellos, el padre Luis Arias López y el hermano Ramón Lago Parrado, fueron detenidos en Villarta, donde los dejaron escapar cuando fueron a matarlos desde Manzanares. Detenidos de nuevo en Daimiel, les hicieron cavar sus fosas y los mataron con azadas. Otros dos mercedarios, padre Eliseo Pérez Martínez y hermano Olimpio Escudeiro González, se escondieron en la cueva de Castrola (Consuegra, Toledo), hasta que al dirigirse hacia el frente días antes de la toma de Toledo por los nacionales, fueron descubiertos y asesinados. El quinto religioso, padre Jesús (Pablo) Tizón Boleira, murió encarcelado en Madrid en 1938.
21 de julio: Prisión de los trinitarios de Alcázar de San Juan.
22 de julio: Expulsión de los pasionistas de Daimiel.
Prisión de los franciscanos de Alcázar de San Juan.
Asesinado en Madrid el padre José Luis Badenes Rodríguez, dominico de Almagro.
23 de julio: Martirio de 9 pasionistas de Daimiel en Carabanchel Bajo (Madrid) y seis en Manzanares. Detención de tres franciscanos en Almagro (los otros tres marcharon con sus familias por sugerencia del superior).
24 de julio: Prisión de los claretianos de Ciudad Real. De sus 51 miembros, murieron 30: 27 asesinados y tres “de resultas del tratamiento” (folio 33). Incautación del colegio marianista de El Pilar en Ciudad Real.
Asesinato en Alcázar de San Juan de Antolín Martínez Santos, novicio dominico de Almagro.
25 de julio: Expulsión y posterior prisión de los dominicos de Almagro. Llega a Ciudad Real desde Madrid el marianista Carlos Eraña y Guruceta, director del colegio de El Pilar de Madrid, a quien a principios de agosto conseguirá su exalumno Ramón Aragonés un salvoconducto que le obligaba a presentarse todos los días en el Gobierno Civil, donde será detenido el 6 de septiembre y encerrado en el seminario.
Ramón Aragonés Castillo, que aparece como, trabajador de banca afiliado a UGT y más tarde diputado de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), es muy probablemente quien el 12 de diciembre de 1937 se hizo cargo del mando político (como comisario) del 434º Batallón (109ª Brigada Mixta) en Higuera de la Serena (Badajoz). Fue detenido al final de la guerra en Alicante y, tras pasar por los campos de prisioneros de Los Almendros y Albatera, fusilado en Ciudad Real el 17 de noviembre de 1939.
26 de julio: Martirio en Alcázar de San Juan de los seis trinitarios (Juan Antonio -Antonio de Jesús y María- Salútregui Iribarren, Plácido -de Jesús- Camino Fernández, Francisco -de San Lorenzo- Euba Gorroño, Buenaventura -de Santa Catalina- Gabika-Etxebarría Gerrikabeitia, Esteban -de San José- Barrenechea Arriaga y Hermenegildo -de la Asunción- Iza y Aregita, todos b. 2013), del novicio dominico Antolín Martínez Santos y de seis de los ocho franciscanos (P. Juan Diego Bernalte Cózar, P. Martín Gómez Pérez, hermano Gabriel José López, P. Juan Antonio López Linares, P. Ezequiel Moreno-Cid Rodríguez y fray Antonio Pascual Salinas). Isidoro Álvarez Hernández, relata que resultó ileso: “pude huir perseguido por los disparos”; detenido al día siguiente, “el pueblo que presenció desde la plaza mi detención pidió que se me perdonase la vida, porque según ellos podía ser considerado un trabajador más, por haber estado desempeñando durante 34 años el oficio de portero, sastre, albañil, etc, en dicha localidad donde era conocido de todas las clases sociales”).
Asesinato en Campo de Criptana del sacerdote Victoriano Beamud Sañoso.
14 horas: Asalto a la iglesia parroquial de Tomelloso.
28 de julio: Martirio de 14 claretianos en Fernán Caballero.
30 de julio: Ejecución de tres dominicos (el padre José Garrido Francés, el religioso profeso Santiago de Prado Fernández y el clérigo profeso Justo Vicente Martínez) y dos franciscanos de Almagro en Miguelturra.
8 de agosto: Ejecución de tres clérigos profesos dominicos de Almagro en Manzanares: Paulino Reoyo García, Santiago Aparicio López y Ricardo López López.
El octavo franciscano de Alcázar, P. Laurencio Alday de la Torre, que se salvó por estar detenido en el ayuntamiento en vez de en la ermita, fue enviado el 9 de agosto a Ciudad Real y fusilado con otros 38 cerca de la estación de tren.
