El sacerdote franciscano Gabriel Olivares es por ahora el único mártir entre los asesinados el 21 de diciembre de 1936. Nacidos un 21 de diciembre hay otros cinco beatos mártires: dos sacerdotes diocesanos y tres religiosos. Contaré algo más por extenso el caso del párroco de la Purísima Sangre de Reus y de los carmelitas de Tárrega, que según contaron sus asesinos se resistieron a dejarse quitar los crucifijos.
Perdona a estos, y llamaba a su Dios
Fray Gabriel Olivares Roda, granadino de Baza y de 48 años, fue asesinado en Viator (Almería) el 21 de diciembre de 1936 y beatificado en Roquetas de Mar el 25 de marzo de 2017. Sacerdote desde 1912, consta según la biografía de la beatificación, que Alfonso XIII elogió sus escritos y que al morir perdonó a sus asesinos:
Además de su labor docente en los colegios de su Orden, colaboró en las revistas seráficas El Monasterio de Guadalupe y Espigas y Azucenas. Con motivo de la coronación canónica de la Santísima Virgen de las Maravillas de Cehegín, en 1925, publicó un hermoso devocionario. El Rey don Alfonso XIII, ávido lector de sus escritos, le manifestó su admiración durante la visita regia que efectúo a Orihuela.
Al sorprenderle la Persecución Religiosa en el convento de Almería, se acogió al amparo que le prestaron diversas familias de la ciudad. Temeroso de que sufrieran por su causa, buscó refugio entre sus amistades de Arboleas. El veinticinco de julio de 1936 fue expulsado a Húercal Overa y detenido.
Su hermano de hábito, fray Modesto, contaba que al visitar un líder miliciano la prisión: « Le propinó muchos golpes en la espalda y en la cintura con el fusil, llevándole así, maltrecho a la prisión del Ingenio de Almería. Al formar un día los reclusos, pasando revista le pregunta: “¿Tú eres fraile?” – calla el padre Gabriel; pero ante la insistencia del otro, contesta: “Yo soy fraile”. – “Pues apunta en la lista al fraile”. Era casi una sentencia de muerte, ya que eran apuntados para ser llevados al Campo de Viator ».
En efecto, fue martirizado. Sus verdugos comentaban: « ¿Qué te parece lo que decía el fraile? “Perdona a éstos. Y llamaba a su Dios… »
El párroco de la purísima sangre de Reus
En Reus, fueron asesinados el 26 de julio de 1936 -domingo del que hay beatificados 15 mártires- los sacerdotes Josep Badia Minguella, beneficiado de la parroquia de Sant Pere, de casi 73 años, y Josep Civit Timoneda, párroco de la Puríssima Sang, de 61, que se ordenó en 1899 y fue antes párroco de Sarral. Al estallar la guerra, seguía celebrando misa a las Hermanitas de los Pobres cruzando las calles con sotana. Su ama de llaves le insistía en que se escondiera, pero no le hizo caso. Hacia las 13 horas del 26, fueron a detenerle y se lo llevaron, con sotana y manteo, cruzando las calles en las que era insultado. Al llegar a la carretera de Valls, se arrodilló en la Rambla de Miró, y así lo fusilaron. Fue beatificado en Tarragona el 13 de octubre de 2013.
Los carmelitas de Tárrega
Los 12 carmelitas calzados de Tárrega son el mayor grupo dentro de los 30 beatos del miércoles 30 de julio de 1936. Uno de ellos Manuel (Eduardo María) Serrano Buj, de 23 años, había nacido el 21 de diciembre de 1912 en Villarluengo (Teruel).
Según el relato de Manuel Martínez Cano, el 21 de julio de 1936, la comunidad de Carmelitas Descalzos de Tàrrega (Lleida) tuvo que abandonar el convento, refugiándose en casas amigas, sin que el superior les permitiera abandonar la localidad, por considerarlo más peligroso. El 28 por la tarde fueron apresados los 12 religiosos y conducidos al comité del pueblo. El arcipreste de Tàrrega, Jaime Serra Torrent, escribirá: “La Providencia nos tenía destinado para tener que presenciar y vivir la gran catástrofe, la sangrante y terrible persecución que han sufrido las iglesias, los sacerdotes y todo lo que sabía a religioso, y en la que fueron sacrificados, no por otra cosa, sino por odio al sacerdocio y a la religión, cinco sacerdotes compañeros, los doce frailes del Carmen y seis escolapios de esta ciudad. Total veintitrés víctimas que seguían la suerte del Maestro y que de El recibieron el premio”.
