Hoy presento tres documentos interesantes sobre la guerra civil española: la condena a muerte de un religioso por la Generalitat de Catalunya, argumentando que había escondido a otros; una identificación del cadáver del obispo mártir Irurita y otra de que al obispo de Teruel lo quemaron vivo.
El relato sobre los mártires del 31 de julio queda en la parte de abajo, ya que al querer complementar el relato del martirio de las tres capuchinas de la Madre del Divino Pastor en Barcelona me he encontrado con estos documentos, que pueden verse con el resto del «Expediente de constitución y funcionamiento del Comité de Inspecciones de Tribunales de Cataluña e informe de la Fiscalía Instructora Delegada de la Causa General de Barcelona» (legajo 1635, expediente 7, de la Causa General).
La condena a muerte (18 de noviembre de 1936, ejecutada el día 22) del superior de los carmelitas de Olot, Fernando Llobera Puigsech, se fundamenta en sus supuestas «actividades fascistas tendentes a sustraer la justicia revolucionaria a religiosos» (es decir, haberlos ocultado), según la sentencia (folio 42).
Sobre la identificación de Irurita, aporto esta declaración de Miguel Torrens Roig (folio 70) que no sé si ya era conocida, quien dice que la señora Tort identificó el cadáver «sin vacilación de ningún género».
Sobre el obispo mártir de Teruel, Anselmo Polanco, ya era conocido por la documentación del lugar de su asesinato, que no tenía heridas y por tanto fue quemado vivo, pero aquí se vuelve a afirmar por boca del coronel Francisco Barba Badosa, quien sin embargo no fue testigo de los hechos (folio 77).
Entre los asesinados en España el 31 de julio de 1936, han sido beatificados 26 mártires, de los cuales el grupo más numeroso es el de siete carmelitas descalzos de Toledo —uno más quedaba preso y sería martirizado en septiembre—, seguido en Barcelona por el de cuatro carmelitas misioneras, y en la misma provincia por tres capuchinas de la Madre del Divino Pastor en L’Hospitalet (beatificadas en 2018), dos franciscanos de Granollers y el claretiano Adolfo de Esteban; dos hermanos de La Salle en Tarragona, dos redentoristas en Cuenca, dos trinitarios en Jaén, en Valencia el paúl Agapito Alcalde y el coadjutor salesiano Jaime Buch Canals, y en Madrid el padre capuchino Andrés de Palazuelo.
Además, es aniversario del martirio en Japón del beato Nicolás Nagawara Keyan Fukunaga, jesuita y primer misionero que murió en el llamado tormento de la fosa (31 de julio de 1633); en Francia del beato Juan Francisco Jarrige de la Morélie du Breuil, sacerdote apresado por los revolucionarios que lo dejaron morir en el puerto de Rochefort (31 de julio de 1794); en Vietnam de los santos Phêrô (Pedro) Ðoàn Công Quý, sacerdote, y Manuel Phung, maestro laico que lo refugiaba, decapitados en Cây Mét (cerca de Saigón) en 1859; en Polonia, del beato Miguel Ozieblowski, sacerdote martirizado por los nazis en Dachau en 1942 y del beato Francisco Stryjas, muerto en prisión en 1944; y en Eslovaquia de la monja Zdenka Schelingová, muerta por los tormentos sufridos en las prisiones del estado comunista en 1955.
Rechazaron sus servicios en el Hospital Clínico de Barcelona y ese mismo día la mataron
Las tres mártires capuchinas de la Madre del Divino Pastor beatificadas en 2018 fueron asesinadas el mismo día y dos de ellas juntas: la hermana María Auxilio (Josefa Noguera Manubens, de 66 años) y la hermana Andrea (Ramona Solans Ballesté, leridana de 61 años), expulsadas de la comunidad y colegio de Premià de Mar, se alojaron con la familia Estival. Cuando les obligaron a abandonar el pueblo, un hijo de esa familia les acompañó en tren en su intento por refugiarse con la familia de la hermana Auxilio en Manresa. Este testigo presenció cómo fueron identificadas como religiosas por milicianos que las fusilaron entre L’Hospitalet y el Prat de Llobregat.
La tercera, hermana Patrocinio (María Vilanova Alsina, barcelonesa de Sant Feliu de Codines y de 59 años), de la comunidad y colegio de Sarrià, tras el incendio de su casa se había refugiado en la de un hermano suyo en Sants, pero para no comprometer a sus familiares se marchó dejando una nota de despedida. Fue al Hospital Clínico a ofrecer sus servicios y al reconocerla como religiosa dijeron que no podían admitirla. Presintiendo lo que iba a sucederle, pidió a otra religiosa, la hemana Dolores Massó, que le cosiera un crucifijo en la ropa interior. Ese mismo día ingresaba su cadáver en el Hospital Clínico con el número 4.102.
