Evitó que los milicianos quemaran la Iglesia y terminaron matándolo Tomás Valera, de 19 años, se enfrentó a los milicianos que iban a quemar el templo: «¡A la iglesia no entra nadie porque yo me pongo por medio!»


Dos mártires del siglo XX en España fueron asesinados el 20 de mayo de 1938: los laicos almerienses Tomás Valera y Rafael García. Otros cuatro mártires nacieron un 20 de mayo: un dominico asturiano, un claretiano burgalés, más un padre de familia y una hermana de la Doctrina Cristiana valencianos.

Tomás Valera González, de 19 años y natural de Sorbas (Almería), miembro de Acción Católica ,fue asesinado en Turón (Almería) el 20 de mayo de 1938 y beatificado en Roquetas de Mar (Almería) el 25 de marzo de 2017. La biografía diocesana presenta los recuerdos que de él transmitió su hermana María Teresa:

«Era un niño abierto, alegre, con ganas de vivir, era “un castañuelas”, siempre estaba riendo. Era un buen cristiano, piadoso. Pertenecía al grupo de los Tarsicios en su infancia y después se incorporó a la Adoración Nocturna.»

Comenzados sus estudios en los años difíciles de la República, se afilió a la Acción Católica para dar testimonio de su fe. Al irrumpir la Persecución Religiosa, al tratar los milicianos de incendiar el templo, les dijo: «¡A la iglesia no entra nadie porque yo me pongo por medio!» Por su coraje fue detenido el veintiséis de agosto, pero liberado por su corta edad. Refugiado con su tío, primero en Carboneras y luego en Cuevas del Almanzora, un compañero de estudios lo denunció por «oler a cera».

Durante dos años sufrió prisión en El Ingenio de Almería, distribuyendo su propia comida entre los presos más necesitados. Trasladado a Turón el tres de mayo de 1938, el veinte de mayo lo obligaron a enterrar a otras víctimas. Empleado en tan triste menester, a pesar de sólo tener diecinueve años, recibió la palma del martirio. Selló su vida con este grito: «¡Viva Cristo Rey!».

Rafael García Torres, adorador nocturno que sufrió martirio y fue beatificado en las mismas fechas, tenía 34 años y era de Níjar (Almería). Una de sus amigas, Francisca Herrero, lo describe en la biografía diocesana:

«Un joven que era un verdadero discípulo de Jesús, así que se le veía, por todos los lados la gracia de su comunión diaria. Las virtudes que yo destacaría en él, con la sencillez y pureza de vida, serían la piedad, bondad, nunca dio un mal ejemplo. Era una persona alegre, bueno de verdad. »

Cuando comenzó la Persecución Religiosa rechazó las ofertas que el hicieron para ocultarlo. El uno de marzo de 1938 fue denunciado por un antiguo benefactor de la familia. Ese mismo día lo detuvieron y enviaron a la prisión del Ingenio de Almería. A sus treinta y tres años, el tres de mayo, fue enviado al campo de exterminio de Turón. A pesar de las torturas, escribió unas letras a su familia para consolarlos.

Su hermana, doña Dolores, narra así su martirio: « Lo mataron – remataron – cuando apenas podía mantenerse ya en pie, pues su martirio, por ser joven, fuerte y de una fe muy firme, fue muy duro y prolongado, con palizas, golpes, escarnios y torturas, para hacerlo vacilar y renegar. Como no lo conseguían, arreciaban las torturas y castigos. Se dio cuenta de que ya sí lo mataban; soltó la pala y gritó: “¡Viva Cristo Rey!” Fue lo último que dijo.»

Doce años en la selva del Perú
José Luis Palacio Muñiz, sacerdote dominico de 66 años y natural de Tiñana (Siero, Asturias), fue asesinado el 25 de julio de 1936 en Algodor (Aranjuez, Madrid) y beatificado en 2007. Había sido misionero en la selva peruana y residido en Lima, como se cuenta en el artículo del 11 de enero.

Secundino María Ortega García, sacerdote claretiano de 24 años y oriundo de Santa Cruz de la Salceda (Burgos), fue asesinado el 13 de agosto de 1936 en Barbastro y beatificado en 1992 (ver artículo del 30 de marzo).

Prometieron que cuando ganaran las elecciones lo matarían

Ismael Escrihuela Esteve
, agricultor y padre de familia de 34 años, nacido en Tavernes de Valldigna, fue asesinado en el picadero de Paterna el 9 de septiembre de 1936 y beatificado en 2001. Casado con Josefa Grau y padre de tres hijos, era conocido en son de burla como “el soldadito de Cristo” porque llevaba una cruz en la solapa. Ingresó en la Acción Católica, desempeñando el cargo de delegado formador de aspirantes, y perteneció a otras asociaciones piadosas. De comunión diaria, todos los meses iba en bicicleta a Gandia a la Adoración Nocturna. Trabajaba en las horas de siesta, y así, podía terminar antes, para asistir al catecismo como instructor de los niños. Le detuvieron en su pueblo, Tavernes de Valldigna, el 21 de julio y le tuvieron preso en el calabozo municipal. Para intentar corromperle le mostraron unas fotos obscenas, pero sin mirarlas las rasgó ante todos. Al despedirse por última vez de su esposa, le dijo: “no padezcas más, en la Gloria nos veremos”. El 7 de agosto, por consejo de su compañero de prisión Ramón Cuñat Bufante -capuchino que en la posguerra, en Castellón, sería conocido como “el padre Tabernes”, y que en el Penal de San Miguel de los Reyes de Valencia organizaba procesiones eucarísticas clandestinas-, escribió un recuerdo de cómo, en alguno de sus debates con quienes criticaban a la Iglesia, “ya en 1936, enfurecidos por demás, me prometieron que, aunque reconocían que nada tenía yo de malo, en cuanto ganaran las elecciones, sería ajusticiado como los curas y los frailes”. En los libros de registro de la cárcel consta que Escrihuela y otros ocho “fueron entregados al agente especial de orden público por orden escrita del Comité de Salud Pública el 9 de septiembre de 1936. Los trasladaron en un camión al Picadero de Paterna, donde aparecieron sus cadáveres al día siguiente.

Ascensión Duart Roig (madre Teresa de San José), superiora local de la casa generalicia de las hermanas de la Doctrina Cristiana, de 60 años y natural de Benifayó de Epioca (Valencia), fue asesinada en el picadero de Paterna el 20 de noviembre de 1936 y beatificada en 1995 (ver artículo del aniversario).

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