Seis mártires del siglo XX en España nacieron un 11 de abril: un hospitalario cordobés, un marista navarro, un franciscano vizcaíno -que tuvo fama de santidad en Marruecos-, una hermana de la Doctrina Cristiana de Valencia, un estudiante asturiano y un sacerdote claretiano palentino.
Juan Antonio García Moreno (hermano hospitalario Raimundo), de 40 años y natural de Lucena (Córdoba), era uno de los ocho hospitalarios del los hospitalarios del Sanatorio de San José asesinados en Málaga el 17 de octubre de 1936 y beatificados en 2013 (ver artículo del 14 de marzo).
Julio Múzquiz Erdozáin (hermano Julio Fermín), de 37 años y oriundo de Aldaba (Navarra), fue uno de los 10 maristas asesinados en Toledo el 23 de agosto de 1936 (otro más lo fue al día siguiente) y beatificados en 2013 (ver artículo del 26 de febrero).
Un patrón de Marruecos
León Zarragua Iturrízaga (fray Miguel), de 66 años y nacido en Yurreta (Vizcaya), fue uno de los seis franciscanos del convento de Fuente Obejuna asesinados el 22 de septiembre de 1936 en Azuaga (Badajoz) y beatificados en 2007 (ver artículo del 25 de marzo). Según los datos de la Conferencia Episcopal, a los diecinueve años ingresó en el Colegio de Misioneros de Chipiona ( Cádiz), donde recibió el hábito franciscano el 6 de septiembre de 1889. Al año siguiente emitió sus primeros votos, y profesó solemnemente el 9 de septiembre de 1893. Tomó el nombre de Miguel. Fue destinado a la Misión de Marruecos en 1895, donde permaneció por casi once años, desarrollando distintas actividades. En 1915 volvió a Chipiona para asistir a los muchos enfermos que produjo una gran epidemia de gripe. En 1919 fue destinado al convento de Fuente Obejuna para encargarse de la sacristía, siendo con su vida un hermano ejemplar para los frailes y de gran edificación para los fieles. Era un modelo de hermano laico franciscano: humilde, afable, tenaz, tranquilo y sereno. Marcado por una gran mansedumbre y dulzura seráfica, con la cual supo conquistar tanto en Marruecos como en España una auténtica fama de santidad.
Dos monjas de 62 y 65 años en Carlet
Josefa Romero Clariana (sor María del Calvario), de 65 años y natural de Carlet (Valencia), fue una de las dos hermanas de la Doctrina Cristiana asesinadas el 26 de septiembre de 1936 y beatificadas en 1995 (otras 15 fueron asesinadas en Paterna el 20 de noviembre, ver artículo del aniversario).
La congregación de de Hermanas de la Doctrina Cristiana se fundó en 1880. Al estallar la guerra, quince de ellas, junto con su superiora, vivirán en un piso de Valencia. Entre las que se dispersaron por tener familiares cerca, estaban Teresa Rosat Balasch (sor Amparo), de 62 años y sor María del Calvario. Sor Amparo hizo la profesión temporal en 1898 y la perpetua en 1906 y fue superiora en las casas de Tabernes de Valldigna, Molins de Rei, Cabrera de Mataró, Cornellá de Llobregat y Carlet (Valencia), donde durante la República hubo tiempo en que tuvieron que dejar de vestir hábito o incluso estuvieron sin asistencia sacerdotal. Tras las elecciones de 1936 debieron salir del colegio por un tiempo. Con la revolución se dispersaron en casas particulares y en una de ellas fue detenida sor Amparo el 19 de septiembre y llevada a la cárcel, donde quedó en una celda aislada.
Sor María del Calvario profesó en 1895 y fue cocinera en varias casas. Con la revolución, salió de la comunidad de Tabernes de Valldigna a Carlet, a casa de su hermana, que ya refugiaba a dos de sus hijas, religiosas. Las tres fueron detenidas el 19 de septiembre, volviendo a casa tras el interrogatorio, aunque sor María del Calvario fue de nuevo arrestada a las pocas horas, a pesar de ser anciana y casi ciega. A medianoche del 26 de septiembre fue sacada de la cárcel con sor Amparo -que antes de ser fusilada comunicó a sus verdugos su perdón– y otras siete personas.