14 de agosto: Ejecución de 14 dominicos en Almagro: los padres Ángel Marina Álvarez, Manuel Fernández-Herba Pereira (portugués), Antonio Trancho Andrés, Natalio Camazón Junquera, Luis Suárez Velasco, Eduardo Sáinz Lantarón y Pedro López Delgado; los clérigos profesos Francisco Santos Cadierno y Sebastián Sáinz López; los religiosos profesos Arsenio de la Viuda Solla, Ovidio Bravo Porras y Dionisio Pérez García; y el novicio Fernando García de Dios. Otro novicio, José Delgado Pérez, fue enviado preso a Madrid y sería ejecutado en Paracuellos de Jarama el 8 de noviembre. Parecida suerte sufrieron los estudiantes profesos José Prieto Fuentes, Manuel Santiago Santiago y Francisco Fernández Escosura, asesinados en Paracuellos el 28 de noviembre y beatificados en 2007. Además murieron el novicio Daniel Pérez Doncel (en el frente de Cataluña) y Honorio Fernández Fernández (en el frente de Teruel).
16 de agosto: Matanza en Fuente el Fresno de 19 franciscanos de Consuegra (Toledo) que fueron beatificados en 2007: los alumnos Valentín Díez Serna, Vicente Majadas Málaga (ambos de 20 años) Ramón Tejado Librado, Saturnino Río Rojo, Félix Maroto Moreno Alfonso, Sánchez Hernández-Ranera, Anastasio González Rodríguez (21), Federico Herrera Bermejo (22) y Antonio Rodrigo Antón (23); los subdiáconos Santiago Maté Calzada, Andrés Majadas Málaga, José Álvarez Rodríguez y José De Vega Pedraza (22); el hermano Marcelino Ovejero Gómez (23) y el guardián Víctor Chumillas Fernández (34); más los sacerdotes Benigno Prieto del Pozo (29), Julián Navío Colado (32), Martín Lozano Tello (35) y Domingo Alonso de Frutos (36).
Noche del 18 de agosto: asesinato en Campo de Criptana de los sacerdotes Especioso Perrucho Granero, Manuel Antonio Muñoz Pedrero y Antonio Moraleda González, más otros ocho cautivos, entre ellos el sacristán Celedonio Cedenilla, según la documentación sobre este pueblo (legajo 1029, expediente 25, folio 4).
22 de agosto: Pasadas las 2 de la madrugada, ejecutan en el cementerio de Daimiel al sacerdote Gabriel Guijarro Bastante, junto con otras 14 personas. La documentación de la Causa General (legajo 1028, expediente 25) señala dos grupos de personas ejecutadas, respectivamente, entre “la primera decena de agosto y el 2 de septiembre” (incluyendo a los ocho sacerdotes Enrique Fisac Aranda, Santiago García Mateos, Matías Álvarez Rivera, Ramón y Emiliano Campillos Ráez, Francisco Rodríguez Guzmán, Bernardo Atochero López, y Rafael Sánchez de Milla), y entre “la primera decena de octubre y la segunda de noviembre de 1936”. En el primer grupo se nombran 34 personas y en el segundo 19, quedando fuera de ellos los mártires pasionistas y otras cinco personas, entre ellas el sacerdote Modesto Dopazo Maján (asesinado en Ciudad Real).
Como fecha del martirio del obispo daba el día 23 de agosto José Balcázar y Sabariegos en su obra La Virgen del Prado a través de la historia (1940, 271 páginas).
Primeros de septiembre de 1936: Asesinato del sacerdote Francisco Nieto Gallego en Campo de Criptana.
El 8 de septiembre fueron asesinados con otros siete presos de Ciudad Real en Las Casas los jesuitas padre Manuel González –que el día anterior había sido sometido a un juicio tratando de implicarle en la sublevación militar- y hermano Domingo Ibarlucea, y el 9 de septiembre en Carrión el padre José Sánchez Oliva y el hermano Antonio Sanchiz, con otros 16 hombres sacados de la prisión de Ciudad Real. La respuesta del padre González a quienes le juzgaron fue (legajo 1033, exp. 3, folio 251):
“Mirad el crimen que vais a hacer. No digo esto por salvarme. Mi mayor deseo es morir mártir de Cristo, pero no cometáis este pecado. Aunque en medio de todo me alegra que mis obreros por los que yo tanto trabajé me abran las puertas del Cielo. Viva Cristo Rey”. En el silencio que acogió estas palabras se oyó decir: “Este hombre es un santo”, frase que en la rabia de su derrota modificó uno de sus jueces: “¿Y todavía va a morir como un santo?”
16 de septiembre: Asesinados en Alcázar los sacristanes Patricio Flores Díaz y Bernardo Sánchez-Mateos Romero, los miembros de la juventud católica Antonio Pozo Tejero (labrador de 22 años), Antonio Tejado Librado (labrador de 20 años, hermano de uno de los franciscanos asesinados un mes antes) y Sebastián Ramos Molina (empleado de 23 años), y el adorador nocturno Cándido Villajos Chocano (industrial de 60 años).
17 de septiembre: Asesinados en Alcázar los miembros de la juventud católica Ramón Espadero Álvarez de Lara (estudiante de 22 años) y Antonio Santos Montes (comerciante, de 30 años, en el pozo de Carrión).
