Dos mártires del siglo XX en España perdieron la vida el 29 de mayo de 1938: Pedro Romero Espejo, redentorista cuyo caso relaté en el artículo del 28 de abril, aniversario de su nacimiento, y el laico almeriense José Pérez. A modo de digresión, añado una pincelada sobre la persecución en China.
El sábado 29 de mayo de 2021 es la fecha de beatificación de las tres enfermeras mártires de Astorga, sobre las que el obispo de aquella localidad leonesa ha escrito una carta pastoral y el canal de la diócesis en Youtube ha publicado varias conferencias: anuncio de la beatificación por el vicario general, conferencia de Juan Antonio Martínez Camino, del obispo de Córdoba, de un sacerdote sobre los mártires, y sobre esta causa en concreto por la postuladora Victoria Hernández.
Pilar Gullón Yturriaga, Octavia Iglesias Blanco y Olga Pérez-Monteserín Núñez fueron asesinadas el 28 de octubre de 1936 en Pola de Somiedo, tras pasar solo diez días atendiendo a enfermos en un pequeño hospital del bando nacional en la Guerra Civil Española.
Su causa de beatificación y canonización, que lleva el número 2.681 en la Congregación vaticana para las Causas de los Santos, se inició en 2006 a petición de los familiares de la primera de las enfermeras citadas (natural de Madrid, diócesis que se hace cargo de la causa). La postulación ha corrido a cargo de Silvia Correale, que trabaja en el Vaticano desde 1992 (es conocida como decana de los argentinos en Roma) y que ya ha llevado otras causas de beatificación de mártires españoles, como la de José Aparicio y 232 mártires (de la diócesis de Valencia) beatificados el 11 de marzo de 2001.
El 11 de junio de 2019 el papa Francisco proclamó que las muertes de estas tres enfermeras fueron sendos martirios (es decir que fueron asesinadas por su fe) y por tanto son venerables y pueden ser ya beatificadas, momento en que el total de santos y beatos mártires del siglo XX en España alcanzará la cifra de 1918 (ver los datos esenciales de todos ellos en este documento).
El hospital, con 14 enfermos, cayó el 27 de octubre de 1936 en poder del bando republicano, y de la documentación publicada en italiano con ocasión del reconocimiento del martirio cabe resumir estos datos sobre las tres enfermeras, presentadas como «miembros de Acción Católica, Hijas de María y miembros de las Conferencias de San Vicente» de Paúl:
El jefe militar republicano les ofreció a las tres mujeres la oportunidad de salvarse si renunciaban a la fe, pero, ante su negativa, las encerró en una casa en Pola de Somiedo, entregándolas a sus hombres. Al día siguiente, desnudadas y humilladas, las llevaron ante el pelotón de fusilamiento, compuesto únicamente por mujeres. Murieron gritando «Viva Cristo Rey» y «Viva Dios», al igual que hicieron al ser torturadas, cuando se les ordenó exclamar «Viva Rusia» y «Viva el comunismo».
Pilar tenía 25 años; nació en Madrid el 29 de mayo de 1911. No murió de inmediato y antes de que la remataran perdonó a sus verdugos.
Octavia, nacida en Astorga, tenía 41 años. Siguió atendiendo a los heridos, incluso durante su encarcelamiento.
Olga, nacida en París (su padre era pintor), era la menor (23 años) y también continuó prestando servicios a pesar de haber resultado herida en el asalto al hospital.
Su causa comenzó el 24 de marzo de 2006 en la diócesis de Madrid, después de obtener la autorización de la Santa Sede el 30 de noviembre de 2005 y previamente el traspaso de jurisdicción del tribunal eclesiástico de la diócesis de Oviedo. La investigación diocesana concluyó el 17 de marzo de 2007; los documentos relevantes se validaron el 4 de junio de 2009. La biografía (Positio super martyrio) se entregó al Vaticano en 2016. Los restos de las tres descansan en la capilla de San Juan de la Catedral de Astorga.
