Estenaga, el obispo que dijo «matadme», tras evitar una profanación Entre los nueve mártires nacidos un 16 de abril está el secretario del obispo que ofreció su vida para evitar una profanación


Nueve mártires del siglo XX en España nacieron un 16 de abril: un hospitalario abulense, un sacerdote vallisoletano –secretario del obispo de Ciudad Real-, un benedictino oscense –del monasterio del Pueyo-, un un capuchino barcelonés, un marianista alavés, un terciario capuchino valenciano, un marista gerundense y otro navarro, más el obispo de Teruel.

Dos hermanos mártires
Benito Íñiguez de Heredia Alzola (hermano Gaudencio), religioso hospitalario de 54 años, natural de (Ávila), fue asesinado el 1 de agosto de 1936 en Valdemoro (Madrid). Su hermano Alejandro lo fue el 28 de ese mes en Barcelona. Ambos fueron beatificados en 2013.

Con el obispo mártir de Ciudad Real
Julio Melgar Salgado, de 36 años y oriundo de Bercero (Valladolid), era secretario del obispo de Ciudad Real, con el que fue asesinado el 22 de agosto de 1936 y beatificado en 2007.

Narciso de Estenaga y Echevarria, con 53 años en el momento de su muerte, había nacido en Logroño en 1882 y -según los datos que aporta su biógrafo Francisco del Campo Real-, vuelta su madre viuda a Vitoria, al quedar huérfano con 11 años ingresó en el seminario de Aguirre para niños pobres, tutelado por las Siervas de Jesús, que lo trasladaron a Toledo -acogido al colegio de huérfanos de la Inmaculada, obra del beato Joaquín de la Madrid, martirizado el 27 de julio de 1936-, donde se ordenó sacerdote en 1907. Pronto fue nombrado canónigo y en 1922 elegido obispo de Ciudad Real. A mediados de julio de 1936, algunos amigos le ofrecieron salir de la ciudad, a lo que el obispo contestó: “mi puesto está aquí”. Lo mismo dijo empezada la guerra.

El 5 de agosto, un grupo de milicianos registró el obispado, y Esténaga defendió el sagrario frente a una eventual profanación. En un momento dado amenazaron con matarle y él dijo: “matadme”, pero no lo hicieron. El 12 de agosto lo echaron de su residencia, y permaneció con una familia amiga hasta el 22, en compañía de Melgar, de 36 años, que con 10 había ingresado en el seminario de Valladolid y conoció allí al futuro obispo de Ciudad Real, que lo ordenó sacerdote en 1924 y lo nombró su secretario. El 22 de agosto los milicianos asaltaron la casa donde les acogían, y se los llevaron sin que opusieran resistencia. En las cercanías de Peralvillo del Monte, a orillas del Guadiana y a ocho kilómetros de Ciudad Real, los fusilaron. Al día siguiente sus cadáveres fueron vistos por un testigo, que los reconoció. Llevados al depósito del cementerio, los colocaron en dos sencillas cajas de madera y los trasportaron a la sepultura del Cabildo, donde quedaron hasta 1940.

Los mártires del Pueyo
Lorenzo Sobrevia Cañardo, de 62 años y natural de Huesca, hermano benedictino, fue uno de los monjes del Pueyo asesinados en Barbastro (el 28 de agosto de 1936) y beatificados en 2013.

El primer monje del Pueyo asesinado (el 26 de julio en Barbastro) fue Vicente Burrel Enjuanes, de 39 años. El Pueyo fue, junto a los monasterios de Montserrat (el barcelonés y el madrileño), uno de los tres de benedictinos que quedó en la zona revolucionaria. Fundado en 1890, estaba orientado a enviar misioneros a Australia, según el resumen publicado por el también benedictino Santiago Cantera Montenegro. Testigo de los sucesos fue el joven Plácido María Gil, uno de los colegiales que, como los juniores, se salvaron. También sobrevivieron dos hermanos legos (uno francés) que pudieron contar lo sucedido a los 18 restantes (según me contó Martín Ibarra en las III jornadas martiriales de Barbastro, un benedictino se salvó de morir al saltar del camión cuando los iban a fusilar, y escondiéndose en una casa en ruinas; tras la guerra parece que fue identificado en un campo de concentración en Francia, pero cuando alguien de la congregación acudió a buscarlo no lo encontró).

