Hay 10 mártires del siglo XX en España que fueron asesinados el viernes 7 de agosto de 1936: cinco hermanos de La Salle, de ellos cuatro de la comunidad de Consuegra (Toledo) y otro de Tarragona, dos claretianos en Barcelona, dos mercedarios de El Olivar en Teruel -el comendador Francisco Gargallo Gascón y el padre Manuel Sancho Aguilar– y un marista en Badajoz.
En Etiopía, se conmemora a los beatos capuchinos mártires Agatángelo (Francisco) Nourry de Vincennes y Casiano (Gonzalo) Vaz López-Netto de Nantes (1638). En las islas británicas, a los beatos sacerdotes Martín de San Félix Woodcock, Eduardo Bamber y Tomás Whitaker, martirizados en 1646, y Nicolás Postgate, martirizado en 1679. En México, al sacerdote diocesano san Miguel de la Mora (1927). En Rusia, a los sacerdotes Nicolás Udintsev (1918) y Alejandro Sakharov (1927), glorificados como mártires por la Iglesia ortodoxa.
Asesinado por «fraile» y «derechista»
El quinto hermano de las Escuelas Cristianas mártir el 7 de agosto, Joan Baptista Urgell Coma (hermano Benet Joan), de 29 años y oriundo de Villalba dels Arcs (Tarragona), lo fue en Corbera d’Ebre, pueblo tarraconense que se hará famoso desde que en 1938 fue totalmente destruido en la Batalla del Ebro. En la información firmada para la Causa General (legajo 1445, expediente 3, folio 7) por el ayuntamiento el 18 de diciembre de 1940, se afirma que el 7 de agosto de 1936 fueron asesinados de «varios tiros de arma de fuego en la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona a dos kilómetros de distancia de esta población» tanto «Juan Urgell Coma, de Villalba», calificado como «fraile» y «derechista», como el secretario del ayuntamiento, «Bautista Urgell Navarro, de Villalba», calificado también de «derechista», a diferencia del sargento de la Guardia Civil, Leopoldo Pérez Greco, asesinado el mismo día pero de «varios tiros de máuser» y en la misma carretera «a un kilómetro de distancia de esta población». Al día siguiente fue asesinado de «varios tiros de bala» y a un kilómetro el «sacerdote y propietario» Tomás Soldrá Vaquer, de Gandesa. Solo para el asesinato del sargento —que tenía su domicilio en Calaceite, Teruel— se indica autor (José Lliveria Esteve).
Les repetían amenazas de muerte cada vez que les daban de comer
Los sacerdotes claretianos asesinados en Sant Sadurní d’Osormort (Barcelona) eran Casto Navarro Martínez, de 31 años (nació el 1 de julio de 1905 en Guadalaviar, Teruel) y José Arner Margalef, de 43 (nacido el 3 de septiembre de 1892 en Alcolea de Cinca, Huesca). Ambos fueron beatificados en Barcelona el 20 de octubre de 2017. El padre Arner fue detenido en el mismo control donde detuvieron al padre Navarro, a quien él había enviado para hacer una consulta; en el caso del primero, además por no haber querido dejar solos a los estudiantes:
La tarde del 20 de julio salió de casa con el Coadjutor, P. Casto Navarro, y los 31 novicios, todos con la sotana, y postulantes por orden del P. Superior, en plan de fuga, aunque le repugnaba pues la Guardia Civil había dado buenas palabras. Se dirigieron a la Masía Pratdesaba, junto al castillo de Saladeures, donde se acomodaron para pasar la noche. Antes de cenar rezaron el Santo Rosario con la familia.
A la mañana siguiente celebró misa en la capilla del castillo con asistencia de moradores y forasteros. Tuvieron que abandonar aquella casa por la cercanía a la carretera y desde ese día 21 estuvieron como trashumantes, con sotana los primeros días, por los bosques, privados de todo y durmiendo a la intemperie hasta que el comité, por intercesión de personas piadosas, les permitió volver a Vich el día 28. Durante esos días el P. Arner se preocupó del alimento material y espiritual de todo el grupo de novicios. Todos los días hicieron las prácticas piadosas habituales, pero con más fervor. A todos les inculcaba que habían de estar orgullosos de ser perseguidos personalmente por Cristo y que esta era una gracia muy grande. El día 25, fiesta de Santiago Apóstol, aprovechó el segundo punto de la meditación para enaltecer la gloria del Apóstol, el primero en derramar su sangre por Cristo, y animó a todos a sufrir el martirio si era necesario.