Al llegar los milicianos al convento, el padre Ángel María Prat, prior de la comunidad, les dijo: “¿Qué vais a hacer con nosotros? ¿Matarnos? Si es así, matad sólo a los mayores; dadme a mi todas las muertes que queráis, pero dejad a estos pobres jóvenes, que les están esperando en sus casas”. Sobre las 23.30 horas llegó un camión a la puerta del cuartel de milicias. Hicieron subir a él a los 12 carmelitas, entre empujones, palabrotas, blasfemias y culatazos de fusil. En el mismo camión iban milicianos armados de Tàrrega. El camión salió seguido de un coche. Hicieron correr el rumor de que los llevaban a Igualada o Barcelona.
Hacia las dos de la madrugada del 29 de julio, atados de dos en dos, los bajaron en el Clot dels Aubens, a dos kilómetros de Cervera. Se sabe que primero intentaron matarlos junto al cementerio; que les robaron, pues aparecieron las maletas descerrajadas y abiertas en el sitio donde los fusilaron, amarrados de dos en dos, a la derecha del camino, amontonándolos después en un estercolero, rociándoles con gasolina y prendiendo fuego. Los testigos Juan Bravo y Santiago Fábregat presenciaron la cremación, y el primero pudo oír cómo alguno aún se quejaba en los estertores de la muerte. Concepción Tomás de Bosquet se cruzó con dos milicianos que volvían del Clot dels Aubens y les oyó decir: “Hay que ver cómo se resistían a dejarse quitar los crucifijos”. Sor Margarita Fargas, que se encontraba en el Hospital de Cervera esa noche, afirma que dos individuos que estaban de guardia en el mismo Hospital fueron a ver lo que pasaba. Al volver refirieron que los carmelitas se animaban unos a otros diciendo: “¡Viva Cristo Rey!”. Los padres Prat y Maneus exhortaban y animaban a los más jóvenes.
En días sucesivos se repitieron las cremaciones, alimentando con gavillas la hoguera, que duró más de tres semanas, por haber unos quince carros de estiércol y estar mojado por abajo para que se pudriera. Un día después apareció en medio del camino una cabeza con los sesos estrellados por una grande piedra. Hubo quien enseñaba las balas con que habían sido asesinados. Nadie les dio sepultura. Obligados por las protestas de los vecinos que temían una infección, mandó el Ayuntamiento a dos basureros con el carro de la basura. Pero se negaron a cargar los restos, diciendo: “Quienes han hecho la fechoría que se lleven los muertos”. Pasado un mes, el dueño del estercolero recogió los restos, junto con el estiércol, y los esparció como abono en una viña de su propiedad. En Cervera, concluye Martínez Cano, fuer asesinados 116 sacerdotes y religiosos.
Los nombres y edades de estos carmelitas eran: Juan (Pedro Tomás María) Prat Colldecarrera, Juan María Puigmitjá Rubió y Miguel María Soler Sala, de 17 años; José (Andrés Corsino María) Solé Rovira, de 18; Manuel (Eduardo María) Serrano Buj, de 23; Ginés (Elías María) Garre Egea, de 26; Pedro (Pedro María) Ferrer Marín, de 27; Pedro (Anastasio María) Dorca Coromina, de 28, de la comunidad de Olot, estaba predicando una novena; Eliseo María Maneus Besalduch, de 39; Ángel María Prat Hostench, de 40; Luis (Eliseo María) Fontdecava Quiroga, de 45; y Gabriel (José María) Escoto Ruiz, de 58.
Los otros cuatro mártires beatificados nacidos un 21 de diciembre son: Jaume Mir Vime, claretiano de la comunidad de Tarragona, de 46 años y natural de Ciutadilla (Lleida), asesinado en Tarragona el 29 de julio de 1936 y beatificado en la misma ciudad el 13 de octubre de 2013; Joan Vallés Anguera, sacerdote operario diocesano de 63 años, natural de Darmós (Tivissa, Tarragona), asesinado en Tortosa el 9 de agosto de 1936 y beatificado en Tarragona en 2013; Saturio Rey Robles, dominico de 28 años nacido en Devesa de Curueño (León) el 21 de diciembre de 1907 y asesinado en Calanda (Teruel) el 29 de julio de 1936, beatificado en 2001 como Carmelo Sastre Sastre, párroco de Piles (Valencia), de 45 años y natural de Pego (Alicante), asesinado el 16 de agosto en Palma de Gandía (Valencia).
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