Del 15 de enero (de 1937) hay seis mártires beatificados: el capuchino Pablo Merillas, al que detuvieron y terminaron por matar porque no quiso blasfemar, más el grupo compuesto por el sacerdote Valentín Palencia junto con cuatro muchachos.
¿Te atreverías tú a hablar mal de tu padre e insultarle?
El 15 de enero, hay un beato en El Escorial: el sacerdote capuchino Pablo Merillas Fernández (padre Carlos de Alcubilla de Nogales, localidad zamorana), de 34 años. Ingresó con 11 años en el colegio seráfico de El Pardo, según los datos recogidos para su proceso por Crisóstomo de Bustamante. Hizo sus primeros votos en 1920 y se ordenó en 1928. Marchó a Venezuela, pero tuvo que regresar por problemas de salud y quedó hasta 1936 en el colegio de El Pardo. El 21 de julio, sorteando a los asediantes que querían colgar a los frailes de los pinos, marchó a Madrid, aunque con un pie herido, y fue acogido por una familia hasta el 2 de agosto, cuando, al tener indicios de que iba a ser denunciado por un empleado suyo, lo mandaron a cuidar una piscina en El Escorial. Su conducta era tan correcta que uno de sus compañeros de trabajo le tentó:
Pablito, blasfema.
¿Te atreverías tú a hablar mal de tu padre e insultarle?
De ninguna manera.
Pues, ¿cómo quieres que yo diga esas cosas contra Dios, que es nuestro verdadero Padre?
Este es fascista; hay que cogerle y darle el paseo.
El capuchino fue detenido, interrogándole en la comandancia militar de El Escorial. Como no lograron que se contradijera, lo llevaron el 19 de septiembre a Madrid, para un registro a la casa de sus benefactores y un careo con otro religioso. Volvió detenido pero con un régimen relajado al servicio de los jefes de Estado Mayor, que le confiaron las llaves, recados y compras de intendencia, de modo que rezaba el rosario con la guardesa de la residencia del Estado Mayor, y le ayudaba a lavar la vajilla. Le hacían tocar el piano hasta altas horas de la noche para diversión de los milicianos. No obstante, oyó a un oficial preguntar a otro “¿cuándo vais a dar a ese el paseo?” e intentó una fuga el 30 de noviembre. Un capitán lo detuvo y le dieron una paliza tal que 20 días después aún tenía los labios rotos. Desde el 23 de diciembre compartió celda y rezos con un soldado nacional capturado. Para molestar al capuchino, le decían que iban a casarlo con una miliciana. El 5 de enero los trasladaron a la “cárcel de arriba” en El Escorial, con un tercer preso llamado Óscar Godoy, al que el 15 de enero llevaron a fusilar, junto con el padre Carlos, a la Cruz Verde, y ahí mismo los enterraron.
El sacerdote Valentín Palencia Marquina
El mismo día fueron asesinados en el monte Tramalón de Ruiloba (Cantabria) el sacerdote burgalés Valentín Palencia Marquina y cuatro muchachos burgaleses que quisieron acompañarle:
Donato Rodríguez García (de 25 años, natural de Santa Olalla de Valdivielso).
Germán García García (de 24 años, natural de Villanueva de Argaño).
Zacarías Cuesta Campo (de 20 años, natural de Villasidro).
Emilio Huidobro Corrales (de 19 años, natural de Villaescusa del Butrón).
Don Valentín era apodado «cura de los niños pobres» y había fundado en 1898 el Patronato de San José, cerca de San Esteban, en el que alojaba a 40 huérfanos y atendía a más de 60 externos. Si bien uno de los muchachos, porque no le dio una propina, fue quien lo denunció al comité revolucionario de Torrelavega, los cuatro citados dieron el ejemplo martirial de querer acompañarlo a declarar y, por ende, al martirio. . Hay entrevista con su biógrafo Saturnino López y su vida fue calificada por el arzobispo José Luis Gutiérrez como «admirable». Fueron beatificados el 23 de abril de 2016, acto en el que el cardenal Amato afirmó que «su bondad cura las heridas y sana los corazones«.
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