L'Osservatore Romano, 10 de agosto de 1936.

Pío XI: ¡los hermanos han matado a sus hermanos! El 14 de septiembre de 1936 el papa Pío XI habló por primera vez de los mártires de España y se entristeció por la guerra entre hermanos


Seis beatos mártires del siglo XX en España terminaron su pasión el lunes 14 de septiembre de 1936. Todos ellos fueron asesinados en Madrid: cinco en el kilómetro 7 de la carretera de El Pardo —tres marianistas (Joaquín Ochoa, Sabino Ayastuy y Florencio Arnáiz) y dos dominicos (el hermano Teófilo Montes y el padre Manuel Álvarez)— y un hermano de las Escuelas Cristianas -el hermano Anastasio Pedro– en Hortaleza. Hoy es además aniversario de la primera vez que Pío XI habló sobre los mártires y sobre los cuatro bandos de la guerra civil española.

En Francia se conmemora el martirio del beato sacerdote Claudio Laplace (1794); en China, del obispo san Luis Gabriel Taurino Dufresse (1815). En Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado a dos mujeres mártires del 14 de septiembre de 1937: la monja Tatiana Gripkova y la laica Natalia Kozlova.

Pío XI: ¡los hermanos han matado a sus hermanos!

Dado que los mártires del 14 de septiembre ya están biografiados, traigo a reflexión el discurso de Pío XI, que resumí diciendo que los mártires son de Dios, para resaltar el último punto de su exhortación antes de dar su bendición a los refugiados: que hay que preparar un futuro en el que convivamos con aquellos que entonces mataban a los mártires, porque más terrible que el hecho de que haya mártires -hecho por lo demás glorioso, según afirmó el Pontífice-, es que los hermanos maten a los hermanos, y más aún que eso suceda entre españoles y -aunque esto ya fuera entonces sólo verdad en parte, y no digamos hoy- entre católicos.

El Gobierno de Madrid armó  quienes cometieron los sacrilegios

L'Osservatore Romano, 10 de agosto de 1936.
L’Osservatore Romano, 10 de agosto de 1936.

Y puesto que el discurso del 14 de septiembre es conocido, he buscado la que parece haber sido primera declaración oficiosa del Vaticano sobre la guerra de España, publicada en la primera página de L’Osservatore Romano el 10 de agosto de 1936. Como se verá, se adelantan ideas y expresiones que saldrán en la exhortación del 14 de septiembre, en la que sin embargo ya no hay reproches al gobierno, seguramente por estar ya muy claro que este no iba a desvincularse de los asesinos:

«Por muchas partes se pregunta qué ha hecho la Santa Sede frente a los sacrilegios y las profanaciones que actualmente se cometen contra las personas y las cosas sagradas en España. De las informaciones asumidas, resulta que la Santa Sede no ha dejado de hacer llegar sus enérgicas protestas al Gobierno de Madrid, como no podía ser de otra forma. Mientras que en Barcelona, en casi toda Cataluña y en el propio Madrid se mata bárbaramente a eclesiásticos y religiosos que de ningún modo están implicados en las luchas políticas; mientras que beneméritas religiosas son expulsadas de los hospitales en los que ejercían sus caritativas obras, y son impíamente vilpendiadas; mientras se destruyen y se incendian sistemáticamente iglesias y conventos y se llega incluso a violar las tumbas y a profanar los cadáveres; mientras se trata de impedir el culto divino, no solo en las iglesias públicas, sino también en las casas privadas, la Santa Sede no podía dejar de elevar su voz de deploración y de protesta. Incluso queriendo admitir que el Gobierno de Madrid pueda a veces encontrar graves dificultades para reprimir tan lamentables excesos por parte de elementos a los que él mismo ha armado, no es posible olvidar que, también en el pasado, los repetidos e insistentes reclamos hechos por parte de la Santa Sede no consiguieron influir para que el Gobierno interviniera eficazmente para impedir y castigar las violencias contra la Iglesia. Si hasta ahora no se ha dado satisfación a las justas y oportunas reclamaciones de la Santa Sede, todas las personas honestas esperan que el Gobierno de Madrid intervenga para poner freno a tan dolorosos excesos o al menos deplore públicamente tales actos sacrílegos y separe de modo claro y abierto su responsabilidad de la de quienes los cometen. Entretanto, conviene multiplicar las más fervorosas oraciones al Señor por esa nación tan castigada, cuyos recuerdos más gloriosos están vinculados a la religión y a la Iglesia Católica. Pues si incluso de los días de la tribulación final está escrito que propter electos breviabuntur [se abreviarán en atención a los elegidos], cabe esperar que por tantos sufrimientos de los buenos y especialmente por la sangre de los nuevos mártires, pasen rápidamente las horas de la prueba y surja cuanto antes el alba de la justicia y de la paz.»

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