Diez mártires del siglo XX en España nacieron un 17 de abril: un carmelita gerundense, un vicenciano ilerdense, un salesiano salmantino, un claretiano barcelonés y dos gerundenses -los tres beatificados en Barcelona el 21 de octubre de 2017-, un sacerdote diocesano almeriense, un marianista calagurritano, un marista burgalés y un agustino leonés.
Juan María Puigmitjá Rubió, carmelita calzado de la comunidad de Tárrega, de poco más de 17 años, había nacido en Olot (Girona), fue asesinado en Cervera (Lleida) el 29 de julio de 1936 y beatificado en 2007, con sus compañeros, cuyo martirio se narra en el artículo del 21 de diciembre. Es el tercero más joven al morir entre los mártires beatificados, precedido solo por el salesiano Federico Cobo (16 años) y por su compañero de martirio Juan Prat Colldecarrera, al que faltaban cuatro días para cumplir los 17.
Un anciano que escapaba a Francia
Antonio Carmaniu Mercader, de 77 años y natural de Rialp (Lleida), entró en el noviciado de la Congregación de la Misión en 1879, siendo ordenado en 1881. En 1936 estaba en la casa provincial de Barcelona (Provenza 212). Creyéndose más seguro en su pueblo, pasó a Rialp con permiso del superior Ramis. Allí fue perseguido por lo que se puso en camino para Francia, pero fue descubierto y después de un tiempo de prisión -en el que, proféticamente, a unos milicianos anarquistas que le pedían un sermón, les dijo: «Ya sé que me mataréis. Pero lo mismo que me hacéis a mí, os tocará a vosotros, pero de dos en dos o de cuatro en cuatro»- asesinado el 17 de agosto de 1936 en el término municipal de Llavorsí (Barcelona), mientras gritaba: “Os perdono. ¡Viva Cristo Rey, ya podéis tirar!”. Su cadáver recibió 16 impactos de bala y fue arrojado en unos pedregales junto al río Noguera Pallaresa, que lo arrastró en una crecida. Fue beatificado en 2013.
Félix González Tejedor, sacerdote salesiano, tenía 48 años y era oriundo de Ledesma (Salamanca). Hizo el noviciado en Carabanchel Alto (Madrid), donde emitió los votos en 1907. Fue ordenado sacerdote en 1915. El 20 de julio de 1936 fue encarcelado con toda la Comunidad de Carabanchel Alto. Liberado, continuó ejerciendo su ministerio sacerdotal desde diversos refugios. El 24 de agosto de 1936 fue denunciado como sacerdote mientras visitaba a una familia en la calle Méndez Álvaro 2, arrestado por milicianos de Atocha, y asesinado aquella misma noche. Fue beatificado en 2007.
«Me hubiera gustado hacer en mi vida el bien que había soñado»
Tomás María Planas Aguilera, sacerdote claretiano nacido el 17 de abril de 1909 en Barcelona, tenía 27 años cuando lo asesinaron el 27 de agosto de 1936 en Sabadell (Barcelona). Profesor en Solsona, al final del curso 1935-36 fue destinado a Roma para ampliar estudios, pero no llegó a marchar, ya que la Revolución le sorprendió en la casa de los claretianos en el barrio de Gracia de la ciudad condal, donde esperaba a otro compañero de viaje, según la biografía de la beatificación:
El día 19 de julio de 1936 se acogió en la casa de su hermano Juan, que vivía en la ciudad, donde estuvo hasta su detención.
El 26 de agosto, a las tres de la madrugada, se presentaron las patrullas milicianas para hacer un registro en la casa. Al Padre le encontraron documentos, el pasaporte, y otros escritos personales, que los rojos leyeron con interés y consideraron como un trofeo. Era como una sentencia y se lo llevaron detenido al Canódromo, que está cerca del Hospital de San Pablo. En las dependencias de la planta baja del Canódromo, a las tres y media de la madrugada, encontró a Jaime Queralt, pariente suyo también detenido, que al verlo se sobresaltó. Estuvieron diez minutos juntos, pero luego los separaron y quedaron incomunicados.
