Siete mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el viernes 11 de septiembre de 1936: un sacerdote diocesano y otro paúl en la provincia de Valencia, un religioso hospitalario en Barcelona, un operario diocesano en la provincia de Tarragona y otro en la de Castellón, más un franciscano en la de Murcia y el estudiante ovetense de 24 años Antonio González Alonso, ejecutado por no pisar un cuadro religioso.
En Japón, se conmemora el martirio de los beatos Gaspar Koteda, catequista, Francisco Takeya y Pedro Shichiemon (niños) en 1622; en Francia, el del beato sacerdote Francisco Mayaudon (1794); en China, el de san Juan Gabriel Perboyre (1840), en Italia y Croacia, el del beato sacerdote Francisco Juan Bonifacio (1946).
El cura al que los jóvenes de Acción Católica prometieron «seguir hasta la cruz»
José María Segura Penadés, valenciano de Onteniente y de 39 años, era sacerdote desde 1921 y desde entonces hasta 1929 coadjutor en Adzaneta de Albaida (Valencia), donde estableció los Luises y el Patronato Obrero del Sagrado Corazón para dar clases nocturnas. Trasladado de coadjutor arciprestal a Onteniente, fue director de las Escuelas del Ave María.
Antes de la guerra, según comentaría un feligrés, «nos decía que había que intensificar la vida interior y la oración, para seguir firmes y poder hacer frente a los acontecimientos. Yo creo que preveía un posible martirio y lo aceptaba, siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Recuerdo que el día de San Juan de 1936, los jóvenes de Acción Católica, de quienes era consiliario don José María, le regalaron al señor arcipreste una tortada con esta inscripción: Los jóvenes de A. C. seguirán a su cura hasta la cruz. La cosa tuvo notoriedad, a D. Juan le impresionó mucho y a todo el mundo enseñó el significativo y simbólico obsequio».
Comenzada la guerra, Segura siguió celebrando misa en su casa hasta más allá del 15 de agosto, y tratando a los jóvenes. Después, acompañó a un sacerdote que tenía un salvoconducto para Valencia, pero en Játiva los detuvieron en el Convento de San Francisco, hasta el 11 de septiembre, día en que, a 4,5 kilómetros de ese pueblo, pasado Genovés (Valencia), lo mataron de dos tiros en la cabeza.
El estado 2 de esa localidad en la Causa General (legajo 1377, expediente 21, folio 8) refleja su muerte junto con la de un hombre algo mayor, en el mismo lugar, «puerto Benigánim», donde dos días antes habían matado a nueve personas incluidos tres curas unos desconocidos que «según noticias fueron de Benigánim».
Miles de rehenes rezaban con ellos el rosario
El sacerdote paúl Rafael Vinagre Torres Muñoz, nacido en Feria (Badajoz) el 24 de octubre de 1867, contaba 68 años cuando lo mataron en Valencia. En la cárcel acompañó al padre Agapito Alcalde -que sería asesinado antes que él- y junto al cual dio ejemplo de piedad de modo que entre los rehenes eran miles los que les acompañaban en el rezo del rosario. La biografía de la beatificación cuenta otros detalles de su secuestro tras recordar que trabajó en Filipinas y México:
Manila y Jaro en Filipinas. Tlalpan, Oaxaca, Puebla y Lagos y la capital en Méjico son lugares donde trabajó en la formación de los sacerdotes nativos y la atención espiritual a las Hijas de la Caridad. A finales de 1935 recibió su último y definitivo destino como segundo capellán de las Hijas de la Caridad en la casa de retiro de Valencia, llamada familiarmente La cartuja en el pueblo de El Puig.
MARTIRIO: Al P. Rafael Vinagre le acogió generosamente en su casa de la calle Boix, 4 de Valencia, como si fuera un familiar, el matrimonio Lacárcel-Michavila, personas conocidas de las Hijas de la Caridad del Asilo del Niño Jesús de Valencia. Allí permaneció oculto hasta el 28 de agosto en que se presentaron a buscarle una cuadrilla de cuatro o cinco milicianos armados y, sin que lo pudiera evitar la familia, se lo llevaron al penal de San Miguel de los Reyes, sito en el antiguo monasterio cisterciense de su nombre, en los edificios que hoy ocupa la Biblioteca valenciana, avenida de la Constitución, 284. El Sr. Lacárcel con su hijo de 12 años pudieron visitarlo una vez, con el consiguiente riesgo. Volvieron unos días después y ya no estaba. Al P. Rafael Vinagre Torres le había tocado salir de la cárcel en una de las famosas “sacas” del Penal de San Miguel para ser fusilado el 11 de septiembre de 1936 en el picadero de Paterna (Valencia).