El P. Arner quería pasar a Francia con los estudiantes, para lo cual el día 26 envió al H. Rubio a Vich para hablar con el P. Superior, Manuel Mascaró, y este no lo aprobó. Al día siguiente envió al P. Navarro, que no pudo volver al grupo.
El día 28 por la tarde volvieron a Vich en un ómnibus que dos mujeres, Ángela Lladó y Josefa Camarasa, habían alquilado después de obtener el «pase» del comité para los novicios. Advirtieron al P. Arner que no viajara con los novicios por el peligro que corría su vida, pero dijo que no podía abandonarlos en razón de su cargo. El autobús fue revisado en el control situado en el puente de Calldetenas, donde descubrieron su identidad avisando de ello al chófer, pero para más seguridad un miliciano les seguía en moto. Fueron llevados ante el comité.
El interrogatorio se desarrollaba bien, hasta que entró un personaje gritando con malos modos ¿A dónde van tantos frailes y monjas? Efectivamente, allí había monjas que esperaban el pase. Desde ese momento cambió la situación.
¿Quién es el jefe de esta cuadrilla? Continuó el recién llegado.
Soy yo, contestó el P. Arner.
Esto le valió un insulto grosero y un tratamiento a base de empujones. A los novicios los dejaron libres y al P. Arner lo llevaron al cuartelillo, en donde estaba el P. Navarro. Pasaron algunas horas juntos, hasta que a eso de las once de la noche fueron llevados a la cárcel.
En la cárcel los separaron. Al P. Arner lo colocaron no se sabe dónde, pero a la mañana siguiente ofreció al P. Navarro y al Sr. Rial su toalla para que pudieran lavarse y el desayuno que le había sobrado. El día 29 hubo una nueva distribución de las celdas y a los Padres les pusieron en celdas contiguas, de manera que podían comunicarse con facilidad. Los compañeros de cárcel supervivientes informan que el P. Arner aparecía silencioso y pensativo y poco amigo de alternar con los demás. Esa forma de ser estaba aumentada por sus achaques. Gustaba de pasear a solas con ritmo claustral, dedicado a sus rezos y meditaciones. Apenas se alimentaba, y aun lo poco que comía, le hacía mal y lo tenía que vomitar.
Un día, conversando con un sacerdote detenido, le dijo:
Hoy he meditado en la oración de Jesús en el Huerto.
Pues siga Ud. meditando en la crucifixión y en la Muerte de Jesús, por lo que pueda suceder, le respondió el avisado sacerdote.
Por si alguno había olvidado el peligro que corrían, los milicianos se lo recordaban todos los días, principalmente al llevarles la comida, que era el momento de los insultos y amenazas. Así les repetían el estribillo:
Si supiéramos que sois frailes, ahora mismo os fusilaríamos.
La noche del 7 de agosto sacaron a los dos Padres y los fusilaron, como ha referido uno de los que tal cosa hicieron. También lo confirmó el carcelero a una piadosa señora que llevaba alimentos a los Padres.
Denunciado por una criada y acusado de ser sacerdote
El marista Pedro Ortigosa Oraá (hermano Aureliano), de 42 años y navarro de Torralba del Río, emitió sus primeros votos en 1912, trabajando sobre todo en localidades del País Vasco hasta 1935, cuando llegó a Badajoz, para dar clases en una escuela del obispado preparatoria para el ingreso en el seminario. El 2 de agosto, con otros dos hermanos, fue detenido al salir de oír misa. Los otros consiguieron refugiarse cada cual donde pudo. El hermano Aureliano en casa de Fernando Pesini Ortiz. Una criada lo denunció el 7 de agosto y lo detuvieron en un registro, acusándole de ser sacerdote. Los mismos milicianos que hacían el registro lo condujeron al puente de Palmas y ahí lo asesinaron.
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