Entrevista al mártir ejecutado como espía: Julio Junyer i Padern Cuatro mártires del siglo XX en España nacieron un 30 de octubre, entre ellos un sacerdote salesiano juzgado en 1938 y ejecutado como espía


Todavía en 1938 la revolución española mostraba tal afán persecutorio contra la Iglesia que disimulaba el asesinato del sacerdote Julio Juyer acusándolo de espionaje. Un aspecto sobre el que reflexiona el cardenal Angelo Amato en la homilía de la beatificación de los Mártires de Silos al mencionar que la obcecación revolucionaria se explica por la supremacía del mal que oscureció la España de los años 30… Por eso cada beatificación supone resaltar el buen ejemplo que dan los mártires y es al mismo tiempo una amonestación a la sociedad en que murieron para que no se repita aquel odio.


Julio Junyer i Padern
Aquí donde lo ven, a este salesiano difícilmente lo podrán llamar mártir de la revolución, y tendremos que reconocer que lo fue de la guerra civil, no solo por la avanzada fecha de su muerte.

¿Dónde nació usted, mosén Juli?
-En Vilamaniscle (Girona), el 30 de octubre de 1892.

Se hizo usted salesiano en su Girona natal, sin embargo fue beatificado con los 233 mártires valencianos de 2001.
-Sí, me incluyeron en el grupo de salesianos de esa beatificación, a pesar de no haber nacido ni muerto en esa generosa región y archidiócesis. Profesé como religioso en 1912 y me ordené sacerdote en 1921. Diez años después era jefe de estudios en el colegio de Girona.

-Entonces, ¿qué tiene que ver con Valencia?
-Propiamente, con Alicante: yo estaba en Campello en 11 de mayo de 1931, cuando quemaron allí el Seminario Salesiano.

-Es decir, que supo de primera mano qué fue eso de la persecución religiosa «de los años 30».
-Pues sí, aunque el plato fuerte vino el 20 de julio de 1936, cuando la comunidad salesiana de Girona se dispersó ante el peligro y marché a casa de mis padres.

-¿Con el tiempo las cosas se calmaron?
-En apariencia sí, por eso en octubre de 1937 volví a Girona para vivir en un piso con un coadjutor salesiano. Pero en enero de 1938 fui arrestado, encarcelado, juzgado y sentenciado a muerte por supuesto espionaje. La noche antes de morir la pasé en compañía de otros salesianos, que me confesaron y me dieron la comunión. Aunque era inocente, acepté dar mi vida por el bien de la Iglesia y de España. Y así me ejecutaron en Montjuïc el 26 de abril de 1938.

-Háblenos de otros mártires beatificados que nacieron un 30 de octubre, aunque no fuera el mismo que el suyo…
-Son otros tres. El primero mosén Josep Garriga Ferré, que tenía casi 60 años, frente a los 45 que había cumplido yo, cuando lo mataron en día de Santiago de 1936. Era párroco de Montbrió del Camp. El 21 de julio se refugió en su caserío, cerca de Reus. El día 23, al cruzarse en Reus con el párroco de Cambrils, Isidre Fàbregas (asesinado el 28 de agosto), se despidió de él con estas palabras: “Adiós, si no nos vemos más, hasta el cielo”. Al día siguiente, se trasladó a la casa de su sobrino, en Riudoms. Al cabo de cinco minutos se presentaron allí unos milicianos que se lo llevaron al Comité de Reus. El Comité le hizo una autorización escrita para residir de Riudoms. Al atardecer del día 25, cuando acababa de hacer oración con su hermana y otra religiosa, oyeron un disparo, y al salir a la azotea vieron la casa rodeada de milicianos, que les hicieron abrir la puerta. Entre ellos había uno que debía muchos favores a mosén Garriga y al verlo dijo: “¡Es este!”. Las primeras palabras que le dijeron fueron: “Nos has hecho cansar, pero ahora nos las pagarás todas”. Él les dijo: “Si venís a matarme, ya lo podéis hacer aquí mismo”. Le dieron un empujón y le empezaron a desgarrar la ropa. Se le llevaron en medio de gritos y blasfemias hasta el Santuario de la Misericordia de Reus, y allí, delante de la puerta, lo tirotearon. Su cadáver fue quemado previa rociada de gasolina.

-Vaya, pues que tanta paciencia tuvo con aquellos, seguro que la tendrá para interceder por nosotros. ¿Y los otros dos beatos?
-Uno es el monje de Montserrat Josep Maria Fontserè Masdeu, que estaba para cumplir los 82 años cuando lo mataron el 19 de agosto de 1936 en la Creu de Pedralbes de Barcelona; y por último el marista burgalés Santos Escudero Miguel, que estaba para cumplir los 29 y que fue asesinado con otros 45 que han sido beatificados, en el cementerio de en Montcada i Reixac en la madrugada del 8 de octubre.

Es esa una matanza de la que ya hemos hablado, por lo que sugerimos a nuestros lectores que repasen el relato, mientras nos despedimos de usted, mosén Julio Junyer, pidiéndole que junto con la Reina de los Mártires interceda por nosotros.
-Lo haré, y no dejen de rezarnos, que para eso estamos.

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