Lorenzo Villanueva Larráyoz (fray Pedro de Alcántara), navarro de Osinaga y de 55 años, ingresó con 27 en la orden hospitalaria y al estallar la guerra servía en el asilo-hospital de Barcelona, de donde dejaron marchar a los religiosos en la tarde del 26 de julio de 1936 tras numerosos registros y destrucciones. Fray Pedro se refugió en casa de los señores Fuste.
Aunque le habían pedido que disimulara su condición de religioso, no lo hizo, alegando que nada más hermoso que morir por Cristo. El 4 de septiembre, en un registro, cuando lo presentaban como persona de humilde condición, él mismo declaró su pertenencia a una orden religiosa y fue detenido con varios de aquella familia, a los que dejaron libres dos días después, mientras que a él lo asesinaron en la noche del día 11.
Uno de los cuatro sacerdotes que bendijeron al gentío que se congregó para despedirles
Josep Pla Arasa, tarraconense de Santa Bárbara y de 47 años, sacerdote operario diocesano, fue asesinado en Tortosa junto con otros tres sacerdotes, que eran familiares por parejas, y a los que, como vimos al biografiar a José María Tarín -uno de cuyos sobrinos se pasó de Acción Católica al comité revolucionario-, salió a despedir a la plaza un gran gentío al que fueron bendiciendo.
Se dio la circunstancia de que un natural de su pueblo, también llamado José Pla Arasa, vivió como el mártir en Zaragoza y Madrid, y sus familiares (de hecho, descendientes) fueron contactados por si tuvieran que ver con el sacerdote, próxima su beatificación.
Masacrado con otras 25 personas, entre ellas 10 sacerdotes
José Piquer Arnáu, también sacerdote operario diocesano de 54 años y castellonense de Onda, fue asesinado en Bechí (Castellón), según el estado 2 presentado por esa localidad a la Causa General (legajo 1404, expediente 72, folio 6), con otras 25 personas, entre ellos más de 10 sacerdotes, en el «camino de la Casa-Carretera Apeadero» y a manos «seguramente [de] los del comité de Onda».
Según el estado 1 (folio 4), tres sacerdotes de esa localidad, los hermanos Miguel, Felipe y Juan Ferrándiz Torres, de 63, 60 y 56 años, que eran respectivamente beneficiado de la catedral de Teruel, organista de la catedral de Albarracín y beneficiado de la parroquia de Alcudia de Carlet (Valencia), fueron asesinados el 5 de octubre siguiente, en el cementerio de Almazora y a manos del comité de ese pueblo, pero acompañados por uno de Bechí.
La parroquia de la Asunción de Onda honra su memoria utilizando los ojos del beato pintados en este cuadro en su página de catequesis, y celebra el 22 de octubre la fiesta de este beato junto con el también ondense Vicente de Paul Canelles.
Al ver que lo mataban, comenzó a vitorear a la Virgen y a Cristo Rey
Miguel Faúndez López (padre Antonio), zamorano de La Hiniesta y de 29 años, hizo la profesión perpetua en la Orden de Frailes Menores en 1928 y fue ordenado sacerdote en febrero de 1931. Al poco de instaurarse el gobierno del Frente Popular, el 10 de marzo de 1936, fue expulsado como los demás franciscanos del convento de Cehegín (Murcia), refugiándose en otros pueblos, también durante la guerra. La tarde del 11 de septiembre fue sacado de la casa en que se hospedaba en Bullas por los milicianos con un pretexto. Una vez en la calle, se dio cuenta que era conducido a otro lugar para ser asesinado y comenzó a gritar: «¡Viva la Virgen del Rosario!, ¡viva Cristo Rey!», de modo que le tirotearon en las mismas calles del pueblo.
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