Pero hasta las cinco de la tarde no fue el interrogatorio o declaraciones ante el comité en pleno en las citadas dependencias. Le pidieron cuenta de los papeles personales que delataban su condición de religioso y aficiones literarias. Hizo las declaraciones con tranquilidad, entre ellas que era sacerdote, sabedor de las consecuencias que seguirían. Esa entereza, según confesión de dos milicianos, le valió la pena de muerte. A continuación prestó declaración su pariente. Después del interrogatorio se encontraron de nuevo y cambiaron impresiones. La del P. Planas fue amarga, convencido de que su destino era la muerte, al que dijo:
«No me importa morir, sólo que me hubiera gustado hacer en mi vida el bien que había soñado».
Después de una hora el Padre se echó al suelo rendido por la fatiga del día. Hacia las las nueve y media de la noche un miliciano llamó al Padre y desde entonces se perdió su rastro. Se decía que había sido asesinado en las cercanías de Sabadell por ser sacerdote. No se tienen noticias del lugar de su sepultura.
Su pariente fue puesto en libertad al día siguiente.
Francisco Rodríguez Carmona, sacerdote de 26 años, natural de Vera (Almería), era coadjutor de Tabernas, en la misma provincia, detenido el 24 de julio, fue asesinado en Enix el 30 de agosto de 1936 junto con los obispos de Almería y Guadix, y beatificado en Roquetas de Mar el 25 de marzo de 2017. Un niño de su parroquia lo recuerda así: «Era un sacerdote muy querido por el pueblo. Algunas tardes se venía con los niños y los jóvenes a jugar a la reja. Yo me llevaba muy bien con él. Era un sacerdote muy piadoso, la Misa la decía con mucha devoción, nos hablaba mucho de la Virgen, todas las tardes rezaba el Rosario en la iglesia. A los niños y jóvenes nos daba catequesis, se sentaba a confesar todos los domingos, nos explicaba el Evangelio y atraía a la gente a Dios.»
Pedro Sitges Obiols, sacerdote claretiano nacido el 17 de abril de 1900 en La Cellera (Girona), tenía 36 años cuando lo mataron el 12 de septiembre de 1936 en Sant Martí de Tous (Barcelona). La Revolución le sorprendió en Cervera y, según la biografía de la beatificación, fue asesinado mientras trataba de llegar a Igualada:
El día 21 de julio de 1936, al verse obligado a abandonar la residencia de la comunidad, se dirigió al hospital a pie y con la sotana puesta, a donde llegó media hora más tarde que los enfermos llevados en coche. En el hospital hizo vida de comunidad con todos los demás en las dos salas que les habían reservado. Como estaban encerrados y sin poder salir, se dedicaba a la oración, a la meditación y preparación para la muerte. Allí se encontraba como refugiado, mientras que los otros estaban como enfermos, por lo cual su situación no ofrecía seguridad. Su hermano Juan preparó toda la documentación y se presentó en el hospital para llevárselo fuera de Cervera, pero él no quiso salir por no abandonar al P. Girón. Estaba resignado y aceptaba el martirio, más bien lo deseaba, tal como había manifestado en varias ocasiones, incluso en cartas enviadas a la familia.
Las cosas se complicaron todavía más porque había llegado una orden del Alcalde imponiendo la salida de los PP. Girón y Sitjes y, por confesiones de algunos asesinos, se sabía que la vida de dichos Padres peligraba. Después de varias cavilaciones, el día dos de septiembre los Administradores del hospital aconsejaron al P. Girón que se marcharan lo antes posible los que pudieran porque se preparaba una hecatombe. En la madrugada del tres los PP. Girón y Sitjes salieron del hospital disfrazados de obreros a cierta distancia y se juntaron en el valle de las Forcas. El primero en llegar fue el P. Sitjes y cuando llegó el P. Girón, le preguntó:
¿Cómo le ha ido?
Muy bien hasta ahora, respondió el P. Sitjes. El saco y el rastrillo son un excelente disfraz en este tiempo de trilla.
Pues adelante y no nos detengamos, que no hay minuto que perder. Y ya que Dios nos separa, y no sabemos hasta cuándo, nos daremos antes mutuamente la bendición.
El primero se arrodilló y recibió la bendición del segundo. A continuación este se arrodilló y recibió la bendición del otro. Puesto en pie se abrazaron espontáneamente y ambos con los mismos presentimientos se despidieron:
¡Adiós, Padre, hasta el cielo!
Y se separaron. y cada uno marchó en una dirección sin tiempo que perder.