Puesto que D. Jorge López Teulón dice que ambas monjas fueron despeñadas en el Barranco de los Perros, del término de Llosa de Ranes (Valencia), busqué información sobre Carlet en la Causa general. En el resumen enviado por el ayuntamiento se dice en noviembre de 1940 se dice que ambas religiosas fueron asesinadas (y solo ellas, no se habla de otras siete personas) en la carretera de Alcira a Benimuslem por tres individuos llamados Vicente Gonzalbo, Francisco Miralles, alias catalá (fusilados), y Plácido Dandi (desaparecido). Parece una suposición, pues en las indagaciones posteriores nadie dice saber ni dónde ni cómo fueron asesinadas. A partir de 1942 el único dato que falta para cerrar la causa en ese pueblo es la partida de defunción de ambas religiosas, que se pide con insistencia (y hasta amenazas) hasta que se redacta en 1944, siempre sin aclarar cómo ni dónde murieron. De modo que, si la información eclesiástica tuvo acceso a testigos que no declararon ante el juez de la Causa general, puede que sor Calvario fuera despeñada y sor Amparo fusilada, o son datos sin fundamento claro.
El estudiante de 24 años Antonio González Alonso, natural de Nembra (Asturias), fue asesinado el 11 de septiembre de 1936 en Los Areneros (Asturias) y beatificado en Oviedo el 8 de octubre de 2016. Era de la Adoración Nocturna y de los siete de sus hermanos mayores que le sobrevivieron, tres eran dominicos y una dominica. Lo mataron porque se negó a pisar una imagen religiosa y, ya al ejecutarle, le cortaron la lengua por no blasfemar, según este relato de Iglesia Actualidad:
El 20 de julio de 1936 él y su hermano Cristóbal fueron hechos prisioneros. Su calvario comenzó cuando fue obligado a destrozar símbolos religiosos, y él se negó, por ir contra su conciencia. Sus captores le dieron 24 horas de plazo para pensar lo que iba a hacer, porque si se negaba a blasfemar y destruir objetos religiosos sería asesinado. Su respuesta, al cabo de un día fue “Lo he pensado bien y he llegado a la conclusión de que, en conciencia, no puedo ni debo pisar ese cuadro por lo que representa”.
A su hermano Cristóbal había llegado a decirle una vez “Yo tengo una ocasión para dar mi vida a Dios en calidad de mártir; no quisiera desaprovechar esta gracia, pero tú haz lo posible para seguir viviendo y atender a nuestros padres. Yo desde el cielo pienso pedir mucho por la familia”. El 11 de septiembre le sacaron del encierro y le llevaron en coche hacia Moreda. En el trayecto pasó por delante de su casa, donde se encontraba la madre sentada en la puerta. En voz alta le dijo: “Adiós, madre, hasta el cielo”. Fue llevado al Puerto de San Emiliano, entre Mieres y Sama. Le sacaron del coche y, al no oír ni un solo disparo –según el testimonio que se recogió del conductor– se cree que, como otras víctimas anteriores en el mismo lugar, fue asesinado a palos y despeñado. Al cabo de tres horas, volvieron sin Antonio. Sus restos nunca se encontraron. Se supone que fueron recogidos de entre los muchos que allí había, y llevados al cementerio de Sama.
El chófer del coche que le llevó hasta allí indicó que le habían cortado la lengua previamente, por negarse a blasfemar. Tenía 24 años.