Los carmelitas asesinados el 31 de julio de 1936 en Toledo se habían refugiado en casa del médico Emilio González Orúe. Ya he contado sus casos -de menor a mayor en edad-: fray Melchor del Niño Jesús, de fray Plácido del Niño Jesús, de fray Félix de la Virgen del Carmen y de fray Daniel de la Sagrada Pasión; del padre Nazario del Sagrado Corazón, del padre Ramón de la Virgen del Carmen y del padre Pedro José de los Sagrados Corazones.
Adolfo de Esteban Rada, clérigo profeso claretiano nacido el 28 de septiembre de 1912 en Berbinzana (Navarra), tenía 23 años cuando lo martirizaron en Barcelona, ciudad en la que fue beatificado el 21 de octubre de 2017. Tras las elecciones que se utilizaron para que el Frente Popular tomara el poder, mostraba su disposición al martirio en carta a su hermano (20 de febrero de 1936) citada en la biografía de la beatificación:
Créeme Teodoro que nada me espanta la situación actual política si es preciso moriremos mártires de la fe de Jesucristo. El padecimiento será breve; el gozo, eterno… El porvenir se ve realmente negro de veras, mas no hay más remedio que encomendarse a Dios y resignarse a que pase lo que Él quiera.
Tres meses después escribía a su padre reafirmándose en la misma idea: No tenga Vd. ningún miedo por mi suerte, pues si preciso fuera estoy decidido a derramar mi sangre por la causa de Jesucristo.
El día 26 de agosto de 1935 había llegado destinado a la casa de Barcelona y ya el 19 de julio de 1936 tuvo que abandonarla, obligado por las trágicas circunstancias antes reseñadas. No quería abandonar el convento porque estaba dispuesto a afrontar todas las dificultades, incluso la muerte. Pero no le quedó otro remedio. Cuando salió de allí, junto con su compañero claretiano José Mª Oliva se refugiaron en la casa de la madre de este, en la calle Córcega. Allí estuvo tranquilo y dedicado a la oración con su compañero, ajeno a todo peligro. La presencia de estos huéspedes levantó sospechas y fue denunciada al comité, que envió a sus registradores el día 31 de julio.
Ese día, 31 de julio, a las 7 de la mañana se presentó una patrulla de milicianos para hacer el consabido, y temido, registro, con el lacónico saludo propio de su diccionario: Este piso está lleno de curas. El registro fue minucioso y se llevaron alguna cosa que les interesaba. El estudiante Adolfo de Esteban fue arrestado, ya que su compañero pudo escabullirse por intervención de su hermano Mariano. Pero antes de salir de la casa tuvo oportunidad de despedirse de la madre de su compañero José Mª, agradecerle todo, entregarle el reloj para que lo hiciera llegar a su padre como único recuerdo y manifestar su tranquilidad ante la muerte.
Con el arrestado los milicianos se dirigieron al Colegio de la calle del P. Claret para que les descubriera pasadizos secretos, que los milicianos imaginaban. Allí fue saludado por un niño alumno llamándole Padre. Este hecho inocente, ciertamente, no descubrió nada a los asesinos pues sabían bien quién era, y no puede ser considerado como la causa ocasional de la denuncia. La causa de la detención y posterior muerte fue su condición de religioso del convento del P. Claret, o sea cura en el diccionario simple de los patrulleros. Del Colegio lo llevaron a un Comité del barrio para las declaraciones o simulacro de lo que fuera, y de allí a la muerte, que fue poco después, a eso de las tres de la tarde.
El lugar del martirio fueron unos terrenos traseros del Hospital de San Pablo, cuyo cadáver fue visto. Después su cadáver fue llevado al Clínico, donde también fue reconocido por Ángela Oliva, hermana de José Mª, pero se desconoce el paradero de sus restos.
De penitenciario en Loreto y sacristán en Asís a mártires en Granollers
Los franciscanos menores conventuales de Granollers eran el hermano Francisco Remón Játiva, de 45 años, y el hermano Dionisio Vicente Ramos, de 64, ambos naturales de Caudé (Teruel). El padre Dionisio había ingresado en la orden en Italia y allí realizó los estudios eclesiásticos. Fue penitenciario en la basílica de Loreto, profesor en seminarios diocesanos y de la orden, y formador de candidatos a la orden en Italia y España. Una enfermedad de los ojos limitó en la ancianidad sus actividades. El hermano Francisco pasó la mayor parte de su vida religiosa en Asís, como sacristán de la basílica de San Francisco. Era un reconocido belenista. En 1935 fue destinado a Granollers como sacristán y portero. Fueron ejecutados en el paraje Els Tres Pins de La Roca del Vallès (Barcelona).
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