Nueve mártires del siglo XX en España nacieron un 10 de abril: un sacerdote operario tarraconense, tres más diocesanos -uno abulense, otro toledano (torturado para tratar de que blasfemase) y otro granadino-; una laica (terciaria carmelita), un capuchino (asesinado con sus ocho hermanos) y un franciscano de Valencia; más un oblato de María Inmaculada y un marista burgaleses.
Amadeu Monje Altés, de 30 años y natural de Batea (Tarragona), era miembro de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos; fue asesinado el 16 de agosto de 1936 en Gandesa (Tarragona) y beatificado en 2013. No hay más datos biográficos.
Agustín Bermejo Miranda, de 32 años y oriundo de Puerto Castilla (Ávila), era sacerdote diocesano; fue ordenado sacerdote en Ávila en 1926. De 1927 a 1929 fue capellán militar en África. Después de otros muchos cargos, obtiene la plaza de párroco de Hoyo de Pinares en abril de 1935. Cuatro milicianos comunistas lo mataron en el Barraco (Ávila) el 28 de agosto de 1936. Fue beatificado en 2013.
Solo llevaba tres meses de sacerdote
Miguel Beato Sánchez, de 25 años y natural de La Villa de Don Fadrique (Toledo), era sacerdote coadjutor en su pueblo, donde fue asesinado el 10 de septiembre de 1936. Fue beatificado en 2007.
«Miguelillo» se ordenó sacerdote en abril de 1936. El mismo 18 de julio, según el relato de Jorge López Teulón, fue cerrada la iglesia de su pueblo y el coadjutor se llevó la Eucarístía, con la que daba de comulgar a la gente en su casa. El 3 de agosto apresaron al párroco, Francisco López-Gasco (asesinado el 9 siguiente), por lo que “Miguelillo” se preparó a morir. Según su hermana Teresa, todos los días rezaba en cruz un padrenuestro y decía: “Señor, si necesitas mi vida para salvar a España, aquí la tienes, que yo sea víctima, jamás traidor”. Leía a sus hermanas vidas de mártires: “Cuántas veces nos decía con una alegría indescriptible ¡Mirad como contestan a los verdugos!”. Cuando una mujer sugirió que se quitara la sotana, dijo: “No me la quito aunque me la tiña en sangre”. Pero cuando supo que los milicianos se habían mofado de la sotana del párroco, la cambió por un guardapolvos, que en todo caso se distinguiera de la ropa ordinaria. El 28 de agosto quemaron los altares e imágenes, incluida la del Cristo del Consuelo, patrón de la Villa.
La mañana del día 5 de septiembre un miliciano preguntó por el cura. Según el relato de López Teulón, “Miguel, sin titubeos salió inmediatamente y en silencio se marchó con él. Al mediodía volvió a comer a su casa y contó que lo llevaron a la Iglesia junto con otros sacerdotes hijos del pueblo y señores religiosos para que recogieran los altares y las imágenes ya rotas y echarlas a un camión para conducirlas a un descampado y allí, una vez descargadas proceder a su quema. Miguel comentando estos hechos a su familia les decía: creen que hacemos algo malo y no saben que lo mejor es quemarlas para evitar burlas y profanaciones. Volvió por la tarde y al día siguiente, 6 de septiembre, también fue a su casa a comer, pero ese mismo día por la tarde comenzó su verdadero martirio. Su hermana Teresa comenta ya no le vimos más”.
Interrogado por los milicianos sobre qué se podía hacer con él, contestó: “después de trece años de carrera no hay nada que pensar”. A las preguntas contestó: “Sí, hay Dios, creo en Dios”. Invitado a blasfemar, respondió: “Viva Cristo Rey”. Con la túnica de Jesús Nazareno y un trozo de columna en los hombros (otros testigos dicen que una cruz), le llevaron haciendo el Viacrucis por la Iglesia, durante toda la tarde. Alguien quiso organizar una procesión que lo llevara por el pueblo, vistiéndose ellos con ornamentos sagrados, pero otros se opusieron. Se lo llevaron a la casa del Marqués de Mudela que hacía de cárcel. Allí formaron dos filas y al pasar lo apalearon con palos con hierros y plomos en las puntas. El jefe de los milicianos le volvió a tentar, pero en vez de blasfemias dió vivas a Cristo Rey. “Todo irritado no puede más y le pone en la boca el cañón de la escopeta produciéndole un vómito de sangre y en este estado le colocan en una pocilga, siendo visitado varias veces para hacerle renegar y como nada logran, se exasperan cada vez más diciendo: ¿Va a poder él más que nosotros?”. No consiguen que pise un crucifijo y le cortan la lengua con un cuchillo carnicero. Un testigo mencionado por López Teulón, se le acercó para decirle: “Miguel, Miguelillo ¿qué te pasa hijo mío? Di lo que te dicen si no, te van a matar, lo dices con los labios aunque Dios sabe que tú no lo dices de verdad, Él no te lo tomará en cuenta”. Miguel alzó su vista al cielo y dijo “No puedo”. Según el testigo, “tenía la boca llena de sangre, los dientes a medio caer, la lengua cortada, estaba todo su cuerpo deshecho. Aunque medio muerto aun podía hablar y proseguir su camino”.