Del olvido y la manipulación, a la beatificación
El asesinato de las tres enfermeras tuvo cierto eco en la prensa del bando nacional, de la que aquí mencionaré algunos ejemplos. Es posible que el caso influyera para que algunos, a modo de represalia, llevaran a cabo la matanza de al menos 13 personas exactamente un año después en el monasterio de Valdediós.
Aunque la prensa nacional (Faro de Vigo, según la cita publicada en Día de Palencia el 13 de marzo de 1937) había indicado que dos de las enfermeras mártires habían pertenecido a la JAP (Juventud de Acción Popular), no fue óbice para que Pilar Primo de Rivera las manipulara a fines de abril de 1939 para incluirlas en la lista de caídos de Falange.
La pequeña nota con que las recordaba ABC en 1940 parece ser el último recuerdo que se tuvo tras haberles dado sepultura en la catedral astorgana.
La apertura del proceso de beatificación dio pie a que tratara el tema un reportaje de La2 titulado Prados de Sangre.
En 2018, Lala Isla, leonesa afincada en Inglaterra, presentó el testimonio de un miliciano llamado Abelardo Fernández Arias, que habría presenciado los asesinatos, quien negaba que tuvieran carácter martirial y hasta vejatorio, pues habrían muerto en mismo día de la caída del hospital, fruto de la furia de una mujer a cuyo marido habían matado los nacionales, y cuyo nombre no se aporta.
Frente a ese testimonio parecen estar los de aquellos que precisan el trato dado a estas tres mujeres, especificando los nombres de quienes se ofrecieron a fusilarlas (Felisa Fresnadillo, Josefa Santos, María Sánchez, María Soto y Consuelo Vázquez) y de quienes finalmente las ejecutaron (Evangelina Arienza, Dolores Sierra, y Emilia Gómez).
El punto en común entre ambas historias puede ser el que menciona un artículo de la prensa nacional al hablar de la furia de una tal Veneranda, sobre cuyo apellido solo puedo hacer hipótesis en base a que se conserva ficha de una miliciana con ese nombre en Asturias.
José Pérez Fernández, miembro de la Acción católica de 25 años (había nacido el 4 de septiembre de 1912 en Sorbas (Almería), fue asesinado el 29 de mayo de 1938 en Turón (localidad de Granada en la que mandaron para asesinar a 300 personas; la foto de 2008 cuando se colocó allí una placa y un libro sobre los mártires de Turón puede verse en el blog de D. Jorge López Teulón) y beatificado en 25 de marzo de 2017 en Roquetas de Mar (Almería). La biografía diocesana dice del joven José Pérez:
Animoso y lleno de entusiasmo, propagó con todas sus fuerzas la Acción Católica en Sorbas. En tiempos de abierta hostilidad contra la Iglesia, difundió por donde pudo el periódico católico La Independencia.
Honrado miembro de la Guardia de Asalto, fue destinado a la ciudad de Almería. Su catolicismo le valió ser detenido y sufrió prisión en El Ingenio. Trasladado el dos de mayo de 1938 a Turón, ni las más crueles torturas lograron someter su valentía cristiana. El veintinueve de mayo le ordenaron cavar su propia fosa en las inmediaciones de la ermita de san Marcos. Por su coraje burló a su verdugo y trató de refugiarse en un olivar, siendo allí martirizado a sus veinticinco años. Sólo muerto pudieron sus verdugos rendir su valeroso cuerpo, destrozándolo de una manera atroz.
Si a mí me persguieron…
Al comentar a un sacerdote chino la muerte de un obispo que estuvo 30 años en la cárcel (Mons. José Fan Zhongliang, el obispo legítimo de Shanghái, además de las tres décadas en prisión, llevaba otros 14 años en arresto domiciliario, desde que fue nombrado obispo), me dijo que precisamente ese había sido su prelado, y que apreciaba tanto lo que para él había supuesto la prisión, que decía: «Quiero que todos mis sacerdotes hayan estado en prisión. Mínimo tres años».
Como la expresividad de los chinos es tan difícil de descifrar, y encima la anécdota me viene de segunda mano, no sé hasta qué punto bromeaba el obispo… Pero ahí queda el dato.
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