Isaac Carrascal Mozo, nacido en Castrillo de Don Juan (Palencia) el 11 de abril de 1896, era sacerdote claretiano y contaba 40 años cuando lo asesinaron en Torrelavega (Cantabria) el 14 de octubre de 1936. Fue beatificado en Barcelona el 21 de octubre de 2017. La biografía de la beatificación relata así su martirio:
El día 19 de julio de 1936 volvió de Santander, a donde había ido para asistir a un Congreso Pedagógico y arreglar algunos asuntos del Colegio, acompañado por dos muchachas del asilo de las Religiosas, que habían ido a la ciudad para recibir la confirmación y poder entrar en el noviciado. Llegaron de noche. La puerta del colegio estaba ocupada por gente armada y el P. Carrascal durmió en la casa de Ángel Llano Piró, criado hortelano de las Siervas de Jesús. Después de la misa marchó al Colegio para enterarse de lo que pasaba y recibir órdenes del Superior. A las pocas horas volvió pidiendo hospedaje por amor de Dios en la casita en que había dormido. Como hacía de capellán desde la muerte del anterior, le pareció bien la idea a la M. Ángeles Aldasoro, Superiora, y aceptó la propuesta porque así no tenía que ir y venir con tantos peligros expuesto a un atropello.
El día 22 de ese mes se le unió el P. Gelada y un mes después, el 22 de agosto, hizo lo mismo el H. Barrio. Después se instalaron en el edificio del asilo llamado «La Providencia», donde hacían vida de comunidad como si estuvieran en el convento. Durante este tiempo de preparación al martirio tomó apuntes de las noticias que le llegaban. Algunas veces recibieron la visita de los otros miembros de comunidad refugiados en casas particulares. Ciertamente era una temeridad. Sobre la detención de los tres claretianos, PP. José M. Martínez de la Calle, Jerónimo Carazo Palazuelos y el Estudiante Juan Manuel Arteaga, escribió:
«¿Quién hubiera nunca sospechado los males gravísimos que esta noche nos amenazaban? Tres queridísimos hermanos serían arrebatados de nuestras manos y de nuestros ojos. Un dolor vehemente atravesó nuestro corazón y un temor grande nos invadió. Con esta detención ¿comenzarían a detenernos a todos? Los tres predichos recorrían las calles y vías públicas libremente, cosa que no todos aprobaban».
Para los refugiados en el asilo todo continuaba igual. Así lo anota el día 5 de octubre el mismo P. Carrascal:
«Confiados en el Señor aunque íntimamente preocupados seguimos el mismo método de vida que podríamos guardar en el claustro. Desde nuestras habitaciones se oye frecuentísimamente el estrépito de los coches de los soldados».
El día 13 de octubre hacia las once de la mañana, como se ha dicho antes, fue apresado y conducido a la cárcel, instalada en el monasterio de las Clarisas. A las cinco y media de la tarde de ese mismo día volvió al asilo acompañado por un miliciano. Venía a pedir que le entregasen 450 pesetas, les exigían 150 a cada uno, tres mantas y meriendas-cena porque les iban a llevar a la cárcel de Santander. ¡Todo mentira! Era rapacidad. Cuando estaba en el recibidor les contó dónde les habían llevado, que ni siquiera les habían dado agua y les recordó que los tres les estaban muy agradecidos. Que les daba pena pensar lo que ahora iban a hacer con nosotras.
Pagarles a ustedes con esto después de lo que han hecho por nosotros.
Le dieron las cosas que había pedido y le querían dar algunas más, pero el Padre dijo:
¿Para qué? ¿Para morir? Y añadió:
Pidan Vds. a Dios que si nos van a matar muramos como mártires. Díganselo también así a las niñas para que hagan la misma súplica.
El Padre, como despedida, les dio la absolución y marchó.
El miliciano que le esperaba le llevó de nuevo a la cárcel instalada en el monasterio de las Clarisas y de allí fue sacado hacia la una de la madrugada del día 14. Fue llevado en auto hasta la ermita Jesús del Monte, cerca de Torrelavega, sufriendo durante la hora de trayecto toda clase de insultos e, incluso, golpes. Allí fue entregado a otro grupo que lo fusiló junto con los antes citados el 14 de octubre de 1936. Su cadáver fue encontrado en el km. 4 de la carretera de Sierrapando a la Cavada. Como no llevaba documentación se le hizo fotografía que fue unida al acta de defunción. Se le encontraron varios objetos como un rosario, una medalla de Antonio M Claret, lapiceros, dos papelitos con algunas notas, etc. … y un periódico de La Ilustración de Castro, del 30 de agosto de 1936. La ropa que vestía estaba marcada con el n. 173. Fue enterrado en el cementerio de Torrelavega.
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