Al poco tiempo le llevaron la comida y se la pusieron en el lado opuesto al que ocupaba y al ver que no podía moverse le decían: “Anda, llama a tu Dios, a ese que tanto quieres y que te la acerque. ¿Por qué no viene a ayudarte?”. Los verdugos dirán que ellos querían salvarle y que se ganó la muerte por no ceder. Hasta 17 intervinieron en su muerte que se alargó durante tres días. Al anochecer del día 8 lo sacaron de la pocilga y lo condujeron a empujones a otra habitación; por el camino le insultaban diciendo: “el de Cristo Rey”. Al entrar le esperaban dentro más hombres, con un crucifijo para que lo pisara, pero él se resistió y con un puñetazo lo tumbaron. La mañana del 10, una señora llamada Amparo vio comi, cansados de pegarle, le dieron por muerto, pero al oírle exclamar “¡Ay Dios mío!” volvieron a descargar sobre su cuerpo tal lluvia de palos que ya no se le oyó nada más que decir: “¡Ay mi madre”.
El sacerdote de 53 años Gregorio Morales Membrives, natural de Rejano (Granada) y sacristán mayor de la catedral de Almería, fue asesinado el 31 de agosto de 1936 en el Pozo de la Lagarta (Tabernas, Almería) y beatificado el 25 de marzo de 2017. Según la biografía publicada por la diócesis para la beatificación, «al estallar la Persecución Religiosa buscó refugio en la vega almeriense junto a su sobrino, el siervo de Dios don Pedro Almécija Morales. Allí fueron detenidos el veintitrés de julio de 1936 y, también juntos, padecieron martirio».
Josefina Moscardó Montalvá, de 56 años, nació en Alzira (Valencia), donde fue asesinada el 22 de septiembre de 1936. Fue beatificada en 2001. Hija de un platero, era terciaria carmelita, de otras asociaciones, y de la Acción Católica parroquial. Cuando detuvieron a su hermana Antonia, Josefina no fue reconocida por los milicianos, pero ella misma se dio a conocer, diciendo que lo hacía para hacer méritos ante Jesucristo. Animó a los demás detenidos en la cárcel, poniendo de relieve la gloria que era morir por Jesucristo. Dijo a su hermana Concha: “A mi me matarán y yo moriré gritando ¡Viva Cristo Rey!”.
Nueve hermanos mártires en Rafelbunyol
Santiago (de Rafelbuñol) Mestre Iborra, sacerdote capuchino de 27 años, oriundo de Rafelbunyol (Valencia), fue asesinado el 29 de septiembre de 1936 y beatificado en 2001. nació en una familia de nueve hermanos que morirían todos juntos. A los doce años ingresar en la escuela seráfica de los capuchinos. Profesó temporalmente en 1925 y solemnemente en 1930, en Roma. Allí se doctoró en Teología y se ordenó sacerdote en 1932. Fue nombrado vicedirector del colegio de Massamagrell. Durante la guerra, trató de salvar a los seminaristas, y luego se marchó a su pueblo. El Comité revolucionario local lo obligó a cumplir trabajos manuales. Cuando supo que sus hermanos habían sido arrestados, quiso ofrecerse él a ver si los libraban a cambio, pero sólo logró ser apresado el 26 de septiembre. Llevado a la cárcel, escuchó a los presos en confesión. En la noche del 28 al 29 de septiembre fueron todos sacados y llevados a fusilar a Gilet (o Massamagrell). Él dio vivas a Cristo Rey antes de morir. El alcalde y el secretario del ayuntamiento de Rafelbunyol, al firmar el estado 1 para la Causa General (legajo 1382, expediente 15, folio 4), afirman que los mataron en el cementerio de Massamagrell, y da los nombres de los 23 integrantes del comité, de los cuales solo dos habían escapado a la justicia a fecha de 18 de noviembre de 1940. Los nombres, edades y profesión de los nueve hermanos -a los que el estado 1 considera afiliados a la “Comunión Tradicionalista” eran: Mercedes (36 años, sus labores), Vicente (34, labrador), José María (33, labrador), Bautista (32, albañil), Onofre (30, labrador), Santiago (27, religioso), Pilar (26, sus labores), Domingo (24, labrador) y Manuel (20, labrador).
Según un testimonio que recibí recientemente (supuestamente basado en relatos familiares), el capuchino no se habría presentado para intercambiarse por sus ocho hermanos, sino sabiendo que ya habían sido asesinados. Volviendo a la Causa General, es de notar que no aparecen en el expediente de Gilet (legajo 1382, expediente 6) ni en el de Massamagrell (1382, Exp.8). Volviendo al expediente de Rafelbunyol, las partidas de defunción repiten que los nueve hermanos fueron asesinados el día 29 en Masamagrell (1382, Exp.15, folio 72, la del sacerdote Santiago). Por su parte, las viudas declararon el 26 de marzo de 1941 (Teresa Laguardia Soler, viuda de Bautista; Milagros Gaspar Plá, viuda de José) que los nueve hermanos fueron apresados y fusilados juntos, y que sus cadáveres se llevaron de Massamagrell a Rafelbunyol después de la guerra (folios 154-155), en el mismo sentido declararon una tía de los difuntos (Dolores Iborra Sancho, folio 156).
Fray Alfredo Pellicer Muñoz, estudiante de teología franciscano de 22 años, nació en Bellreguard (Valencia). Había hecho la profesión solemne en Ontinyent un par de días antes de estallar la revolución. Refugiado en casa de sus padres, juzgaba que el martirio sería para él una gran suerte. Capturado hacia el mediodía del día 4 de octubre del año 1936, fiesta de San Francisco de Asís, fue fusilado pocas horas después. Fue beatificado en 2001.
Daniel Gómez Lucas, oblato de María Inmaculada de 20 años y natural de Hacinas (Burgos), fue asesinado en Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre de 1936 y beatificado en 2011 (ver mapa de los 27 mártires de Pozuelo de Alarcón).
Tesifonte Ortega Villamudrio (hermano Néstor Eugenio en los Maristas), de 24 años y oriundo de Arlanzón (Burgos), fue asesinado en Santander el 1 de enero de 1937 (ver artículo del aniversario) y beatificado en 2013.
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