Nueve de los asesinados el miércoles 26 de agosto de 1936 han sido beatificados: tres lasalianos del buque Río Segre en Tarragona; en Madrid, una religiosa celadora del culto eucarístico, en Barcelona un marista –el hermano Luis Alfonso– y un capuchino –fray Saturnino de Bilbao-, más el salesiano Félix Vivet; en la provincia de Alicante el capuchino Pedro Mas y en Belinchón (Cuenca) un sacerdote diocesano almeriense Juan Segura.
En Japón se conmemora el martirio, en 1606, del beato catequista Joaquín Watanabe Jirozaemon; en Francia el del beato sacerdote carmelita Jacobo Retouret (1794); en Polonia y Ucrania, el de la monja mártir del comunismo soviético Lorenza Leocadia Harasymiv o Garasimov (1952); en Rusia, la Iglesia ortodoxa ha glorificado a cinco mártires muertos en esta fecha: en 1918 el sacerdote Iván Shishov; en 1937 los sacerdotes Serafín Zvezdinsky, Jacob Arkhipov y Alejo Vvedensky, y en 1942 el laico Basilio Alexandrin.
La monja que salvó a la mujer que la acogia
Tomé esta foto en la capilla del Corpus Christi, sita en la madrileña calle de Blanca de Navarra, el «Convento Celadoras del Culto Eucarístico» donde, según la web de la Conferencia Episcopal, está enterrada Ángela Benita Sebastiana Margarita Ginard Martí (sor María de los Ángeles), nacida el 3 de abril en Llucmayor (Mallorca, el pueblo de Ramon Llull), que fue asesinada el 26 de agosto de 1936 en la madrileña Dehesa de la Villa (contaba 42 años) y beatificada en 2005 (con ella fueron beatificados siete sacerdotes diocesanos de Urgel).
La biografía firmada bajo el seudónimo Meldelen en la web preguntasantoral.es, recuerda que había dicho proféticamente que «la mayor felicidad para un cristiano es morir mártir por Jesucristo». Además de la fotografía de 1914 que ha servido para la iconografía de la beata, se muestra una foto de su cadáver identificado con el número 11-76-29 antes de enterrarlo en La Almudena.
Tras haber ayudado durante años a sus padres con su trabajo, ingresó en el postulantado de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de Palma de Mallorca en 1921, pasando después de los cuatro años de profesión temporal a Madrid, Barcelona y de nuevo Madrid como administradora del convento. Ya antes de la guerra, según la biografía publicada por el Vaticano, ofrecía, si esa era la voluntad de Dios, su vida en martirio por el triunfo de Cristo. El 20 de julio de 1936, cuando las religiosas tuvieron que salir del convento vestidas de seglares, sor María de los Ángeles con serenidad las tranquilizaba a la vez que les decía: “Todo lo que nos pueden hacer a nosotras es matarnos, pero esto”, indicando que lamentaba más la persecución y destrucción de lo religioso que el que la matasen. Se refugió con una familia en la calle Monte Esquinza número 24. Desde allí vio el saqueo de la iglesia y del convento, y la destrucción de imágenes y objetos de culto. El 25 de agosto por la tarde, milicianos anarquistas, por acusación del portero, que era de ellos, fueron a detenerla. Apresaron a doña Amparo, hermana de la dueña de la casa, y sor María de los Ángeles dijo a los milicianos: “esta señora no es monja, dejadla, la única monja soy yo”. Así salvó la vida a esta señora. La llevaron a la checa de Bellas Artes y el 26 al anochecer le dieron el “paseo” a la Dehesa de la Villa donde la asesinaron.
Perdonó con agradecimiento a sus asesinos
En Denia, el sacerdote capuchino Alejandro Mas Ginestar (padre Pedro de Benisa), de 59 años y natural de esa localidad alicantina, fue fusilado en La Alberca. Profesó en 1894 y recibió la ordenación sacerdotal en 1900. Estaba empeñado en la pastoral juvenil y en la catequesis de los niños; era predicador y confesor. Cuando se vio forzado a abandonar el Convento de la Magdalena de Massamagrell (Valencia), se refugió primero en casa de unos amigos y después en casa de una hermana suya en Vergel (Alicante). Lo detuvieron el día 26, y ya de noche se lo llevaron en coche. Murió perdonando y agradeciendo: «Os perdono a todos: no sabéis el bien que me vais a hacer».
En Belinchón (Cuenca) fue asesinado el sacerdote de 54 años Juan Segura Rubira, natural de Purchena (Almería) y que dirigía en Madrid las Escuelas del Ave María. Fue beatificado en Roquetas de Mar (Almería) el 25 de marzo de 2017 y la biografía diocesana cuenta que:
En Alcázar del Rey, municipio conquense, encontró refugio en el hogar de la maestra doña Emilia Fernández. Herreros. Para no poner en peligro a sus anfitriones, junto al Cura Ecónomo del pueblo, marchó al campo el veinticinco de agosto de 1936. A las pocas horas fue descubierto por los milicianos y martirizado. Antes de morir, había entregado a doña Emilia todos los bienes que le quedaban aún en propiedad para que fundara una beca en el Seminario de san Indalecio de la ciudad de Almería.
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