La noticia del alzamiento llegó al Pueyo el 20 de julio por la mañana y se comunicó al acabar la misa conventual. El prior, Mauro Palazuelos Maruri, dio permiso para que abandonaran El Pueyo quienes lo deseasen, pero sólo dos lo hicieron el día 21: el hermano Lorenzo Santolaria, que marchó a su cercano pueblo, Torres de Alcanadre, acompañado del hermano Vicente Burrel. Este sería el primero de los monjes asesinado, y Santolaria el segundo (el 5 de agosto en su pueblo). El resto de los monjes fue arrestado el 22 de julio y conducido primero a una propiedad de la comunidad, El Mesonet, y el día 23 al colegio de las Escuelas Pías de Barbastro, donde estaban los claretianos y los 13 escolapios, a los que ese mismo día se unió el obispo Florentino Asensio Barroso.

Fray Marcial de Villafranca.Entre los doce asesinados el 9 de agosto con el obispo se contaba el benedictino del Pueyo padre Mariano Sierra Almázor, de 67 años, que al despedirse de una vecina de Barbastro el 15 de julio, le dijo: “Si no nos vemos más, hasta el Cielo”.

Los últimos 15 mártires benedictinos del Pueyo fueron asesinados el 22 de agosto, mientras gritaban «¡Viva Cristo Rey!, ¡viva la Virgen del Pilar!, ¡viva la Virgen del Pueyo!» (ver artículo del 30 de marzo).

El clérigo profeso capuchino Carles Canyes Santacana, de 19 años y natural de Vilafranca del Penedès (su nombre en religión, al menos con el que le beatificaron el 21 de noviembre de 2015 era Marçal de Vilafranca de Penedès), fue asesinado en Pedralbes (Barcelona), el 30 de agosto de 1936.

Los marianistas del Colegio El Pilar
Joaquín Ochoa Salazar (foto de su cadáver en el blog de D. Jorge López Teulón), de 26 años y oriundo de Villanueva de Valdegovia (Álava), fue uno de los tres marianistas asesinados el 14 de septiembre de 1936 junto con dos dominicos también beatificados en 2007. Ochoa hizo sus primeros votos en 1928 y los perpetuos en 1935. Los otros dos marianistas eran Sabino Ayastuy Errasti, guipuzcoano de Aozaraza, de 24 años, y Florencio Arnáiz Cejudo (de 27 años y palentino de Espinosa de Cerrato, hizo sus primeros votos en 1926 y los perpetuos en 1934). Los tres se habían refugiado en un piso de la calle Castelló 40, al que fueron también a acogerse los dominicos Teófilo Montes Calvo, hermano cooperador del convento del Rosario, burgalés de Gumiel del Mercado, de 24 años y profeso desde 1933, y el padre Manuel Álvarez Álvarez, de 65 años y asturiano de Llanuces, profeso desde 1891 y sacerdote desde 1899; que estuvo siete años en Venezuela desde 1903; regresó por problemas de salud y llevaba 18 años en el convento del Rosario. Había escrito a su madre que, si en la persecución que se estaba desencadenando era escogido como víctima propiciatoria, tendría la gloria de sufrir el martirio por Cristo.

Su previsión se cumplió hacia las 2.30 horas del 14 de septiembre, en el kilómetro 7 de la carretera de El Pardo (puede ser cerca de donde hoy está el mojón del antiguo km 6 -entre los km 4 y 5 de la M-605, ya que un km más adelante de este mojón ya estaríamos en la zona de los cuarteles que se ven en el centro -color blanco- y por tanto casi en el núcleo urbano; aunque hacia 1936 aquello podía seguir despoblado).

El anciano amigoniano que bendijo a sus asesinos con las manos atadas
El padre Ambrosio María de Torrente.Salvador Chuliá Ferrandis (padre Ambrosio María de Torrente), era sacerdote terciario capuchino, natural de Torrent (Valencia) y contaba 70 años. Como se narra en el artículo del 19 de enero, al bajar para ser fusilado en la madrugada del 18 de septiembre de 1936 -con otros cuatro amigonianos que serían beatificados con él en 2001, y tres personas más-, pidió que le desataran las manos para bendecir a los verdugos. No lo desataron y dio la bendición con las manos atadas.

Dos de los maristas asesinados el 8 de octubre de 1936 en el cementerio de Montcada i Reixac (Barcelona) habían nacido un 16 de abril: Aniceto Falgueras Casellas (hermano Anselmo), de 57 años y natural de Salt (Girona), y

Serafín Zugaldía Lacruz (hermano Santiago), nacido en Echálaz (Valle de Egüés, Navarra), de 42 años. Ambos fueron beatificados en 2007 con 44 compañeros de martirio.

Anselmo Polanco Fontecha, de 57 años y natural de Buenavista de Valdavia (Palencia), era obispo de Teruel y fue quemado vivo por soldados de Líster en Pont de Molins (Girona) el 7 de febrero de 1939.

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