El P. Sitjes fue en dirección a Bergós y no tardó en llegar a la casa de Ramón Pamés, conocido suyo de Bergós. Allí estuvo unas doce horas y escribió una carta a su hermano para que fuera a buscarle a Igualada. La carta fue echada al correo por el Sr. Pamés. A eso de las dos de la tarde le acompañó en un carrito hasta unos campos llamados Els Condals, sin encontrar a nadie, y le indicó el camino hacia Igualada sin pisar la carretera.
La carta llegó a su hermano el día 6 de septiembre, pero no se movió porque recibió otra carta de su hermano, pero el sobre estaba escrito por otro que le infundió temor. El P. Sitjes se encontró en Robinat con el joven José Ametller, que lo conocía por haber trabajado en la finca de Mas Claret y lo escondió en una cabaña. Siempre que iba lo encontraba rezando y muy resignado. El joven le indicó el camino a Igualada y el Padre salió solo por la noche con la intención de ir a su familia, pero que probablemente no llegaría y que si le mataban rogaría por él en el cielo.
Fue arrestado y asesinado sin que nadie lo viera hacia el 12 de septiembre de 1936. Su cadáver fue encontrado cuatro días después en la entrada de un bosque denominado el Farné de San Martín de Tous, provincia de Barcelona. Le identificaron por los objetos que encontraron junto a su cadáver cuatro días después del fusilamiento. Estos objetos eran un crucifijo relicario del P. Claret, unos rosarios, las lentes, la ropa con el número de identificación, una fotografía de su madre y los detalles de su fisonomía. Los del Comité mandaron quemar el cadáver. Los restos fueron enterrados allí mismo hasta que en 1940 fueron llevados a Cervera.
Jesús Hita Miranda, de 36 años, natural de Calahorra (La Rioja), marianista y profesor en Ciudad Real, fue asesinado y arrojado al pozo-noria de Carrión de Calatrava (Ciudad Real) el 25 de septiembre de 1936 y beatificado en 1995 (ver artículo del 17 de febrero).
Cinco maristas más de los que pagaron rescate y fueron engañados
Jesús Delgado de la Fuente (hermano marista Valente José), de 42 años y natural de Mazuelo de Muñó (Burgos), fue asesinado en Castellón el 5 de octubre de 1936 y beatificado en 2013 con su compañero del colegio Mayáns de Valencia y de martirio, Eloy Rodríguez Gutiérrez (hermano Eloy José, de 37 años, hizo su profesión perpetua en 1921). El hermano Valente José hizo la profesión perpetua en 1915. Eloy escribía a su hermano tras la victoria electoral del Frente Popular: “Seguimos cumpliendo la misión sublime que nos ha sido encomendada y que tan insistentemente nos quieren arrebatar. Reza mucho por mí, pues estamos en un momento muy difícil para la religión y para la patria; si Dios no pone remedio, vamos hacia una hecatombe espantosa. Sólo se respira odio de la gente envenenada por un régimen impío”.
Al comienzo de la revolución, los detuvieron y se oyó decir: “¡Matadlos ahora mismo, son fascistas!”. Los soltaron, pero en la tarde del 25 dos grupos de milicianos los echaron de la escuela diciendo: “Ya os podéis marchar, esta escuela es desde ahora propiedad del pueblo”. En dos ocasiones fueron desvalijados en las residencias en que se refugiaron, los insultaron y los llevaron al comité de salud pública, donde les decían: “¡No olvides que eres cura!” y oyeron a un miliciano decir a otro: “Estos, guárdalos bien, pues mañana temprano les damos su merecido”. Llegó de Barcelona un marista que en nombre del hermano provincial dijo que le siguieran para subir a un barco con destino a Francia. De los cinco que viajaban en el tren, tres fueron detenidos por milicianos en Castellón, pero los hermanos Eloy y Valente siguieron viaje, aunque no llegaron a Barcelona (según algunos, el hermano Valente sí llegó, pero fue asesinado en la Estación del Norte). Murieron por tanto en el contexto del engaño sufrido por los 46 martirizados tres días después en Montcada i Reixac.
Francisco Solá Peix, clérigo profeso claretiano nacido el 17 de abril de 1900, tenía los mismos 36 años que su compañero de congregación Pedro Sitges cuando lo mataron el 19 de octubre de 1936 en Sant Pere dels Arquells (Lleida), donde estaba desde 1935, reponiéndose de una enfermedad.
Nemesio García Rubio, diácono y alumno de teología agustino de 24 años, natural de Vegapugín (León), fue asesinado el 30 de noviembre de 1936 en Paracuellos de Jarama (Madrid) y beatificado en 2007.
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