13 beatos mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el viernes 18 de septiembre de 1936: cinco terciarios capuchinos –Vicente Jaunzarás, Justo Lerma, Vicente Gay, José María López y Salvador Chuliá– en Torrent (Valencia), cuatro lasalianos -los hermanos Nicolás Adriano, Clemente Faustino, Honorio Sebastián y Anastasio Lucas– en Tarragona, dos sacerdotes de la diócesis almeriense, un marianista en Ciudad Real y un salesiano en Madrid.
En Francia se conmemora al obispo san Didier de Rennes y su diácono san Rainfroid (fines del siglo VII). En Vietnam se conmemora el aniversario del martirio del sacerdote dominico santo Domingo Trach (1840); en Polonia y Alemania, el del beato sacerdote José Kut (1942). En Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado al laico Eutimio Petrovich, martirizado en esta fecha de 1937.
Manuel Alcayde Pérez, de 57 años y natural de Fiñana, donde era coadjutor (dentro de la diócesis de Guadix), fue asesinado en Nacimiento y beatificado en Roquetas de Mar (25 de marzo de 2017), siempre en la provincia de Almería. Pidió morir antes que su párroco:
Su antigua feligresa doña Francisca Salmerón señala su actitud ante la Persecución Religiosa: « En los momentos difíciles no se acobardó. Una sobrina suya vino desde Barcelona con ánimo de llevarlo con ella y que allí pasara inadvertido y libre de peligro, pero el siervo de Dios le contestó que no tenía nada que temer, que no había hecho nada malo. Dijo que tenía que dar su vida por Cristo. »
El diecisiete de septiembre de 1936 fue detenido y escarnecido en la plaza del pueblo, sufriendo una cruel prisión. De madrugada junto a su Párroco, el siervo de Dios don Melitón Martínez Gómez, fue subido en un coche y llevado a la cuesta de la Reina. Al apearse del vehículo dijo a su compañero: « Se han cumplido nuestros días y horas; me consuela que muramos juntos. »
Como los milicianos rechazaron sus súplicas para no fusilar al Párroco, pidió morir antes para no presenciar la ejecución. Así recibió el martirio de un machetazo.
Melitón Martínez Gómez, granadino de Jérez del Marquesado y de 58 años, era el párroco asesinado a continuación de Manuel Alcayde, junto con el cual fue también beatificado. Predijo su martirio, según el relato de la diócesis de Almería (hay biografía más amplia en la de Guadix):
A una vecina le comentó: « Ya he perdido este oído y dentro de nada el otro, y dentro de nada la vida. » Iniciada la Persecución Religiosa, sus familiares trataron de que se refugiara en su pueblo. Se negó a abandonar su Parroquia. Solía decir: « Yo iré al Cielo derramando mi sangre por Cristo. »
Detenido el diecisiete de septiembre de 1936 junto a su Coadjutor, el siervo de Dios don Manuel Alcayde Pérez, lo obligaron a andar descalzo por el pueblo para burlarse de él. Tras cortarle las orejas en la cuesta de la Reina, fue martirizado al día siguiente.
Director del colegio El Pilar de Madrid
Carlos Eraña Guruceta, de 51 años y guipuzcoano de Arechavaleta, fue el primero en morir de los tres religiosos marianistas asesinados en Ciudad Real que han sido beatificados. Hizo sus primeros votos en 1903 y comenzó a dar clase de primaria en Escoriaza, Villafranca de Oria y Madrid, para ser luego director de los colegios de Ciudad Real (1916-1927), Tetuán- Marruecos (1927-1933), y Nuestra Señora del Pilar de Madrid.
El 24 de julio de 1936, el Colegio del Pilar, donde residía, fue incautado y la comunidad religiosa dispersada. Carlos Eraña fue detenido dos veces y luego puesto en libertad. Cuando vio que en Madrid su vida corría peligro y que no podía hacer nada útil, decidió ir a Ciudad Real. Después de una nueva detención en Alcázar de San Juan, que estuvo a punto de costarle la vida, llegó a Ciudad Real el 29 de julio. Allí se encontró con dos comunidades marianistas dispersas a las que trató de ayudar, manifestándose siempre como religioso. Solía decir: «Sea lo que Dios quiera».
El 6 de septiembre fue arrestado y llevado a la casa del pueblo, donde permaneció doce días en aislamiento. El día antes de morir manifestó su deseo de confesarse. En la madrugada del 18 de septiembre fue sacado de la improvisada cárcel y fusilado en Alarcos, a pocos kilómetros de la capital.
Un salesiano pontevedrés asesinado por la checa de Fomento
Salvador Fernández Pérez, de 66 años y pontevedrés de San Pedro de Creciente, profesó como salesiano en 1891 y fue ordenado sacerdote en 1896. Ejerció en Málaga, Vigo, Santander, diversos lugares de Galicia y el País Vasco y, desde 1935, en la casa del barrio madrileño de Estrecho, como confesor.
Tras el asalto al colegio del día 19 de julio de 1936, fue a parar a la Dirección General de Seguridad, y al ser puesto en libertad se refugió en domicilios de parientes. Desde el 28 de agosto estuvo en la pensión Manzano, de la calle Libertad 12, hasta que el 18 de septiembre se presentaron unos milicianos que, tras identificarlo como sacerdote, se lo llevaron a la checa de Méndez Álvaro y luego a la de Fomento (oficialmente la Checa principal, sita en el Círculo de Bellas Artes en la calle Alcalá, no se trasladó como tal sede del Comité Provincial de Investigación Pública a la calle Fomento 9 hasta el 25 de octubre; pero obviamente en Fomento funcionaba antes otra checa).
Dos días más tarde se exponía la foto de su cadáver en la DGS. Fue el tercero de los cuatro salesianos de Estrecho asesinados, todos a su vez beatificados.
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Creo que mi abuelo estuvo allí, cuando asesinaron a Don Melitón Martínez Gómez. El era vecino del pueblo de Nacimiento, de profesión ferroviario y tenía 24 años cuando sucedió. Nunca podré olvidar lo que contó, antes de morir en la década de los 90, a mi hermano (también fallecido poco después): Que habían cogido a un cura y que estaba en el suelo con las orejas cortadas, desangrándose. Al poco de quemarlo empezó a llover fuerte. Entonces se marcharon dejándolo allí tirado. Es muy posible que mi abuelo fuera uno de los pocos vecinos que quedaron allí para enterrarle. Me gustaría poder contrastar todo esto con algún otro testigo o familiar. Pero hace ya mucho tiempo.
Me sorprende con qué facilidad y crueldad vecinos de su mismo pueblo, que lo conocían, pudieron hacer esto. Qué poco valía la vida entonces.
Miembros de la UGT afiliados a la Agrupación Socialista de Fiñana y pertenecientes al Comité Revolucionario, con cargos en dicho Ayuntamiento fueron condenados por estos crímenes.