Dos mártires del siglo XX en España nacieron un 7 de junio: un capuchino y un benedictino de Montserrat, ambos gerundenses y asesinados en Barcelona.
Manuel Collellmir Sentíes (fray Jordi de Santa Pau), clérigo profeso capuchino de 19 años, era natural de Santa Pau (Girona), fue asesinado el 28 de julio de 1936 en Barcelona y beatificado en la misma ciudad condal el 21 de noviembre de 2015. Aficionado al dibujo, empleó el tiempo de escondite durante la revolución en dibujar estampas de la Virgen. Capturado con otros dos monjes en la estación del Norte, fueron inmediatamente fusilados en las inmediaciones. Al día siguiente, su hermano, que iba a Barcelona con intención de llevárselo a lugar seguro, solo pudo reconocer su cadáver en el Hospital Clínico.
El sacerdote benedictino Agustí (Ambrosi Maria) Busquets Creixell, de 33 años de edad y natural de Toroella de Montgrí (Girona), fue asesinado con otros seis monjes de Montserrat, monasterio que ha tenido a bien publicar algunos datos biográficos sobre sus 20 mártires beatificados en 2013, si bien con parquedad y tanto miedo a emplear la palabra España que afirma impropiamente que los 522 beatificados en 2013 eran «mártires de la Península» (ni siquiera se atreven a decir Ibérica): la verdad es que muchos mártires del siglo XX en España fueron, ciertamente, peninsulares, pero los hay también insulares, nacidos en otros países europeos (sobre todo Francia) y americanos (el primer santo argentino, los primeros beatos mártires colombianos, cubanos, mexicanos, etc) y hasta filipinos. Es lo que tiene mirar la vida a través de un tubo, que se queda sin ver una buena parte.
Se preparaban con fervor para el martirio
Agustí Busquets Creixell (Dom Ambrosi Maria) y sus compañeros fueron asesinados en la Creu de Pedralbes (Barcelona) el 19 de agosto de 1936. Según relata Antonio Montero en su Historia de la persecución (página 228), “habían sido sacados a medianoche de un piso de la ronda de San Pedro, número 7, donde, autorizados por la Generalidad y con sello de la misma en su puerta, venían residiendo desde pocos días antes. Eran en total cuatro padres y dos hermanos coadjutores, a los que se añadió otro benedictino visitante, el P. Plácido María Feliú, llegado horas antes. Por algunos visitantes que pasaron aquellos días por la pequeña residencia, sabemos del fervor con que sus moradores se preparaban para el posible sacrificio. Una vecina, doña Felisa Beché de Ricart, refiere haber visto salir escoltado al grupo de monjes, entre ellos el P. José María Fontseré, que, debido a su ancianidad, bajaba torpemente las escaleras. Dicha señora presenció cómo uno de los milicianos, tras proferir una blasfemia, dio un empujón al pobre viejo, que cayó de bruces sobre el rellano del principal”. Los cadáveres aparecieron en la madrugada del 20 “en el cruce de la calle Dels Garrofers con la avenida de la Victoria” y, gracias a las gestiones del prior, padre Roberto Grau (martirizado el 5 de enero de 1937), “fueron debidamente amortajados en el depósito del Hospital Clínico. Al domingo siguiente, en siete ataúdes, transportados por otros tantos coches, fueron trasladados al cementerio, donde se les dio sepultura en nichos cedidos por amigos de Montserrat. Para que nada faltara, tuvieron incluso un responso individual, que recitó, mientras pasaba el cortejo fúnebre, otro benedictino disfrazado entre la gente”, concluye el historiador y obispo.
De menos a más edad, eran: Ignasi Guilà Ximenes (Emilià Maria), de 22 años; Càndid Feliu Soler (Plàcid Maria), de 31; Dom Ambrosi Maria y José Erausquin Aramburu (Eugenio María), ambos de 33 años; Joan Roca Bosch, de 52; Cipriano González Millán (Domingo), de 55, y Josep Maria Fontserè Masdeu, de 81.
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