18 de septiembre: saca de presos del Seminario de Ciudad Real en la que son asesinados el marianista Carlos Eraña Guruceta (b. 1995), con sus exalumnos Cristóbal y Manuel García Noblejas. Ese mismo día fueron sacados de sus pensiones en Ciudad Real, donde se habían refugiado procedentes de Madrid, y asesinados, los marianistas Mauricio Fernández Hernández, Cecilio Palacios, Jaime Rosas y Eleuterio Tamayo.
Asesinato en Alcázar de los sacerdotes Luis Castellanos Caravaca (diocesano) y Pedro Rivas Romo (escolapio).
23 de septiembre: Asesinado en Yébenes (Toledo) Ubaldo Albacete Moraleda, hermano converso dominico de Almagro.
En Alcázar de San Juan, dan a la hermana de la Caridad sor Vicenta Ibars Torres, de 68 años, que trabajaba en el Colegio de Valdepeñas, un salvoconducto para marchar a su pueblo (Benisa, Alicante), la llevan a la carretera de Herencia miembros de Cruz Roja y la fusilan.
En la noche del 25 de septiembre fueron martirizados en el cementerio de Carrión de Calatrava el marianista Jesús Hita Miranda (b. 1995) y los pasionistas de Daimiel Juan Pedro de San Antonio (José María Bengoa Aranguren) y Pablo María de San José (Pedro Leoz Portillo, b. 1989 ambos).
El 27 de septiembre fue asesinado en Alcázar de San Juan el sacerdote escolapio Luciano Menasalvas Izquierdo.
2 de octubre de 1936: Es asesinado en las matanzas del barco prisión Cabo Quilates el canónigo de la catedral de Ciudad Real D. Ángel Urriza Berraondo, nacido en México D.F., había sido preceptor “del Príncipe de Asturias y sus hermanos los infantes de España” en 1924 (Alfonso de Borbón y Battenberg tenía entonces 17 años y hasta 1931 no fue oficialmente titular del Principado). Lo detuvieron en Bilbao, donde estaba ayudando en la parroquia de San Vicente, el 27 de agosto, enviándolo al barco tras tenerlo una noche en el cuartelillo de la calle Elcano.
En la noche del 16 al 17 de octubre, el marianista Fidel Fuidio Rodríguez (b. 1995), que había estado preso desde el 7 de agosto, fue asesinado junto al cementerio de Carrión de Calatrava en compañía de D. Juan Herrero, capellán del Instituto de la Concepción.
A fines de octubre de 1936 es fusilado en Ciudad Real el marianista Leonardo Garay Armentia, que se había enrolado en un batallón de la FUE, pero tras identificarlo lo detuvieron y encerraron diez días en el Seminario.
En la noche del 2 al 3 de noviembre de 1936 ejecutaron en el cementerio de Membrilla a cuatro laicos y tres sacerdotes naturales de La Solana que llevaban presos desde el 9 de octubre: Eloy Serrano Díaz (38), párroco de Santa Olalla (Toledo), Antonio Espadero Morales (37), coadjutor de Villanueva de los Infantes (de donde había salido el 16 de agosto, expulsado por el alcalde para evitar su asesinato), y Alfonso Martín de las Mulas Moya, capellán de La Solana.
2 de abril de 1939: Muere de un ataque de uremia en Ciudad Real el hermano Sixto José (Daniel Ruiz Castro), uno de los dos maristas del convento de Manzanares que (sobre un total de ocho) fueron deportados a Murcia y sometidos a trabajos forzosos.
Estoy interesada en saber quien dio la orden de matar al obispo Estenaga.
Estimada María Teresa, de la documentación que presento se deduce que el crimen contaba con la aquiescencia, y seguramente, orden, de las autoridades revolucionarias, con el matiz de que quienes lo ejecutaron iban dispuestos a volar la casa con dinamita y que alguno de los jefes no debía estar de acuerdo con este punto, pero en matar al obispo parece claro que había consenso total en las fuerzas del Frente Popular.
María Teresa, a estas alturas y sin más documentación de la que hay es algo que no sabemos al cien por cien. Lo que sí sabemos son anécdotas que a muchos nos han contado nuestros padres y a otros sus abuelos. Mi padre fue «niño de la guera» con 10 años en 1936 y contaba que en donde está actualmente la Pza de las Lágrimas en la C/Calatrava donde vivía mi familia paterna había una fuente y un personaje siniestro llamado «El fuentero». Parece ser que ese individuo decía que «quería tener unas zapatillas de obispo». No sabemos si ese individuo era un miliciano más o el ejecutor. Lo que sí contaban era que tras el asesinato del obispo se vio a este personaje en días posteriores pasear por la ciudad con las zapatillas del obispo. Un sospechoso más del que no sabemos si se le enjuició y fusiló o no al finalizar la guerra y una anécdota más de las que nos han contado personas que han vivido la guerra y la posguerra. Niños de la guerra ya quedarán pocos y adultos en 1936 casi ninguno y obviamente muy mayores. Anécdotas como estas transmitidas oralmente cada vez menos. Un saludo.